Estoy como un niño sin juguetes. El Biggleswade United (chicos, chicas, la academia) no juega un partido desde el 20 de diciembre. Ni se entrena, ni tiene pinta de que la cosa vaya a cambiar a corto plazo, quizá volvamos en abril, quizá no. Mientras tanto, noto una diferencia muy destacada entre este parón y el de la temporada pasada. Primero, el contexto. En abril, la federación, solamente seis días después del inicio del confinamiento y sin una conversación decente con los equipos, decidió que nuestra temporada no solo se cancelaba sino que había que borrarla de nuestra memoria.
Fue una quema total: no se mantendrían ni resultados, ni goles. No sirvieron de nada nuestros esfuerzos para abrir la sede social con todas las condiciones necesarias para que la gente se sintiera segura. Ni los viajes a los partidos. Ni las reuniones para explicar qué se podía y qué no se podía hacer. Ni los recuerdos. Ni el dolor de la derrota ni la alegría de la victoria. Todo a la basura. Tardaron meses en acordar qué hacer con el resto de ligas por encima de la Conference (quinta división), pero a nosotros nos sacaron de en medio en seguida. Vaya con la familia futbolística inglesa.
Empezamos una temporada nueva en septiembre pero podría tener el mismo final, aunque en esta ocasión la federación ha decidido realizar un sondeo con cuatro posibilidades, una de ellas cancelarla de nuevo e iniciar una nueva en algún momento del futuro próximo. El problema de realizar una votación como esta, donde todos los clubs pesan lo mismo, es que tres cuartas partes de cada división querrían empezar de cero porque tras 10 o 12 partidos no les ha ido bien: se premia la mediocridad. Nosotros tenemos al primer equipo de chicos en lo más alto de la clasificación y al de chicas, entre los tres primeros. Pero el sub-23 va último y nuestra postura es igual para todos: sigamos jugando. Ya sé que no es lo más importante y debemos esperar a que se pueda, pero deberíamos ser creativos y premiar a los que lo hacen bien, sigamos luchando desde donde lo dejamos porque al fin y al cabo, los clubes estamos aquí para montar partidos y que los chicos y chicas puedan competir. No les volvamos a quitar esa ilusión.
¿Se me nota el enojo? Es otra señal de que corre un aire diferente al parón de abril. La frustración es evidente y hay también algo de resignación. Cuesta organizar cosas por zoom a diferencia de la primavera, conocemos de casos de futbolistas que han padecido altibajos emocionales, el tiempo no acompaña, tampoco que sea tan complicado hacer ejercicio regularmente. Nos han quitado el fútbol (los encuentros, la preparación, las charlas, los aprendizajes, los errores, los aciertos, la cerveza de después) y nos cuesta ordenarnos. Y ahora que no lo tenemos empiezo a dudar que el fútbol sea la menos importante de las cosas importantes. Me da que es mucho más que eso.
Imagen de cabecera: Matthew Burling