La vida es cuestión de rachas. De épocas en las que a uno le sale todo que contrastan con otras en las que en muchas ocasiones es incluso malo levantarse de la cama. Hace tan solo unas pocas semanas, el Southampton de Koeman encandilaba al mundo del fútbol con su fútbol, alegre y dinámico, que le había aupado a la segunda posición de la Premier. Ahora, menos de un mes después, las tornas parecen haberse revertido por completo.
El pasado 24 de noviembre, justo tras el international break (el parón liguero por las selecciones), los saints se medían en Villa Park a un Aston Villa en serios problemas y a solo dos puntos del descenso, en una situación totalmente en contraste con la del equipo de Koeman, que había mandado nada menos que a dieciséis jugadores de su primera plantilla con sus selecciones nacionales a esa última convocatoria. El conjunto de la ciudad del sur de Hampshire marchaba segundo en la Premier, con ocho victorias en sus últimos nueve partidos, y, además de ser el equipo menos goleado de Europa, era el único capaz de mantenerle un poco el ritmo al intratable Chelsea de Mourinho, del que se encontraba a cuatro puntos en la tabla. Todo era del color de rosa en Southampton, donde, tras un verano de lo más convulso, la luz se veía ya con mucha claridad.
Pero todo comenzó a cambiar aquel día. Los saints empataron a uno en Villa Park gracias a un gol postrero del lateral diestro Clyne que sirvió para enmendar un fallo garrafal del portero Forster que había desencadenado en el 1-0. Más que sacar un punto, la sensación era la de haber perdido dos. Tras ello, comenzaba el Tourmalet particular para los de Koeman, que serviría para determinar cuál sería su verdadero lugar en la tabla. Tocaban tres partidos clave: Manchester City en el St. Mary’s, Arsenal en el Emirates, y el United en casa.
Y los saints cayeron en todos ellos, cuanto menos, de manera cruenta. La derrota ante el City fue más abultada de lo que se vio en el césped, el Arsenal se llevó los tres puntos en el último minuto, y los red devils merecieron de todo menos ganar en el St. Mary’s. Demasiada condena para el Soton, que perdía también la siguiente jornada (el pasado sábado) ante el Burnley por 1-0, y que el pasado martes caía por el mismo resultado en cuartos de final de la Capital One frente al Sheffield United, de la tercera división inglesa, y se eliminaba de la competición. Cinco derrotas consecutivas que han disparado las alarmas.
Pero ya se sabe que las desgracias nunca vienen solas. De hecho, gran parte de culpa en este cambio de dinámica del conjunto de la ciudad del Titanic la ha tenido la plaga de lesiones que ha asolado al equipo. Y es que, a las ya conocidas de Jay Rodriguez, Gallagher, Ward-Prowse y el meta Cropper, se han sumado en este último mes hasta siete jugadores. Primero fue Schneiderlin ante el City. Después, Cork y Alderweireld frente al Arsenal. Ante ello, Koeman se vio obligado a encomendarse a la última perla de la siempre prolífica cantera de Staplewood: el joven centrocampista Jake Hesketh, nombrado Mejor Jugador de la Academia el pasado curso y futbolísticamente comparado con Andrés Iniesta, su ídolo. Le hizo debutar ante el United, saltando al verde en el minuto 70 por Dusan Tadic, que se retiraba con molestias, y le dio la titularidad en el siguiente partido, ante el Burnley… pero cayó también lesionado a los treinta minutos con un fuerte golpe en la rodilla.
A todos ellos, además, hay que unir en la última semana a tres piezas clave del bloque: Steven Davis, Graziano Pellè y el propio Tadic, y, aunque Alderweireld, Ward-Prowse y Schneiderlin ya se han recuperado, lo cierto es que en el último mes ha habido hasta once jugadores en la enfermería del Southampton. Palabras mayores.
Así las cosas, Koeman tendrá nada menos que ocho bajas obligadas para medirse este sábado al Everton en casa, en un duelo clave para que los saints reviertan su dinámica. Han sumado solo uno de los últimos quince puntos posibles, han caído hasta el quinto lugar de la Premier, y su alto ritmo físico de principio de temporada parece estar pasando factura. Y es que a perro flaco todo son pulgas. O al menos, en este particular mes negro de esta ciudad al sur de Inglaterra.