El pequeño Emmanuel había cumplido ya los cuatro años y aún sus pies no habían tocado el suelo. Nacido en Togo, una extraña discapacidad cuya procedencia no tenía explicación le impedía dar un solo paso y se desplazaba a hombros de su madre o gateando. De una familia pobre y en un país nada desarrollado, nadie encontraba una solución para un bebé llamado Emmanuel Adebayor (26 de febrero de 1984).
Fue entonces cuando su madre Alice, en un acto entre la desesperación y la fe, decidió buscar soluciones por todo el continente africano. Nigeria, país donde ella y su marido habían nacido, Senegal o Ghana entre otras, y absolutamente nada. En ningún lugar conocían cura para el extraño problema, nadie podía ayudar al pequeño de la familia Adebayor. Con todo ya perdido, Alice decidió volver a casa sin esperanzas.
De vuelta al pueblo, entre querer y no poder dejar de luchar por su hijo, dejó apartada a un lado la solución de la medicina y decidió que su última opción estaría en una vía a la que solo se llega mediante la fe: la religión. Toda la familia al completo entró en la iglesia del pueblo y todos los allí presentes rezaron por el pequeño, por el que también pidieron ayuda a los sacerdotes.
«Dijeron que iban a rezar por mí durante una semana y que, si no me curaba en esos 7 días, nunca podría andar», relataba hace unos años un emocionado Adebayor ante las cámaras de ArsenalTV, mientras desvelaba al mundo su historia. Llegaron allí un domingo y por la noche, todos los presentes quedaban a una misma hora para empezar con las oraciones. Los días pasaban y las esperanzas se agotaban, a la par que aumentaba la desesperación. Emmanuel Adebayor seguía sin poder caminar.
Llegó así, entre suspiros y llantos, el último día de plazo que los oradores les habían dado. Era domingo por la mañana y todos su entorno, reunido en el centro de la sala de la iglesia, intentaban alargar los segundos en horas, casi en días. «Mi madre rompió a llorar, era ya el último día que le habían dado de margen y no había conseguido dar ni un solo paso», admitía el ex delantero de Manchester City y Tottenham, entre otros.
Casualidades de la vida, en el patio exterior de aquella parroquia, rara era la tarde en la que no se juntaban los niños para jugar al fútbol haciendo del pequeño espacio un improvisado terreno de juego y de las columnas del edificio unas perfectas porterías. Y claro, los sábados y domingos, los grandes encuentros se disputaban por la mañana. Emmanuel siempre se quedaba hechizado al ver a sus amigos disfrutar del balón.
La misa estaba ya en su fase final y todos los presentes rezaban con máxima tranquilidad, paz y concentración, en un sepulcral silencio que solo fue interrumpido por los golpes y botes del balón dentro de la iglesia. Y es que uno de los pequeños había chutado tan fuerte que la pelota se había colado dentro de la capilla. Y cuando los allí orantes volvieron la cabeza entre el susto por los ruidos y el enfado por la ruptura de las plegarias, el milagro se hizo realidad.
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El pequeño Emmanuel se levantó y arrancó a correr hasta conseguir alcanzar el balón ante la atónita mirada de toda la iglesia. Adebayor había corrido sin antes andar, su cura tenía nombre propio y ese no era otro que el del fútbol. «Mi madre estaba aterrada, nunca me había visto andar y de repente yo estaba corriendo. Yo solo quería coger ese balón y fue lo que hice, además, dicen que lo agarré muy fuerte», continuaba el togolés.
De pronto, todos fueron a rodear al pequeño para observar el milagro, al que siguieron multitud de besos y abrazos. «Tu hijo está destinado a vivir su vida con el fútbol, él se ha curado gracias a ello», no paraban de repetir en la iglesia los presentes. «Entonces supe que mi hijo había nacido para el fútbol», afirmaba su madre.
Desde entonces, Emmanuel Adebayor siente una profunda relación con la religión y se identifica fuertemente con su práctica protestante. «Todo lo que soy lo soy gracias a Dios. Me considero un milagro. No hay nada más importante en mi vida que él y todo lo que soy lo pongo en sus manos».
A día de hoy, Adebayor es delantero centro, un jugador alto y espigado, un portento físico que ha marcado más de 200 goles como profesional entre clubes y selección. Ahora en las filas del İstanbul Başakşehir de la Liga Turca, ha jugado en algunos de los clubes más importantes del panorama mundial como el Arsenal, Real Madrid, Tottenham o Manchester City y formó parte del Mónaco que quedó subcampeón de la Liga de Campeones en 2004. Y es que el fútbol a veces no solo proporciona milagros sobre el césped. Porque nunca nadie sabrá qué habría pasado con Adebayor si aquel balón no hubiera irrumpido en aquella pequeña iglesia.