Este próximo sábado el Hamburger SV tiene muchas papeletas para convertirse en nuevo equipo de la segunda división alemana. A lo largo de estas 33 jornadas el cuadro hanseático ha hecho deméritos más que suficientes para dar con sus huesos en una categoría que jamás ha pisado desde que en 1963 se creara la actual Bundesliga. El descenso, caso de producirse, tendría unas consecuencias deportivas más que evidentes, aunque no necesariamente negativas en su totalidad, y por supuesto, unas consecuencias económicas que sí que supondrían un golpe duro para las finanzas de la entidad.
A nivel deportivo, el HSV dispondría de algo tan importante como es el tiempo para poder planificar, de una buena vez, un proyecto sólido de cara al futuro. Es necesario regenerar un equipo que desde hace unos años se ve lastrado por una plantilla tan amplia como sobrepagada, y que en modo alguno ha demostrado estar a las alturas de las circunstancias. Nadie duda de que en su mayoría se trata de buenos jugadores, pero por las circunstancias que sea, una buena parte de ellos se ha acomodado a una ciudad hermosa y agradable para vivir como es Hamburgo, disfrutando del reconocimiento público que otorga el militar en un equipo de élite y de los lujos que posibilitan unos excelentes ingresos económicos.
Esta idílica situación se ha traducido en una galopante falta de ambición en muchos de ellos, lo que a su vez ha ido generando un afán competitivo cada vez menor. Y un conjunto sin ambición y con escaso nivel competitivo, simplemente se deja llevar en la creencia de que los resultados ya llegarán simplemente porque se trata del HSV. Y cuando éstos han comenzado a no ser buenos, a los problemas ya citados se les ha sumado la presión del entorno sobre unos jugadores no habituados a pelear por no descender. De esa forma, el equipo lleva ya unas temporadas con esa especie de virus –léase miedo al fracaso- metido en el cuerpo y que automáticamente contraen los nuevos jugadores que van llegando. Diríamos que hay demasiadas manzanas podridas dentro de la cesta. Incluso que en el grupo actual faltan verdaderos líderes con las condiciones y el carácter necesarios para tirar del carro en los momentos más complicados.
El descenso permitiría regenerar el equipo. Realizar una limpieza amplia y profunda en la plantilla, manteniendo únicamente a aquellas piezas que aseguren un compromiso total con la entidad incluso en segunda división y que, al mismo tiempo, puedan garantizar un buen rendimiento sobre el campo. Y en ese sentido, sobraría más del 60% del actual plantel de jugadores. A partir de ahí, tocaría tirar de scouting y buscar jugadores jóvenes, ambiciosos, con ganas de crecer y que cobren en función de sus méritos. En el equipo filial hay un buen puñados de chicos que, con confianza y minutos de juego, y lejos del dramatismo que supone debutar en la Bundesliga cuando el barco ya va a la deriva, seguro que aportarían muchas cosas (Götz, Gouaida, Mende, Arslan, Jung, Steinmann…). Y por ahí fuera hay un montón de jugadores con talento deseosos de tener la oportunidad de crecer en el HSV si se les ofrece un proyecto ilusionante y ambicioso.
¿Estamos diciendo con esto que sería bueno que el HSV perdiera la categoría el próximo sábado? ¡En modo alguno! Tan solo pensamos que un descenso, si se sabe enfocar como una oportunidad y no como una tragedia deportiva, no sería tan nefasto como cabría pensar. ¿Acaso tiene sentido seguir en la Bundesliga con la misma incertidumbre de los últimos años, sin ilusión alguna ante la falta de objetivos ambiciosos y arrastrando el nombre del HSV -con toda su historia- por los estadios de la élite del fútbol alemán? Yo pienso que no. En la NBA –sin ir más lejos- vemos con frecuencia como hasta los equipos más renombrados pasan por etapas de reconstrucción antes de volver a ser competitivos al más alto nivel. En la vida a veces toca dar un paso atrás para tomar impulso y dar luego dos hacia delante. Seguir siempre en el mismo sitio no tiene sentido. No al menos para un equipo como el HSV…
Repercusiones económicas
Desde el punto de vista financiero, jugar en segunda división ya decíamos al principio de este texto que iba a traer consigo ajustes drásticos. Para empezar, el actual presupuesto de 120 millones de euros se vería reducido a unos 75 millones, entre otras cosas porque, como es lógico, todas las partidas de ingresos se verían recortadas. Así, el HSV pasaría a percibir unos 12 millones de euros por derechos televisivos frente a los 26 que ha percibido, sin ir más lejos, esta última temporada. Igualmente, los 25 millones de euros procedentes de los principales patrocinadores (Emirates, Adidas…) disminuirían en torno a un 40%, quedándose en unos 15 millones de euros. Y a esto habría que añadirle los palcos y asientos VIP que dejarían de venderse, menos ingresos por merchandising o bajar de una media de 52.000 espectadores por partido a otra en torno a los 30-35.000.
