Por el fútbol hacemos cosas que no haríamos por nadie más. Por el fútbol nos alejamos de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestra pareja, de nuestro hogar. Pero ¿qué podemos hacer? Si es que estamos locamente enamoradas de él.
Por el fútbol soñamos despiertas. A él le dedicamos gran parte de nuestros pensamientos, dejando que nuestra mente quede atrapada en lo que nos hace sentir cada día, en lo que nos hace vivir.
El fútbol… que tantas lágrimas nos hace derramar, que tantas alegrías nos genera, que tanto nos quita, que tanto nos regala. El fútbol, nuestro gran amor. Porque al fútbol lo amamos, pase lo que pase y pese a todo. Porque en él crecemos. Porque en él nos reconocemos. Porque en él somos.
El fútbol es nuestra forma de vida. Es con quien hemos crecido (y lo seguimos haciendo), madurando y evolucionando en lo profesional y, sobre todo, en lo personal. Con el fútbol aprendemos a vivir.
Pero por este gran amor dejamos mucho atrás, mucho de lado, mucho esperando. Por él nos perdemos momentos importantes. Por él nos alejamos de nuestro hogar, de nuestra familia, de nuestros amigos. Incluso nos pone en la tesitura de tener que escoger entre dos amores. Por el fútbol ponemos tierra y mar de por medio. Ponemos distancia.
La distancia… a lo que muchas personas temen, pero que muchas de nosotras nos sorprendemos abrazándola. Aprendemos a convivir con ella, con sus matices, con sus silencios, con sus oportunidades. La distancia nos brinda la oportunidad de ser con más consciencia, de amar con más generosidad, de conocernos, de aprender a sentirnos y entendernos.
La distancia que nos obliga a amar de lejos, en profundidad y deseando recorrerla para estrecharla. Porque son las ganas las que nos enseñan a querer y amar sin necesidad de presencia. Aunque en la distancia extrañamos, y mucho. Inevitablemente echamos de menos.
Por el fútbol cerramos tantas veces los ojos para viajar hasta el lugar donde están nuestras personas amadas. Un viaje que recorremos en silencio, con ternura, a veces con dolor, también con miedo, otras veces con esperanza, y siempre, siempre, es un viaje que recorremos con nostalgia. Pero es entonces cuando el recuerdo nos traslada a todo lo que nos ha dado el fútbol y a todo lo que nos da día tras día. Y el peso de esa distancia parece desvanecerse en silencio hasta apenas sentirlo. Todo lo que nos quita el fútbol contra todo lo que nos regala. Una vida de ausencia y a la vez plena.
A pesar de todo lo que nos priva el fútbol, también nos brinda de oportunidades. Gracias al fútbol conocemos a personas con las que, probablemente, no coincidiríamos si no fuera por él. Personas que nos marcan, que nos impactan, que nos sorprenden, de las que aprendemos, con las que crecemos, con las que lloramos, con las que reímos, con las que disfrutamos. Personas que dejan su huella en nosotras. Personas que nos acompañarán siempre. Esta es la bendita suerte del fútbol. Este gran amor que determina nuestra vida. Gracias a él aprendemos a hacer de nuevos lugares nuestro hogar, aunque nuestros pensamientos viajen para recorrer la distancia que nos separa de las personas que dejamos a lo lejos esperando por nosotras.
El fútbol… el amor que tanto nos quita y que, a la vez, tanto nos da.
Imagen de cabecera: Getty Images
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