Cuando el Atlético de Madrid se hizo con el Doblete de Liga y Copa del Rey en la temporada 1995-1996, el proyecto del club era esperanzador. Era, o eso parecía, una primera piedra de toque y un trampolín de futuro. Entrenador con ideas nuevas, grupo consolidado y pinceladas de jugadores nuevos como Santi, Molina, Pantic o Penev que generaban tintes de equipo histórico. Con apenas un par de retoques se antojaba como uno de los cocos de Europa. El mismo sentimiento que se produjo en el seno de la afición colchonera en 2014 cuando, tras ganar LaLiga en el Nou Camp, se presentó en Lisboa a luchar por un título de Champions League que se escapó. Entonces, Simeone ya tenía su grupo hecho y parecía que encontrando el recambio de Villa el Atlético iba a volver a tener una generación para, si no dominar, sí estar muy arriba durante un ciclo. No fue así.
En ambas ocasiones, acompañó la misma decisión. En 1996, Penev, el máximo goleador del equipo, se marchó. “Si por mí fuera hubiera seguido, yo tenía dos años de contrato y estaba contento”, llegó a admitir el búlgaro. En 2014, además de Villa, fue Diego Costa, a quien acompañó Filipe Luis en Londres, la fuga que debilitó el once inicial y la plantilla rojiblanca. Los recambios no fueron certeros. En época de Antic, a Penev vino a sustituirle un Juan Eduardo Esnáider. Y el argentino, que hizo una temporada muy buena a base de números, falló en los momentos importantes. Esnáider, de hecho, metió más goles que Penev (ambos hicieron 16, pero Esnáider hizo 21 contando los de Champions y Supercopa, que Penev no disputó), pero ahí donde el búlgaro fue determinante, el argentino no. Porque Penev hacía jugar mucho al equipo y era el mejor baluarte para la llegada en segunda línea de los Caminero y Simeone. Esnáider, que de rojiblanco hizo la segunda mejor cifra de goles de su carrera, vio cómo sus tantos apenas servían para maquillar resultados abultados o para recortar distancias en partidos ya perdidos. Además, el argentino cavó su tumba fallando aquel penalti ante el Ajax de Ámsterdam que habría supuesto el pase a semifinales de Champions League. De hecho, Esnáider, que había llegado ese verano del Real Madrid, salió por la puerta de atrás 12 meses después. El Atlético no acabó ni entre los cuatro primeros clasificados.
Algo similar sucedió tras el casi Doblete de 2014. Diego Costa, también máximo artillero del equipo, dejó sus 36 goles en el Vicente Calderón y su lugar lo ocupó un contrastado Mario Mandzukic que no supo llenar el hueco del de lagarto. Algo que sí hizo Griezmann, aunque le costó, para tapar la salida de un Villa castigado físicamente. El croata hizo 20 tantos, también cifra respetable, pero se apagó en la segunda vuelta, fruto de un problema de tobillo que arrastró durante meses, además de algún que otro tema que alejó su confianza con la directiva y le hizo enfadarse y replantear su futuro. También se marchó Filipe Luis, crucial en la banda izquierda, y ni Ansaldi ni Siqueira estuvieron a la altura teniendo incluso que acabar jugando un lateral derecho reconvertido como Gámez. En ambos casos, cuando el Atlético tenía que mantener el bloque y si acaso pegar un salto, fracasó y empeoró su plantilla dando salida a jugadores que eran clave y no acertando en los recambios.
Ahora, la situación es distinta. Con la consecución del último título liguero, el Atlético apenas ha tocado su plantilla. Solo la salida de Saúl puede hacer mella en un equipo que sufre demasiado en el balón parado y que carece de altura y de fuerza física media en su plantilla. En cambio, la llegada de un Griezmann que debería brillar cuando se acople al nuevo sistema, además de la del brasileño Cunha, no hacen más que sumar a lo que ya había y dotar al equipo de un arsenal ofensivo que debería dar réditos. Rodrigo De Paul tiene las tablas suficientes como para coger los mandos del equipo cuando todo se asiente y no jugar de aquí para allá y de chico de los recados en posiciones distintas como de momento está actuando.
Quizás el mayor problema en el pronto rendimiento del equipo en estos primeros compases de la temporada es que hay varios futbolistas que están alejados de su nivel, o al menos del que demostraron el curso pasado. Contrasta con el salto de nivel que de momento parecen haber dado otros como Joao o Kondogbia. Pero casi por primera vez en su historia, se puede afirmar que el Atlético no ha debilitado una plantilla ya de por sí ganadora y que incluso ha mejorado un grupo que ya demostró ser muy sólido todo el año pasado.
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