El nuevo estilo de juego que Luis Enrique ha implantado en el Fútbol Club Barcelona, a pesar de demostrarse indiscutiblemente eficaz, sigue planteando algunas dudas muy serias en su ejecución. Sevilla fue el mejor ejemplo de ello. Con el equipo largo, volcado a un constante vaivén del que acostumbra a salir victorioso, falló el punto clave del esquema: ser efectivo en las áreas. El Barça creó ocasiones, una detrás de otra, con cierta facilidad, pero la pelota estaba juguetona. Golpeó el palo, se paseó por la línea y se empeñó en encontrarse con Sergio Rico una y otra vez. Sólo quiso entrar en un penalti pírrico, y gracias. Enfrente el Sevilla apenas creó peligro, y lo hizo por ráfagas, pero terminó encontrando con suma facilidad la portería de Claudio Bravo. El resultado final una derrota que algunos calificarían de injusta, pero que no hace más que castigar los pecados de un equipo que no supo jugar el partido que su entrenador había planteado.
Y eso es lo que preocupa, que el esquema sitúa constantemente al equipo en la cuerda floja, siempre dependiendo de sus individualidades y de su acierto. La bola no entra, ni Suárez ni Neymar están finos, y con Messi fuera la responsabilidad recae sobre los apático Munir y Sandro, que en ocasiones da la sensación que demasiado tienen con mantenerse en pie. En segunda línea tampoco nadie consigue dar un paso al frente y echar una mano en la anotación de un equipo seco.
Pese a todo, un equipo con tanto caudal ofensivo habitualmente acaba anotando, prueba de ello es que lo ha hecho en todos los partido de la presente temporada salvo la ida de la Supercopa. Por ello la mayor preocupación viene atrás. La zaga se tambalea. Es capaz de echar por tierra 60 minutos de estabilidad en diez de zozobra. Los bajones de concentración ya son habituales y la capacidad de recuperarse de los mazazos parece nula. Lo peor de todo es la sensación de dominio rival, que en todos los partidos durante más o menos minutos ha terminado notándose en ciertos momentos de los partidos. Los errores puntuales acaban siendo clave, y la cabezonería del entrenador de mantener a ciertos jugadores que evidentemente ya no dan el nivel, léase Mathieu, no ayuda en absoluto. Con la excusa fácil alemana ya de nuevo sentada en el banquillo, mucho, o quizá no tanto, es necesario trabajar en el repliegue y la presión de este equipo para recuperar una solidez defensiva que te asegure que el día que tus goleadores no aciertan al menos te llevarás un punto a casa.
Con este panorama, el parón de selecciones puede ser la mejor noticia para el Barça. Una tregua en esta guerra en la que aún nadie parece enseñar todas sus armas. Bueno, en realidad el Barça no las tiene, están en armería, poniéndose a punto. Mientras tanto, cualquier parón debe ser aprovechado para mejorar. El trabajo necesario no es mucho, simplemente quedan pulir detalles para que este equipo vuelva a ser el que dominó Europa hace tan solo cuatro meses. Con humildad y autocrítica seguro que el Barça conseguirá recuperar su mejor nivel.