El Atlético marcha con velocidad de crucero. La pareja João Félix-Luis Suárez juega como si llevara ejerciendo junta durante años y no solo un par de meses. Correa sigue dominando con mano de hierro el territorio de la imprevisibilidad a la vez que lidera la tabla de asistentes del campeonato y Marcos Llorente luce como un correcaminos en cualquier posición en la que se desempeñe. El ‘14’ vive un momento de forma en el que haga lo que haga, todo le sale bien, tanto, que quizás España debería pensar en desconvocarle para la selección y llevarle a la próxima gala Eurovisión, que hace mucho ya que no nos llevamos la gala. Héctor Herrera parece recuperado para la causa. Koke ha vuelto a mostrar un nivel que selecciona los partidos como hacía tiempo no lograba, Torreira sale y enamora y Mario Hermoso ya suma más que resta. Pero entre la alegría que desprende un equipo en momentos de bonanza, también hay un lunar que ensucia y emborrona el buen hacer rojiblanco.
Vitolo ha vuelto a caer lesionado. Es, junto a Costa, Lemar y Trippier, quizás lo que más preocupa en una plantilla en la que todos van a tener que ser importantes en algún momento de la temporada por las condiciones dadas. Un año exprés, con muchos partidos por semana, sin descanso, con preparación corta. Y si bien todos han tenido sus momentos de lucidez en alguna que otra fase de su estancia en el Metropolitano, Vitolo, más allá de un par de partidos puntuales donde goles suyos dieron sendas victorias, nunca ha levantado cabeza desde que llegara hace ya tres temporadas. Se trata de la 12ª lesión que sufre el canario desde que pertenece al Atlético, con el que firmó en verano de 2017 pero al que llegó en enero de 2018. Porque su fichaje siempre pareció gafado, sellándose en un momento en el que el Atlético no podía inscribir jugadores por la sanción FIFA que le obligó a ir durante unos meses a Las Palmas, donde su calvario comenzó y hoy, tres años después, no ha terminado.
Todas o casi todas de índole muscular, Vitolo nunca ha podido tener continuidad porque rara ha sido la ocasión en la que ha podido encadenar dos titularidades seguidas sin resentirse. Es el suyo uno de los fichajes más caros de la entidad y que no ha tenido retorno alguno, y su permanencia en la plantilla los últimos dos mercados atiende a que simplemente no ha llegado nadie con interés de hacerse con sus servicios. O si eso ha sucedido, ha salido espantado por el alto salario que se mete temporada tras temporada en el zurrón.
Y con Vitolo, Simeone ha intentado de todo. Por derecha, por izquierda, de mediapunta… Incluso dándole minutos en la creación cuando Koke ha estado lesionado o ha necesitado descanso. Pero por h o por b, el canario sigue sin cuajar dos partidos seguidos y, aunque realmente no se ha perdido demasiados duelos por lesión (24 en dos años y medio, mucho menos de los que podría parecer), sí que anda siempre entre algodones, quedándose fuera del trabajo semanal de preparación y entrando en la lista a última hora por los pelos. La situación le debería traer de cabeza a él más que a nadie, toda vez que hace unos días vio con tristeza que nada más saltar al césped de Moscú tenía que ser sustituido por molestias.
Los rumores sobre su profesionalidad siempre han estado en el tintero, alimentados incluso por el propio Simeone, que llegó a afirmar más de un año después de su llegada que el canario estaba empezando a mostrar compromiso en los entrenamientos y a entender cómo funcionaba el grupo. Parece que siempre ha ido a contracorriente de los ideales de un cuerpo técnico que peleó durante años por su fichaje pero que cuando al fin lo consiguió se encontró con algo distinto a lo que habían idealizado.
A solo un par de decenas de partidos de convertirse en leyenda del Atlético de Madrid (por aquella política de poner placas a quien supere los 100 partidos), Vitolo, que lleva años sin pisar la selección española cuando parecía que iba a ser un habitual durante años, tiene ante sí la última gran oportunidad de subirse a un tren que no para. En el año donde el fondo de armario va a ser más importante, donde los cinco cambios por partido son casi obligatorios, en su mano está trabajar en la parte futbolística y poner todo de su parte para evitar seguir con el drama de las lesiones.