18 de enero de 2017 y Pep Guardiola cumple años. 46, exactamente. Y ya ha ganado más de veinte títulos como entrenador profesional. Una verdadera locura. Y no solo es el contenido, sino el continente. La forma de ganar, especialmente en el FC Barcelona, asombró, sorprendió, maravilló, devastó, enamoró, utilicen el adjetivo que quiera, Europa durante cuatro, ahora cortos, años.
En el Bayern no pudo alcanzar la misma excelencia, y se le resistió la Champions, pero quiso dar una vuelta de tuerca a un modelo y un equipo campeón. Y lo hizo, vaya si lo hizo. Cada fin de semana en Alemania, una hora antes de los partidos del Bayern, periodistas, expertos y aficionados trataban de hallar el esquema que esos once nombres elegidos por Pep iban a disponer sobre el verde. Y hasta una hora después de presenciarlo en directo, se seguían preguntando cómo había sido posible. Alineaciones con cinco delanteros, con tan solo dos defensas. Laterales de mediocentros, extremos de interiores, volantes de delanteros. De nuevo, una locura.
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En el fútbol actual parece solo premiar el resultado. En el Manchester City lo está pagando, no consigue dar con la tecla y es blanco de críticas. Algunas muy duras, que parece haber olvidado el pasado. La paciencia fue la clave. Los dos primeros partidos de Pep con el Barça fueron una derrota ante el Numancia y un empate con el Racing de Santander. Y el resto ya lo conocen. Y su estreno con el filial no fue tampoco brillante. No hemos dado dos pases, dijo Pep, a quien ya le preocupaba el juego por encima de todo. Sería interesante recuperar aquel partido aunque seguramente no estará grabado. Pero pueden leer una de las primeras crónicas.
Todo tiene un principio, y el del Pep técnico está en Premià. Septiembre de 2007, en breve se cumplirán diez años, y un empate a cero en un partido de tercera división fue el prólogo de esta maravillosa novela. Una de las mejores plumas del periodismo deportivo español, Santi Segurola, lo describía de forma magnífica en su crónica para Marca (la puedes leer en este blog). Una pieza de colección. El principio de todo. O tal vez no porque, como dice Segurola en su texto, desde que era jugador se sabía que sería un gran entrenador. Normal, tuvo al mejor maestro.