El Valencia de Emery contra el Málaga de Pellegrini. Visto ahora desde la distancia, se avecinaba un buen partido en Mestalla, cargado de alicientes. Sin embargo, en aquellos tiempos el equipo de la capital del Turia peleaba por ser el mejor de ‘la otra Liga’ una vez más, mientras el cuadro andaluz iniciaba un nuevo proyecto envuelto en un mar de dudas.
Pero el frenesí que se vivió en el estadio valencianista no podía esperarlo nadie. Mucho menos un Málaga que se adelantó dos veces en el marcador a pesar de jugar con diez desde el 15′ -expulsión de Demichelis– y con nueve desde el 65′ -expulsión de Hélder Rosario-. Rondón comenzaba a dar a conocer su olfato goleador con un doblete al descanso, mientras en el Valencia Juan Mata hacía de líder marcando, de penalti, el gol que daba esperanzas para la segunda mitad.
Claro dominio valencianista, gracias en parte a su superioridad numérica, que se vio traducido en el empate, obra de Roberto Soldado. El pase de PabloHernández, una auténtica delicia. La felicidad llegó por fin en Mestalla cuando Banega recogía un mal rechace de Asenjo para poner el 3-2 en el marcador a veinte minutos del final. Pero el Málaga no se rendiría, y a pesar de contar con dos jugadores menos, igualó el partido con una sensacional jugada de Julio César Baptista.
Cuando parecía que el encuentro acabaría en empate, en la última jugada del partido, un pase desde la derecha de Soldado lo remató a las redes Aritz Aduriz para sellar el 4-3 final, una guinda para un partido simplemente espectacular. Al final de la temporada, el Valencia lograría ser tercero otra vez, y el Málaga lograría la permanencia. Pero las cosas cambiarían muy pronto para el equipo de Pellegrini, que comenzaba a demostrar su verdadero potencial en un auténtico partido de locos.
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).