El pasado mes de diciembre, Iván Kaviedes labró una gran actuación como boxeador. En un evento organizado por creadores de contenido, Kaviedes, de 47 años, se impuso por KO a su rival, Armando Paredes. Días después, sorprendió a sus casi 150mil seguidores en Instagram después de subir un vídeo donde doblaba otros clips que habían sido virales… Pero ataviado con un vestido de mujer con estampado de flores. Llamativo. Lo que muchos no saben es que ese hombre que ahora suele estar acaparando miles de likes en redes sociales fue hace muchos años una de las mejores promesas del fútbol sudamericano, y que una traumática vida, donde se registran peleas con la policía, episodios de alcoholismo, enfermedades, fugas de centros de rehabilitación y problemas de salud mental, le privó de conquistar las cotas más altas.
Jaime Iván Kaviedes nació en Ecuador a finales de los años 70 y su infancia fue una quimera. Nada más cumplir los seis años se quedó huérfano, después de que sus padres muriesen en un accidente de tráfico. Por eso, a él le criaron sus abuelos, quienes a efectos prácticos hicieron las veces de padres, motivo por el que él desarrolló una necesidad extrema de estar con ellos y quizás un miedo irreversible a alejarse y ansiedad cuando no los tenía cerca.
Al pequeño Iván (casi nadie le conocía por el nombre de Jaime) le iba muy bien en los estudios. Era un chico aplicado y disciplinado que empezó a romperla en el fútbol, el deporte que había sido su refugio para afrontar esas tardes tan duras por una infancia tan lejos de lo normal y que le hacía ser un poco rebelde. Su buen hacer en la escuela le llevó a mudarse a Guayaquil a los 16 años para estudiar en un colegio de renombre y, de manera paralela, aquello derivó en su llegada también a Emelec, uno de los equipos con mejor palmarés del país. “Siempre se perdía durante los tres o cuatro días antes de los partidos, pero llegaba el domingo y ganábamos con tres goles suyos”, admitiría un compañero de su equipo juvenil.
Kaviedes demostró pronto un talento innato para el gol, debutó como profesional a los 17 y su nombre saltó a la fama en 1998, nada más cumplir los 21, cuando copó un podio en el que le acompañaban Batistuta y Ronaldo después de que la IFFHS le nombrase el Mejor Goleador de todas las primeras divisiones del mundo después de facturar 43 dianas en un solo campeonato.
Aquella hazaña le puso en el disparadero y su nombre quedó registrado por las libretas de los mejores scouters y de los mejores equipos del mundo. Por eso, en los últimos meses del año, dos gigantes mundiales se lanzaron a por su fichaje. El Inter de Milán, que tenía en sus filas a Ronaldo, Baggio, Zamorano, Ventola o Kanu, acordó el contrato con el futbolista. Pero Emelec no llegó a ningún acuerdo con el club italiano, para el infortunio del delantero. Cuando el Real Madrid se lanzó a por el ariete, se encontró con que el jugador había sido vendido al Peruggia, entonces propiedad del comprometido Luciano Gaucci, un hombre de lo más pintoresco que había conseguido cerrar acuerdos como el de Nakata y que había colmado la Serie A de excentricidades.
Curioso es que a Kaviedes casi todo el mundo le conocía como Nine. Y es que, un día, con 12 años, jugando con chicos mayores, le prestaron una camiseta que tenía el dorsal nueve y en la espalda la inscripción Nine (nueve en inglés). Dejando anonadados a los que allí estaban viéndole, la gente pensó que Nine era su nombre real y ese apodo le acompañó toda su vida. Así, decidió ponerse ‘Nine’ en la camiseta del club italiano y durante mucho tiempo muchos aficionados creyeron que era su nombre real.
