Esteban GÓMEZ – Cuando los elogios llegan en barcos y no en cestas de bicicleta el receptor debe saber controlar todo aquello que se aleje de lo puramente real. Cuando las buenas palabras llegan en masa, en cisternas que descargan litros de optimismo por metro cuadrado, el controlador principal debe saber que no todo aquello que reluce es oro, sino que muchos de esos brillos son producto de materiales artificiales, ficticios.
Sin duda alguna, el Arsenal está siendo uno de los equipos más positivos de la actual temporada. Su papel nuevamente peleando por el título de la Premier League, hasta la fecha, le han convertido en uno de los clubes que más titulares han creado, han fabricado, y su valor popular ha ido in crescendo, tal y como pasaban las semanas.
Dos meses vitales, importantes, casi rotundos, que marcarían para bien o para mal el destino de todo lo relacionado al club del norte de Londres. Diciembre y Febrero (con cierto peso también en Marzo) marcarían un antes y un después en la dinámica Gunner. Calendarios apretados, competitivos, de alto nivel, que otorgarían mayor o menor peso, que sumaría o restaría prestigio y opciones, según los resultados.
Diciembre supuso un paso atrás en sus aspiraciones. Pese a no caer de la pelea, la gran ventaja del Arsenal respecto a otros candidatos, tales como Manchester City, Chelsea o Liverpool, se esfumó. El alto nivel que tenían por delante les hizo perder distancia, pero mantenían el privilegio, mantenía el placer de poder aspirar al título inglés.
Tras la tormenta, llegó un mes de calma, o al menos no tan determinante como parecía ser. Semanas en las que la exigencia bajaba el listón, pero con vistas a un mes de Febrero que volvería a ponerles delante de los leones, bajo la atenta y viciosa mirada de miles de personas que se relamían esperando su caída, esperando su derrota. Y está ocurriendo.
El globo rojo con un cañón dibujado ha ido perdiendo aire. El globo del Arsenal en Premier League ha ido desinflándose producto de todo tipo de agresiones físicas, como puedan ser granizo, tierra e incluso barro. El conjunto de Arsene Wenger suma sólo 2 victorias en los últimos 6 encuentros del torneo doméstico en Inglaterra, lo que sumado a una regularidad latente del Chelsea y a un estado deportivo ascendente del Liverpool (con una dupla perfecta formada por Luis Suárez y Sturridge), les han hecho perder opciones, les han hecho perder peso y su futuro no hace sino preocupar.
¿Y ahora qué? Tras pasar una tormenta bastante considerable, con las calles húmedas, todavía resbaladizas, y con algún que otro desperfecto (sirva de ejemplo la eliminatoria de Champions League contra el Bayern de Múnich), el horizonte presenta nubes negras, y el viento previo a una gran tormenta comienza a hacer acto de presencia nuevamente.
Los próximos partidos del Arsenal no llaman especialmente a la ilusión, sino quizás a todo lo contrario, a la preocupación. Equipos como Everton, Bayern de Múnich (vuelta de Octavos), Tottenham, Chelsea o Manchester City van a ser rivales de los Gunners en las próximas semanas, lo que puede traducirse en una defunción 2013/14 total o, por el contrario, reanimar sus opciones, al menos en Premier League.
Quizás, falta de físico. Quizás, explotación del calendario. Dos causas probables a las que se les debe sumar decisiones técnicas de Wenger con jugadores clave como Giroud o Mesut Özil, que han acabado por afectar negativamente en el rendimiento del equipo.
Volver a cumplir la ya casi tradición de las últimas temporadas, en las que una clasificación para la Champions League se celebra como la consecución de un objetivo, o aspirar realmente a poder volver a levantar el título liguero. Heridos, con las piernas todavía temblorosas tras una dura batalla, y retando ya con la mirada a unos rivales poderosos que quieren pescar en río revuelto.
El Arsenal más dubitativo de la temporada tiene por delante semanas exigentes, el momento de ser o no ser, de volver a las andadas, o mantener la regularidad de las últimas temporadas.
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