El periodismo analítico es más o menos lo mismo que el fútbol de toque. Cada día está más claro. En un contexto en el que el término medio es inexistente, o por lo menos no se le escucha, los extremos, que normalmente juegan a banda natural, son los dominadores de un tablero cada vez más pequeño. Unos sacan los mapas de calor y otros se golpean en el pecho comentando la importancia del peso del escudo. No sé cuánto saben de periodismo José Mourinho y Pep Guardiola, pero de dogmas y extremos saben un rato. Lo viven en sus carnes desde que se cruzaron hace una década.
El catalán es el valedor del juego de posición; el capitán y lugarteniente de un fútbol que no acepta matices. No están siendo buenos tiempos para los de su cuerda y tampoco para su Manchester City. Dicen los expertos que ahora es el momento de un fútbol más físico, muy de gimnasio, y ahí, en ese contexto, siempre sale a la palestra el de Santpedor. Aunque no tenga nada que ver. Su equipo volvió a sufrir otra derrota ante un cuadro reactivo, que le cedió el cuero y le otorgó tiempo y poco espacio para hacer daño. El Tottenham, por su parte, cada vez que manoseó el esférico fue para martillear a un conjunto que languidece en la mitad de la tabla. Y no es la primera vez que les ocurre.
Guardiola tiene un problema endémico desde sus inicios en los banquillos, pero este es un contratiempo inherente a este deporte llamado fútbol: a veces la pelota no quiere entrar aunque la domines la mayor parte del tiempo. Ahora, y entrando en ese luminoso mundo de los goles esperados, existen distintas herramientas que nos enseñan el número de tantos que debería haber marcado un futbolista. Pronto, no contaremos cuántos disparos ha habido, sino la calidad de ellos. Pese a ello, sigo pensando que a veces la pelota no entrará porque no le apetece, sin más. Otro clásico del balompié es la suerte, que es como el kétchup: cuando se pone a tu lado, no para de aparecer. Hasta que se va para no volver. Así están los cityzens desde que terminó el curso 18-19, al contrario de un Liverpool que parecía el pupas y que ahora gana encuentros como el que se pone una serie en la televisión.
La entidad del Etihad Stadium, tarde o temprano, deberá reparar ese mal fario de los últimos meses. Es evidente que sus registros defensivos también deben mejorar si quieren volver a luchar por un título por el que ni pelearon la pasada temporada. El Manchester City, sin Fernandinho, ha convertido a Rodri, todavía de adaptación, en el faro del equipo demasiado pronto. Si a eso le sumamos que su pareja de centrales nunca llegó a ser muy segura y que al contrataque, la Kryptonita de Guardiola, se desangran, queda una escuadra que no está siendo competitiva del todo. Frente a Mourinho, su enemigo de siempre, recibió el mismo menú que siempre prueba del luso y esta vez con dos zagueros de altísimo nivel: Aymeric Laporte y Rúben Dias. Guardiola se atragantó y ahora debe reflexionar sobre ese rendimiento defensivo tan pobre en las transiciones defensivas que tanto daño han hecho a su plantilla. Los periodistas lo analizarán a su manera. Como siempre.
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