El ecuatoriano arrancó de una manera impensable, anotó cuatro goles en cinco partidos y se ganó el sitio desde el primer minuto jugando por delante de Nakata, estrella del club. Pero fue de más a menos, casi más por culpa de un club que iba sin rumbo a Serie B que por su hacer. El equipo italiano salvó la categoría por un punto, pero le fue imposible retener a Kaviedes. Y es que seguía habiendo equipos muy interesados en él: “El director deportivo del Real Madrid me vino a ver varias veces”, afirmó el jugador, que admitió que en dos ocasiones estuvo muy cerca de firmar con el club blanco. Club y delantero llegaron a un acuerdo. Entonces, el Real Madrid tenía a Raúl y Morientes en nómina, acababa de firmar a un joven Anelka y contaban en su cantera, aunque ya entrenaban con el primer equipo, delanteros como Samuel Eto’o.
Kaviedes siempre ha reconocido no saber cómo, después de firmar aquel contrato con los blancos, resulta que terminó en España, pero jugando en el Celta de Vigo y no en el Real Madrid. Y empezó su caída. Porque solo llevaba seis meses lejos de casa, tenía 22 años y había empezado a notar que necesitaba estar junto a sus abuelos, en su entorno, en su zona de confort. La cabeza le estaba jugando una mala pasada. En Vigo fue un fracaso y comenzó entonces un carrusel de transferencias que no le hizo ningún bien. Fue al Puebla, en México, y retornó a España para jugar en el Valladolid, donde dejó un golazo de chilena que aún se recuerda en el José Zorrilla. Entre medias, cuajó una gran Copa América y fue un gol suyo el que clasificó a Ecuador para jugar su primer Mundial.
Y, en esas, apareció el Oporto. Resulta que los lusos acababan de perder a Mario Jardel. El brasileño venía de ganar dos años consecutivos (1999 y 2000) el premio a Mejor Goleador del mundo que había recibido Kaviedes en 1998 y el club luso consideró que el ecuatoriano era el jugador ideal para suplir a la estrella brasileña.
Así, Kaviedes se plantó en un Oporto que entrenaba José Mourinho, que ese año acabaría ganando la UEFA (y un año después la Champions), pero solo estuvo unos días. ¿El motivo? Su abuelo había sido diagnosticado de cáncer y él le pidió al equipo marcharse. “Mourinho me dijo que había mucha gente esperando mi oportunidad y que lo pensara bien”. Después de un tiempo ocupado en su situación personal, Kaviedes, que solo llegó a jugar 15 minutos con la zamarra del Oporto, retornó al Celta de Vigo, donde aún tenía contrato.
Allí nunca se pudo ganar un sitio. Era un Celta que contaba con atacantes como Catanha, Mostovoi o Edú. Y Kaviedes estaba más tiempo en Ecuador que en Vigo por sus motivos personales. Así, el Celta trató de recuperarle a través de un par de cesiones. Los gallegos no querían perderle porque Kaviedes demostraba en los entrenamientos que era un buen jugador, pero nunca tenía la cabeza en su sitio. Después de probar hacer un Mundial muy destacado, jugar en Puebla y en Deportivo de Quito (donde no lo hizo nada bien), el Celta decidió traspasarle definitivamente y se marchó a jugar a Barcelona de Guayaquil. Retornar a casa le hizo, otra vez, recuperar su fútbol. Allí se salió y 12 meses después ya estaba en primera fila otra vez, jugando para el Crystal Palace.
Kaviedes estaba tan necesitado de estar cerca de los suyos, que cuando salía de Ecuador se convertía en un futbolista irreconocible y cuando lo hacía en su país era un cazador de goles sin igual. Así, pasó años entre equipos ecuatorianos y del extranjero. Volvió a jugar con Ecuador el Mundial 2006 y en 2008, después de que le fichara Liga de Quito, le apeteció probar de nuevo en la Premier League. Sven-Goran Eriksson, técnico del Manchester City, habló un día con Felipe Caicedo para preguntarle si él conocía algún chico ecuatoriano que pudiera ir a echar una mano a un City pre jeque que no tenía la capacidad actual. Caicedo le habló de Kaviedes, el ecuatoriano consiguió un permiso, aprovechando que los calendarios europeos y americanos son diferentes, y se pasó un par de semanas en las filas del equipo inglés. El técnico terminó enamorado, pero Liga de Quito pidió una cantidad desorbitada y no permitió que se marchara bajo ningún concepto.
