Stefanos Tsitsipas tiene una historia peculiar. Siendo muy joven vivió una de esas situaciones que te cambian la vida, de las que te forjan el carácter dentro y fuera de las pistas. Recuerda, querido amigo, que se juega como se vive. Probablemente, la persona más importante de su vida es su padre, que le acompaña a todos los lados. Cada vez que hace un punto está ahí, en el box, dándole ánimos. Como en todos los lados.
El caso es que antes de ser profesional decidió ir a la playa en una mañana de descanso. Todo se complicó en cuestión de segundos: «Nunca nos dimos cuenta de que el mar estaba difícil. Nos metimos en el agua con unos amigos y la corriente nos fue llevando. Empecé a tragar agua. Me estaba ahogando. Fue la única vez en mi vida que sentí que me moría, una sensación horrible de que todo se terminaba ahí», aseguró en una entrevista. Por su suerte, su progenitor pudo salvarle la vida. «Mi papá, que nos miraba desde la orilla, se metió, nadó hasta nosotros y me tiró con fuerza hasta una roca. Ahí pude volver a respirar con normalidad y después, lentamente, volvimos a la costa. Una experiencia muy fea que nunca he olvidado”.
El griego forma parte de una generación de jugadores que debía tomar el famoso relevo del triunvirato que ha manejado el tenis durante décadas. No ha sido así, por el momento. El de Atenas ha conseguido esta madrugada clasificarse para la segunda final de Grand Slam de su carrera. Y ahí hay polémica. Djokovic, en la previa de la semifinal, aseguró que Tsitsipas jamás había jugado una final de estas características. Un periodista le tuvo que corregir: “Jugó una contra ti y le remontaste un 2-0”.
Hoy, tras ganar a Khachanov, le han cuestionado a Tsitsipas si recordaba ese partido. Él, muy serio, ha dicho que no se acuerda. El tipo que ha roto raquetas y ha tenido algunas peleas en el campo -imposible obviar la que tuvo con Kyrgios en el último Wimbledon- batallará por alzar su primer grande. El reto no puede ser más complejo: Djokovic es el último escollo.
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