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El legado de Aida Nuño

Es el ciclocrós un deporte dominado por Países Bajos. En los recientes Mundiales de Ostende la victoria masculina ha sido para un estelar Van der Poel, que suma su cuarto título y tercero consecutivo. En la modalidad femenina, el dominio es todavía más abusivo, hasta el punto de que 8 de las últimas nueve ciclistas en subirse al podio han sido neerlandesas (salvo la campeona en 2019, la belga Sanne Cant). En la clasificación de este año, la estadounidense Clara Honsinger es la única entre las seis primeras que no pertenece a la Oranje. Y en el top-10, solo la británica Evie Richards, la alemana Elisabeth Brandau y ella misma no forman parte de un país del Benelux.

¿Qué les hace tan especiales? En primer lugar, que la bicicleta es su modo de vida, el principal medio de transporte. Una cultura arraigada que viene marcada desde la adolescencia: en Países Bajos, los niños de 12 años realizan exámenes especiales para aprender a moverse con soltura y seguridad en bici por las ciudades antes de iniciar el instituto. Por otro lado, Holanda es considerada un paraíso para los ciclistas por la inmensa cantidad de terrenos llanos en los que circular, además de todas las facilidades que se encuentran en las ciudades, donde están casi más protegidos que los propios peatones. Hay más bicicletas que habitantes de los Países Bajos y en ciudades como Amsterdam y La Haya hasta el 70% de los desplazamientos se hacen en bicicleta.

Ponemos este contexto para poner en valor el hecho de que una asturiana de 37 años lograra acabar en el top-20 del Mundial de Ostende después de una mala salida por culpa de una montonera y una caída que le relegó a la última posición. Aida Nuño (Hevia, Siero, 1983) ya se encuentra casi al final de su dilatada trayectoria, y con la mente puesta en una cercana retirada todavía sigue dejando brillantes resultados como el que vimos en las playas de Ostende. La ciudad flamenca contó con un peculiar recorrido, dividido entre una parte que transcurre sobre un hipódromo y otra que prácticamente atraviesa las aguas del Mar del Norte. Con más de dos décadas de experiencias a sus espaldas, reconoce que ha sido su mejor Mundial, superior incluso a la edición en la que logró su mejor puesto (17ª en 2016).

“Al final pasé del puesto 40 al 17 y vi muy cerca la opción de meterme entre las 15 mejores, que me hubiera hecho bastante ilusión. Lo he intentado, pero al final lo he pagado un poco y he perdido algún puesto, pero estoy contenta porque en un Mundial es lo que hay que hacer: ir a tope hasta el final y no dejarse nada. Estoy feliz de haberme exprimido a tope y de haber peleado por este top 15 que no ha quedado tan lejos”, contaba Aida tras finalizar la carrera por delante de las también españolas (y asturianas) Lucía González (28º) y la debutante Sara Cueto (38º).

Fue en esa tierra mágica al norte de España donde Aida Nuño se aficionó a este deporte. En su casa siempre se practicó mucho ciclismo y desde pequeña participó en numerosas carreras. A los 14 años empezó a probar en todas las disciplinas, desde la carretera hasta el mountain bike, pero acabó sobre el barro. “El ciclocrós fue lo que más me gustó porque es más explosivo: carreras más cortas e intensas con un componente de adrenalina y de emoción que no tienen el resto”, contaba en una entrevista en Asturias.com. Pronto se convirtió en un prodigio: con solo 16 años ya había debutado en un Campeonato Mundial. Recién cumplida la mayoría de edad ganó el primero de sus siete campeonatos de España, revalidando el título solo uno año después. Entonces, la Universidad primero y el trabajo después le quitaron el tiempo necesario para entrenar y competir como le gustaría. Fue uno de sus peores momentos. “Estaba acostumbrada a los años de juvenil en los que ganaba con relativa facilidad, por eso cuando llegaron los años más flojos y bajé el nivel me costó remontar. Fueron etapas de conocerme bien a mí misma, de redescubrir por qué me gustaba el ciclismo y de decidir si quería seguir apostando por él o no”. Hoy no solo es considerada la mejor mejor ciclocrosista de la historia de España, sino que además es diplomada en Administración y Dirección de Empresas, y ha trabajado como Marketing Manager de Sport LifeStyle y encargada de Logística y Comunicación del equipo MMR Factory Racing Team, además de ser consultora de economía y empresa en el Instituto CIES. Actualmente es concejala del Ayuntamiento de Siero, donde nació.

Cuando Aida empezó a practicar ciclocrós solo existían las carreras masculinas, y en España la modalidad era prácticamente inexistente. La mayor parte de su trayectoria ha estado vinculada a la bici, pero también a los estudios o el trabajo. La temporada 18-19 fue la primera en la que se pudo centrar al cien por cien en el deporte que le apasiona. Fue entonces cuando consiguió sus mejores logros deportivos: solo en 2019 logró subirse al podio en más de 30 carreras. En noviembre de 2018 se convirtió en la primera española en acabar en el top-10 de una prueba de la Copa del Mundo al finalizar octava en Tabor, en Chequia. Sus últimos éxitos le han llevado a ser nominada a mejor deportista del Principado de Asturias, quedando en segunda posición solo superada por Fernando Alonso.

El legado de la ciclista asturiana es mayúsculo. Con sus logros ha abierto una puerta a aquellas mujeres que son capaces de inundarse en el barro para alcanzar la gloria. Tras ella y Lucía González (siete años más joven) vienen la mencionada Sara Cueto (1994), Paula Díaz (1997), Paula Suárez (1998) o Lucía Gómez (2002). Recitar tantos nombres era impensable cuando Aida descubrió que el ciclocrós era su pasión y no iba a estar dispuesta a renunciar a él. A sus 37 años  y con la tranquilidad que le concibe la veteranía, sigue voraz en busca de alcanzar hitos para el ciclismo femenino español. La reina del barro.

Imagen de cabecera: RFECiclismo

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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