Y esas raíces que le estaban dando la vida, también empezaron a destruirle. Acababa de cumplir los 31 y le llegó el punto de inflexión. “No bebí alcohol hasta los 30 y no consumí drogas hasta los 32, pero toda mi vida me había criado entre ellas, así que decidí probar y ver por qué todo el mundo lo hacía”. Y entonces vio el mundo arder.
El Liga de Quito terminó por expulsarle después de que, tras pelearse con la policía, acabara cinco días en prisión. Curioso, después de haberle negado salir a la Premier. Acabó en Macará, otro club ecuatoriano, donde acertó a meter 10 goles en 20 partidos, antes de volver a ser expulsado. Firmó con Aucas para terminar la temporada y luego decidió retirarse. Tenía 35 años. Retornó un par de años más tarde, pero apenas pudo durar en ninguno de los dos clubes en los que estuvo. En 2016, con 39, colgó definitivamente las botas y, después de compaginar durante nueve años el fútbol con las drogas ingresó en una clínica de desintoxicación. No sería la última vez.
De allí salió recuperado parcialmente, porque el mal que le acaecía es muy tenebroso. A Kaviedes siempre le acompañó la polémica. Como en 1999, cuando la policía le detuvo en un aeropuerto porque tenía que presentarse a un juicio por paternidad. Tiene 10 hijos y le costó reconocer a más de uno. Hoy se arrepiente de todo ello. También de lo mal que le ha ido la vida tras el fútbol. Porque Kaviedes recayó. “He dormido encima de lápidas y tumbas en cementerios. He dormido en paradas de autobús. Una vez vi cómo apuñalaban al hombre que dormía a mi lado en la calle. He visto morir a amigos de sobredosis. Podría haber sido yo”. En 2020 protagonizó otro altercado de desorden público y en 2023 se hizo viral una detención suya por la policía que utilizó extrema violencia y que fue muy criticada.
A mediados del año pasado, Kaviedes estaba sin nada y el país entero se decidió a ayudarle. Ingresó en una clínica rehabilitadora con lo poco que tenía y, mientras él estaba ahí, 6500 personas se dieron cita en un partido homenaje que iba a recaudar fondos para que tuviera un sostén económico al salir del centro de rehabilitación. Pero Kaviedes se escapó sin completar el proceso y la terapia. Afortunadamente, Kaviedes parece estar pasando por un gran momento personal de salud. El combate de boxeo ha sido el último de sus eventos públicos donde muestra que el cariño de la gente que aún no le olvida le ayuda a superar todo lo que ha vivido.
Kaviedes siempre fue un diferente. De destronar a Ronaldo y Batistuta a ser elogiado por Mourinho. De ser el anhelo de Real Madrid e Inter, a terminar en estadios de menor categoría en su país. De sobreponerse a la muerte de sus padres cuando era un niño, a no saber vivir sin sus abuelos. De sortear los vicios de la vida en una infancia complicada repleta de ellos, a caer en estos mismos pasando la treintena. De poder estar en la cima del mundo a terminar olvidado en una clínica de rehabilitación. De ser viral por sus goles de chilena, a transformar sus highlights en reyertas con la policía.
“Siempre le seré rencoroso a Dios. Me dio el don de hacer goles para vivir, pero no me ayudó a rellenar el vació de la muerte de mis padres. Desde pequeño me sentí vacío. No tenía ningunas ganas de vivir, pero paradójicamente no quería morir”.
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