Todos los que amamos el fútbol sala nos sentimos obligados a amar a Ricardinho. Y bendita obligación. El genio portugués es pura magia, un talento innato que nos maravilla encuentro tras encuentro. El propio jugador no deja de repetir que sus trucos, sus regates y sus bailes de salón con la pelota pegada al pie no son más que recursos técnicos, nunca una falta de respeto. Según sus palabras en una entrevista concedida a RadioMARCA hace unos días “lo hago para que la gente se vaya contenta y pueda volver”. Porque Ricardinho ha entendido mejor que nadie que para que un deporte minoritario como este pueda crecer se necesita enganchar al público, hacerles disfrutar.
Y es que el momento darse a conocer, de hacerse un hueco en las noticias deportivas del día, es ahora. Hace varios años el fútbol sala era un deporte más físico donde las posiciones estaban muy definidas: el pívot metía goles y el cierre cortaba el juego. Pero gracias a jugadores como Ricardinho y a entrenadores con nuevas ideas, todo ha cambiado. El juego se ha convertido en algo mucho más técnico. Cualquier gran club tiene las famosas rotaciones como base, independientemente del esquema que utilice. Quien antes se dedicaba a correr por la banda y meter un pase de gol ahora también debe saber cerrarse atrás y defender la portería.
El resultado es un fútbol sala mucho más bonito y atractivo. Y como con todas las cosas bonitas, hay que hacer que se conozcan para que cualquiera pueda disfrutar de ellas. Puesto que las grandes instituciones como la FIFA no se dignan a hacerlo, los jugadores han decidido asumir ese rol con el mejor del mundo como líder. La semana pasada se anunciaban los nominados al premio The Best FIFA Football Awards, donde el fútbol sala volvía a ser ignorado. La reacción del astro del Movistar Inter no se hizo esperar, y un día antes de conocerse los finalistas escribía en Twitter una crítica hacia la máxima entidad del fútbol: “Déjenos crecer, háganos crecer… yo soy futsal”. Una filosofía de vida, un mantra que Ricardinho demuestra partido tras partido, gol tras gol. Sabe de la importancia de hacer cosas imposibles, sabe que meter un gol de rabona en una final, o hacer una de las jugadas del año para decidir la liga es sinónimo de noticias, de repercusión. Son detalles que acaban dando la vuelta al mundo en cuestión de horas, que hacen del fútbol sala algo más grande.
No deja de ser curioso cómo aquel joven que fue rechazado de los campos de hierba por ser demasiado bajito ha acabado siendo el mejor del mundo, y uno de los mejores de la historia, en la pista. El fútbol sala nunca podrá agradecerle lo suficiente todo lo que hace por este espectáculo.
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