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El niño prodigio que nunca lo fue

Año 2002. El
mundo aun estaba consternado por el 11-S y se seguían buscando
explicaciones y posibles teorías, internet ya estaba cambiando
nuestras vidas, el indie comenzaba a abrirse paso y ese mismo
año se fundó la banda Artic Monkeys, España se sentía robada por
Corea del Sur en el Mundial, Russell Crowe fascinó a la Academia en
Una mente maravillosa, Microsoft puso en el mercado su primera
Xbox y a la oveja Dolly se le diagnosticó artritis, lo que
cuestionaba seriamente el futuro de la clonación. Valentino Rossi
ganó el primer título de MotoGP tras dejar atrás las 500 y en la
categoría de 125cc se proclamaba campeón un francés llamado Arnaud
Vincent.

Arnaud Vincent
tenía 20 años la primera vez que se subió a una moto. Fue en 1994,
y ese mismo año ya se proclamó campeón de Provence. Uno más tarde
debutó en el campeonato francés de 125cc, al siguiente fue
subcampeón y tres años después se alzó con la primera plaza y
firmó el doblete con el Campeonato de Europa. En 1998 debutó en el
Campeonato del Mundo y tan solo un año después logró su primera
victoria. Aunque la mejor decisión de su vida fue pasar de Aprilia a
Honda.

De ser un piloto
de mitad de parrilla y luchar por la victoria solamente en Grandes
Premios puntuales pasó a ser un contender por el título
mundial. Vincent se impuso en la primera carrera de la temporada de
2002 en Suzuka, sumó otras cuatro victorias en esa campaña y su
regularidad le sirvió para alzarse con el campeonato con 273 puntos,
19 más que Manuel Poggiali y 30 más que Dani Pedrosa. Pero tan
rápido como le llegó la fama, se esfumó.

La brillante
decisión de abandonar Aprilia para firmar por Honda se convirtió en
nefasta cuando optó por cambiar la marca nipona por KTM, en el
estreno de la marca en el Mundial. La icónica moto naranja debutó
con mucha ilusión con el ‘1’ de campeón de Vincent en el
carenado, pero obviamente quedaba mucho desarrollo por hacer. Vincent
no era rápido ni competitivo y ya tenía 29 años por lo que estaba
obligado a dar el salto de categoría. Lamentablemente su aventura en
la categoría intermedia con la mítica Fantic duró lo que dura un
café, un abrir y cerrar de ojos. De ser campeón del mundo, al más
oscuro ostracismo.

Tras abandonar el
Mundial siguió respirando combustible. Compitió en SuperSport, el
campeonato francés de Superbikes y diversos eventos hasta 2009,
cuando la falta de fondos para costear las altas participaciones de
estas pruebas le obligaron a dejar la competición. “Después de
pasar 15 años no encontraba nada que me interesara tanto”. Se
sentía desmotivado sin el ruido de los motores, sin la excitación
de la competición, pero encontró de nuevo ese cosquilleo de la mano
de los negocios. Como empresario y diseñador de productos para
ciclismo recobró la sonrisa. “He estado muy ocupado
últimamente: creé y desarrollé el producto, lo patenté, monté
una empresa, el sitio web, la página de Facebook. ¡Hice casi todo
solo! Incluyendo ir a ver fabricantes en Asia” (2016). Así es
la vida de Arnaud Vincent, el niño prodigio que nunca lo fue.

1994. Tanos, Cantabria. Estudiante de periodismo. @SpheraSports y @FCBsphera “Esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.

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