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El infrafútbol de serie B

En los años noventa, el fútbol femenino apenas existe en los medios de comunicación en España. La mayoría de grandes clubes no cuentan con una sección, y si la tienen la visibilidad es mínima. Es imposible ver un partido por televisión, y la Primera División femenina apenas cuenta con unos pocos años de vida. Por entonces era una quimera encontrar un aficionado al futfem, pero también lo era reconocer que a una mujer le puede gustar el fútbol y hablar de él con propiedad.

“Nuestro foco debía estar en ser señoritas, pero lo que no quería comprender la madre Gutiérrez y compañía es que a las mujeres nos gusta el fútbol y lo entendemos, lo jugamos y lo sentimos”. Estas palabras son de Mónica Crespo (Madrid, 1980), la primera autora de un libro de fútbol femenino de la colección ‘Hooligans Ilustrados’ de Libros del K.O. Quizá esta sea una de las grandes demostraciones de lo que cambiado la perspectiva (aunque algunos todavía balbuceen tonterías machistas en Twitter) de este deporte en las últimas dos décadas. Hoy, el futfem tiene su público y crece a pasos agigantados al tiempo que decidimos abrir la mente.

Como Mónica, yo también llegué tarde. Mi primer acercamiento fue en 2007, cuando me dispuse a entrenar a un equipo femenino del colegio de monjas de mi pueblo. Por entonces lo único que sabían hacer es dar alguna patada al balón. Se dedicaban a comer chucherías en mitad de un partido o a quitar la cara para que no les diera la pelota. Dos años después, aquellas chicas sabían hacer prácticamente de todo, y no precisamente por mis conocimientos futbolísticos. Necesitaban practicar todas las semanas, nada más. Tener la oportunidad de jugar, de formar parte de un equipo, de sentir lo mismo que han sentido los hombres desde el siglo anterior.

Reconozco que tuvieron que pasar años para que me interesa por el fútbol femenino profesional, gracias a una entrevista con Verónica Boquete en la Universidad. Nos pasa a menudo y tiene su sentido: hasta que no nos lo ponen en las narices, no sabemos que existe. No empiezas a ver partidos hasta que los ponen en televisión, no intentas ir a un estadio hasta que piensas que debe ser mil veces mejor ver a Sonia Bermúdez en vivo que a través de una pantalla. No te acreditas para un Atlético-Barça en el Wanda Metropolitano hasta que sientes que estás formando parte de algo histórico.

El caso de Mónica es perfecto para explicar el crecimiento experimentado en los últimos años. Nada como la llegada del Atlético de Madrid para revolucionar el fútbol femenino español. Cuando eres del Atleti, lo eres en cada una de sus formas. En el cielo y en el infierno. Poco tardaron las jugadoras rojiblancas en instalarse en Primera, y mucho menos en meterse en Champions o levantar títulos. ‘Por mí, por ti, por todos’ empieza en el Pedro Sancho, cuando el equipo de Ángel Villacampa conquistó la segunda Liga consecutiva. Entonces, la afición rojiblanca viajó, lloró, aplaudió, vibró y se abrazó por ellas. Incluso las vieron en un autobús descapotable, junto a Griezmann y compañía, celebrando una igualdad merecida en Neptuno. Aquello fue en 2018 y desde entonces se han batido registros de audiencias y de espectadores, unos tras otros. Solo esta maldita pandemia ha conseguido frenar el  impacto generado por el Mundial de Francia y el impulso de una Liga ya amparada por el convenio colectivo. Hasta el Real Madrid ha querido subirse a esta ola imparable.

Ahora, cuando el profesionalismo se divisa más cerca que nunca (ellas ya lo son), cuando suben los salarios, mejora la preparación, hay más medios de comunicación y sobre todo más aficionados, no hay que olvidar de dónde se viene (ese infrafútbol de serie B) y lo que queda por recorrer. “Ahora que el fútbol femenino está en boca de todos, ahora que se llena el nuevo campo de Alcalá de Henares y la mujer de pelo corto ya no se sienta sola en la grada de cemento. Ahora que todo huele a nuevo y los chavales no pueden saltar al campo a conocer a las jugadoras (…) Ya no llega el olor a hierba allí arriba, ni se escucha el estruendo de las coletas. Pero qué bonito es ver que, aunque ya no es lo mismo y ya no sabe tanto a fútbol de barrio, el fútbol de mujeres interesa, porque a las chicas nos gusta el fútbol, lo entendemos, lo hablamos y lo sentimos”. Amén.

Imagen de cabecera: GABRIEL BOUYS/AFP via Getty Images

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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