En tiempos de la BBC y la MSN, poco espacio queda para cualquier otro trío. Pero en el Real Madrid, en el mediocampo, hay otro tridente que sostiene al equipo con equilibrio, clase y fiabilidad. Se trata de Modric, Casemiro y Kroos.
El croata es el buen banquero al que le confiarías todo tu dinero para que lo hiciera crecer. Cada vez que le llega el balón sabes que lo dejará en un lugar mejor. Es el futbolista que más calidad individual tiene de toda la plantilla (y me atrevería a decir de toda la Liga junto a Andrés Iniesta), pero no sólo es creativo, también es solidario en las ayudas y el primero en ir a presionar. Si los premios a nivel individual valoraran a los futbolistas más que a los goleadores, tendría alguno en su salón.
Casemiro es el guardaespaldas, trabaja con la fiabilidad del sueldo a final de mes de un funcionario, a cambio de un esfuerzo poco creativo. Es una máquina de robar balones, contundente al corte y efectivo en el pase en corto. Contra el Nápoles se puso el esmoquin para celebrar un gol impresionante, pero en la misma jugada se le vio con el mono de trabajo. Suya fue la recuperación en la banda derecha tirándose a los pies del rival para robar. La jugada siguió y Casemiro apareció para hacer uso de otra de sus grandes virtudes: la potencia en el disparo lejano.
Por último, encontramos a Kroos. Parece que no está pero cuando realmente se le echa de menos es cuando no puede jugar. Mantiene el equilibrio y permite las arrancadas de Modric hacia delante. Al principio de su estancia en el Madrid, él era el 5, pero ahora tiene a Casemiro para guardar la casa. Entonces se descuelga para aparecer silencioso en la segunda línea y poner el sello de la casa: disparo raso, de primeras y con el interior, ajustado al palo. No son disparos, son mimos al césped.