Y al bajar los ingresos, aumentaría el riesgo de que la entidad no pudiese hacer frente a sus pagos, por lo que la DFL (Liga de Fútbol Alemán) le exigiría al HSV avalar unos 10 millones de euros para poder recibir la pertinente licencia que le permita competir en la 2. Liga. No es una cifra ni mucho menos insalvable, pero es una cantidad notable que habría que sumar a todo lo que se dejaría de ingresar.
Y si hay menos ingresos, está claro que la partida donde más se va a apretar el cinturón la entidad es en la correspondiente a fichas y salarios. Ya es sabido que Rafa van der Vaart (3,5 mios € por temporada), Marcell Jansen (2 mios €), Ivo Ilicevic (1,9 mios €) y Gojko Kacar (1,5 mios €) no seguirán la próxima temporada. Con Heiko Westermann (2,1 mios €) y Slobodan Rajkovic (1,9 mios €) se negociará a la baja cuando finalice la temporada. Otros candidatos a salir en junio serían: Valon Behrami (3 mios €), René Adler (2,7 mios €), Johan Djourou (1,8 mios €) o Artjoms Rudnevs (1,5 mios €). Por su parte, la cúpula del Club, integrada por Dietmar Beiersdorfer (presidente ejecutivo), Bruno Labbadia (entrenador) y Peter Knäbel (mánager), tiene contrato en vigor y seguiría en sus cargos.
Otra cuestión a plantear en el caso de que el equipo no continuase en la Bundesliga, es la que tiene que ver con Klaus-Michael Kühne. El multimillonario inversor posee el 7,5% de las acciones de la sociedad HSV-Fussball AG, y meses atrás ya invirtió 35 millones de € en la misma para, entre otras cosas, comprar los derechos del nombre del estadio, que a partir de junio volverá a denominarse Volksparkstadion. No parece que Kühne esté dispuesto a realizar nuevos desembolsos en el club de sus amores, y menos aún para jugar en segunda división, aunque con este hombre nunca se sabe.
Y a modo de curiosidad algo estúpida, si quieren verlo así: ¿cambiará el HSV de mascota en caso de descenso de categoría? Recordemos que la misma es un dinosaurio llamado Dino Hermann (en honor al mítico masajista Hermann Rieger, ya fallecido) y que precisamente simboliza que el Club nunca ha bajado de categoría, de ahí que sea un auténtico fósil de la Bundesliga. ¿Significaría la extinción del dinosaurio? Ya veremos.
Y este sería, en cuatro pinceladas, el futuro que le aguardaría al Hamburgo en caso de descenso. No les engaño si les digo que, más allá de todas estas apreciaciones, será duro asimilar el hecho de no jugar la próxima temporada en la Bundesliga. Y que me costará más de una lágrima también. El HSV es desde hace 38 años mi único y verdadero equipo, del que soy socio desde hace 22 años y el ‘culpable’ de que cada año vaya un par de veces a Alemania para verle jugar. Yo siempre digo que “el HSV no me da de comer, pero por el HSV he dejado de comer muchas veces…”. ¿Y saben qué? Este verano le tengo prometido a mi hijo Luka (7 años) llevarle a Hamburgo para que conozca la ciudad y todo lo que rodea al HSV. Y pase lo que pase el sábado, esa promesa es sagrada. Entre otras cosas porque quiero hacerle socio. Es el mejor legado que puedo y quiero dejarle…
Arqueólogo y profesor. Me encanta la Historia, viajar, el Rock & Roll y los amigos. Adoro al HSV (socio 2.279) y nací del Tenisca. Gestiono @HSVsphera
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