Me gusta decir, seguro de ello, que se está viviendo una resurrección en Londres. Más concretamente en Stamford Bridge. Concretando más aún, se está viviendo en el cuerpo de un belga, con el ‘10’ a la espalda, hablo de Eden Hazard. Y no hablo de milagros, ni de una vuelta de otra vida. Hablo de una resurrección futbolística, dentro del campo, donde sólo lo que haces con el balón importa.
Eden se ha reconciliado con el balón, objeto con el que se divorció el año pasado, pero con el que se ha vuelto a producir un enamoramiento mutuo. Pocas veces las separaciones acaban con una historia que vuelve a empezar, pero el destino de un jugador como Hazard no le podía apartar del deporte rey.
El pasado año, Hazard no fue Hazard, rindió a un nivel excesivamente bajo, se hablaba de que iba ser vendido, la afición estaba muy decepcionada, y la prensa dura y critica con él. Más estando en un equipo que vivió una crisis futbolística grave primero con Mourinho, y más tarde con Hiddink, su declive fue claro.
Eden | Getty
Y es que el belga ha igualado su cifra del pasado año en lo que a goles se refiere, sólo que con 30 partidos menos, cifras que hablan por si solas. Además de eso, ha vuelto a tomar el mando del equipo, a distribuir, y dar vida a los ‘blues’, ha vuelto a emocionar a la zona azul de Londres, ha vuelto a renacer, a resurgir.
Y volvió, porque tenía que volver, porque no te puedes ir sin avisar, y el partido contra el Everton de esta semana, es una clara prueba de ello.
Entró en la alineación con uno de sus mejores aliados respaldándole y guardando su espalda, Marcos Alonso. “Alonso defiende su lateral, lo que consigue es que yo solo me centre en mi posición.” dijo Hazard tras el partido.
Lideró con actitud y carácter al equipo, tanto en el juego como en las ganas, fue superior a los demás. Regates impecables, pases precisos y generación de ocasiones, una tras otra, y Hazard volvió a ser Hazard, ese Hazard que cuando quiere para el partido un segundo, ‘su segundo’, que le sirve para emocionar y llenar de alegría el cuerpo de todos los Londinenses que tienen la suerte de acudir el estadio ese día.
A los 20 minutos de juego, Eden recibió un balón forzado de Diego Costa, y literalmente se fabricó él solo el gol. Cubierto por dos defensas, paró el partido, el balón, el tempo y los corazones con uno de esos segundos mágicos, miró tranquilamente a portería y de una forma totalmente eléctrica y desequilibrante realizó la diagonal, dejando a 2 defensas atrás, y anotó con una tranquilidad, con un remate tan difícil pero a la vez tan simple para Hazard, que parecía que alargaba más de lo normal ‘su segundo’ particular.
Llegó el descanso con 3-0 en el marcador, con un gran Eden que hacía sufrir a toda la defensa cada vez que tenía el balón, era una guerra psicológica ya ganada.
Is back | Getty
A los 10 minutos de empezar la segunda mitad, se volvía a parar Stamford Bridge, poco a poco. Algo grande se estaba viniendo, Hazard tenía el balón, así que no era algo sorprendente. Hizo una fantástica pared con Pedro, dribló a un rival como el que pestañea, se metió en el área, y empezaba ‘su segundo’, nadie respiraba, un segundo que no duró nada, porque siempre dura lo que quiere Eden, y definió tan rápido, que no solo engañó al pobre de Stekelenburg, sino a todo el estadio en Londres. El tiempo volvía a su métrica normal, era tiempo de celebración, celebrar no solo el gol, sino que Eden seguía dando señas, de que había vuelto.
El Chelsea acabó ganando 5-0, se colocaba segundo, y parecía que la mala racha del club se había difuminado en uno de esos segundos mágicos.
Porque los genios de verdad, los que sacan sonrisas y suspiros con un balón, pueden irse, pero siempre vuelven, para volver a poner los pelos de punta, para parar el tempo, la pelota, y el corazón de miles de aficionados, por tan sólo unos segundos, unos segundos que dan la vida, unos segundos que son fútbol, fútbol en estado puro.
Hazard is back.