Hace dos semanas hice una apuesta con un amigo. El mito de Moaña estaba a punto de volver a enfundarse la casaca del Celta de Vigo después de tres meses de lesión, recaída incluida. Yo aseveré que si él no se volvía a lesionar el Celta se iba salvar con total seguridad. Sin embargo, mi amigo no lo veía tan claro y sostenía (dudo que hoy su opinión sea la misma) que los vigueses iban a descender de igual manera. Hoy, dos semanas y tres partidos de liga después de aquella apuesta el Celta está fuera del descenso y las sensaciones han cambiado. ¿Por qué? Porque él, el mito de Moaña, Iago Aspas Juncal, ha vuelto.
Lo que Iago Aspas ha hecho en los tres últimos partidos contra Villarreal, Huesca y Real Sociedad ha sido sorprendente. El moañés ha participado de forma activa en siete de los últimos nueve goles del Celta. Sus cinco goles y dos asistencias le han dado a su equipo siete puntos en tan solo tres partidos, algo que ha valido para que los vigueses salgan del descenso. Del mismo modo, asusta otra estadística cosechada en estos tres últimos partidos. Iago Aspas participa de forma directa en un gol cada 37 minutos, una auténtica barbaridad.
Pero los datos no son lo único llamativo en los últimos partidos de Iago Aspas. En su regreso frente al Villarreal nos dejó una imagen que no acostumbramos a ver en el fútbol. El de Moaña rompió a llorar después de ser sustituido. Esas lágrimas hablaban de él y de su sentimiento por el club de su corazón, de ese sentimiento que todos vimos por primera vez cuando Aspas salvó a su querido Celta del descenso a Segunda B. Como el propio futbolista reconoció después del encuentro esas lágrimas eran una mezcla de sentimientos. Solo su familia y él saben lo que ha sufrido en los meses de ausencia.
Esas lágrimas provocaron que la conexión especial que Iago Aspas tiene con la grada de Balaídos creciera de una manera increíble. Sin embargo, el mito de Moaña no solo causa esta sensación a su afición, sus compañeros también notan su presencia. El 10 del Celta tiene una influencia tremenda en el juego como atestiguan los datos que se han mencionado antes, pero no son solo datos. Las sensaciones en sus compañeros son mejores, todos y cada uno de ellos mejoran cuando Aspas está a su lado en el terreno de juego y este es uno de sus valores añadidos. El moañés no se esconde, no le da miedo tirar del carro y siempre lo hace con creces.
De Aspas no solo impresionan sus datos y lo que es capaz de provocar en el equipo y en la afición, sino que también impacta su capacidad para volver como si nada hubiera pasado tres meses después de una lesión. Al delantero gallego no se le ha visto ningún problema a la hora de jugar, hacer jugar, meter goles y dar goles, sino todo lo contrario, se ha visto a un Iago Aspas sobrehumano. Ha sentido que la responsabilidad de salvar a su club era suya, y no le ha dado miedo asumirla.
Este es Iago Aspas, una persona normal que, gracias a su don para jugar al fútbol, su sacrificio y su entrega se ha convertido en mito. En 2009 salvó a su club de un descenso a Segunda B que, casi con total seguridad, habría supuesto la desaparición del club celeste. Hoy, casi 10 años después de aquella machada, Aspas está salvando a su Celta de un descenso muy doloroso. Al 10 celtiña no le cuesta asumir la responsabilidad, él está conforme con ello y con ser el jugador más importante de su equipo. Todo esto hace que muchos le consideren ya el mejor jugador de la historia del Celta de Vigo. Ese ‘título’ se lo tienen que dar los aficionados vigueses. Yo, de momento, le doy el estatus de mito, de mito de Moaña, donde nació y sigue viviendo una persona normal que va camino de convertirse en leyenda de nuestro fútbol.
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