Liverpool es una ciudad que hay que visitar y si te gusta el fútbol aun más. Aunque tiene más cosas, sobre todo, orgullo. Orgullo scouser como allí dirían. El scouse es el acento que suele poner la gente de la urbe que no tiene ganas de ser igual que el resto de ingleses porque quieren tener su propia identidad. Y tienen su precioso río: el Mersey. De allí, hace ya unos siglos, zarpaban toda clase de barcos a los lugares más importantes del mundo. Eran poderosos. Pero también la tradición por estar en el mar costó muchos disgustos a los habitantes. Uno de los más graves fue el Lusitania, en 1915, cuando un submarino alemán atacó sin piedad a la embarcación. Actualmente, cuando entras al museo marítimo aun se puede notar la gran tristeza de aquel triste día, inmortalizado en todo tipo de recuerdos.
Liverpool es rock. Los Beatles marcaron un antes y un después allí. Practicaron durante horas en el Cavern Club y acabaron yendo a Estados Unidos, siendo el primer grupo de música por el que unas fans mataban por tocarlos. En su antiguo club los fines de semana la gente se sigue reuniendo para, con unas cuantas pintas encima, pasárselo muy bien. Y honrar, también, a cuando Liverpool era la referencia musical.
Liverpool es fútbol. Pero no son dos equipos. Son tres: el Liverpool, el Everton y el Tranmere. El Rovers es el club de Wirrall, la península separada de la ciudad por el río. Ha tenido mejores épocas, desde luego, ya que ahora están luchando por volver a ser profesionales. Deben mirar, con cierta envidia, a la rivalidad entre toffees y reds. Aquella que recuerda que en los 80 eran potencias europeas y que los primeros eran una referencia con el eterno Howard Kendall a la cabeza. Pero el hooliganismo de los fans rivales les privó de pelear con los más grandes. En Goodison les encantaría tener una de las cinco orejonas que tienen los de Anfield y, sin duda, no estuvieron lejos de competirla.
Liverpool, como ya he comentado antes, es orgullo. Tiene tanto, que hay que nombrarlo en exceso. Y esta, es una semana de derbi. Cuando ambos conjuntos se enfrentan, es difícil hablar con algún aficionado ya que hay algo mucho más importante que los tres puntos, aquella palabra que sobra en exceso en este texto. Y eso, quien pierde, no lo puede arreglar hasta el siguiente enfrentamiento.