Para el verano de 1998, Argentina disputaba el Mundial de Francia dirigida por Daniel Passarella y Vélez Sarsfield era reciente campeón del Torneo Clausura, a las órdenes de Marcelo Bielsa.
Con esta conquista, Bielsa creyó cerrado el círculo en su país, donde empezó ganando con Newell´s Old Boys y acabó de igual forma con el club bonaerense. En medio, un paso menos exitoso por México dirigiendo a Atlas y América, que sirvió como acumulación de experiencias. Con 43 años y en la cima local, el técnico consideró el momento de apostar por el Viejo Continente, viendo en la Liga un lugar óptimo para expandir su atrevida visión de fútbol.
En España, el RCD Espanyol acabó décimo y con muy buena crítica la temporada 97/98, tanta que José Antonio Camacho pasó a dirigir al Real Madrid. Perdido Camacho, Daniel Sánchez Llibre necesitaba un movimiento acertado para mantener las aspiraciones del club al alza. Y optó por un campeón que, además, se trataba de un técnico con ideas frescas y menos especulativas que su antecesor. Una apuesta atractiva basada más en el la fina aplicación de conocimientos estratégicos que en la implicación pasional.
El 8 de junio, Bielsa aceptó la propuesta españolista. Pese al convencimiento inicial, el viaje lo hizo con un ojo aún en su país natal, ya que creía probable que en un futuro próximo la Albiceleste necesitase un nuevo seleccionador, y serlo era su verdadera ilusión. El Loco era el vigente ganador doméstico, lo que, pese a la influencia de otros nombres ilustres en la Federación Argentina, le daba posibilidades. Por ello, en el contrato firmado con el club periquito, además de extenderse por un solo año, se reflejó una cláusula que le permitía quedar libre en momento y hora que recibiese una llamada del combinado nacional. Y así fue.
Un mes después, Argentina quedó eliminada en los cuartos de final de Francia ´98 a manos de Holanda. El rácano estilo bilardista exhibido por Passarella fue vituperado y Marcelo Bielsa acertó en sus presagios y recibió la esperada visita. Pekerman, por aquel entonces encargado de la Sub-21 argentina, que se encontraba en España, se reunió con él un 15 de agosto y mostró las intenciones de la AFA, ofreciéndole el puesto.
Desafortunadamente para la entidad catalana, el hecho se produjo a una semana de empezar la temporada, con todo listo para arrancar. Además, pese a los errantes resultados las sensaciones eran buenas, la pretemporada trajo una nueva manera de sentir el juego a Montjuic y el grupo había alcanzado la final de la Copa Intertoto, aunque finalmente cayese contra el Valencia. En ese momento, Bielsa comunicó tal extremo al presidente, esperando una solución pronta y amistosa. Pero la cosa no fue tan sencilla.
Tras la noticia, Sánchez Llibre pensó que el equipo había sido reforzado con peticiones concretas del técnico y observó que el proyecto levantaba grandes expectativas en los aficionados, por lo que, pese a la voluntad de Bielsa de finiquitarlo con responsabilidad, Llibre pretendió negociarlo, argumentando que la situación contractual no concretaba la posibilidad de romper el compromiso sin más.
Finalmente, la AFA aceptó que el técnico se incorporase sin inmediatez y después de mucho tira y afloja y cruces de declaraciones, las partes llegaron a un acuerdo tolerante: Bielsa se quedaría hasta que encontraran un sustituto idóneo, siendo la fecha límite el 24 de diciembre.
Una planificación casi propia
A su llegada, el Espanyol ya se había desprendido de tres jugadores básicos la campaña pasada. Los laterales Torres Mestre y Cobos, así como el delantero Ouedec habían partido hacia la liga francesa. Las contrataciones del atacante Javari, antes en el Montpellier y del pivote Iván Helguera, propiedad de la Roma, estaban igualmente cerradas. Bielsa no contó con el francés y a punto estuvo de hacer lo mismo con Helguera, pero el rendimiento de este le convenció. «Es más práctico que Galca» diría de él su entrenador. Iván acabaría por hacerse con un puesto como titular, aunque curiosamente en el centro de la defensa, relegando al eterno Nando a la suplencia desde que lo sustituyese en el partido de pretemporada contra la Juventus que se acabó ganando.
Como tantos técnicos foráneos en su primera experiencia lejana, Bielsa decidió llevar consigo a futbolistas conocidos que le habían dado rendimiento en sus equipos pasados. Del Vélez campeón se tantearon cuatro hombres, quedando finalmente descartados Hussain y Cardozo y llegando a Barcelona Martín Posse, un hábil delantero que había adquirido categoría de héroe con su gol en el partido decisivo del Clausura y, en calidad de cedido, el acompañante de Pellegrino en la defensa, Federico Domínguez. Con la hipotética pareja titular formada por Domínguez y Pochettino, a quien también tuvo en su Newell´s victorioso en 1990 y 1992, Bielsa quedaba conforme con una de las líneas más exigidas de su esquema.
Por último, analizando el material disponible, el míster creyó necesario un volante trabajador que cubriese el terreno que Galca o un joven Sergio dejasen a su alrededor, por lo que pidió al mundialista Germán Villa, a quien él mismo otorgase la titularidad en el Atlas mejicano en el curso 95/96. Villa, de 25 años, llegó también cedido y apuntaló la medular.
Al final, con el de Nan Ribera desde el Figueres de 2ªB, fueron cinco fichajes de una media de 23 años. Juventud y experiencia a un tiempo era lo que necesitaba Bielsa para aplicar sus conceptos.
Con esas altas y los descartes del central Milosevic y el delantero Javi, el técnico cerró una plantilla que contaba con tres mundialistas: Galca, Villa y Benítez, y en la que canteranos como De Lucas, Capdevila o Morales, dirigidos por Paco Flores, llamaban con fuerza, ya que la buena Intertoto disputada había sido obra principal de ellos.
Lo que el Loco dejó en esos meses
Ya no había espacio para el repliegue y la duda. La búsqueda de velocidad para llegar al gol sería la máxima. La iniciativa. El 4-4-2 clásico de Camacho dio paso a un asimétrico 3-3-3-1, que priorizaba las búsqueda de múltiples líneas de pase y la presión constante sobre el ataque pausado y el cierre de filas. El contragolpe solo era una posibilidad más, pero Bielsa pretendía dominar los encuentros y hacer transitar el balón con los menos toques posibles y una movilidad incesante de los jugadores encargados de ello. El arriesgado dibujo dependía muchísimo de la correcta implicación de los alineados.
El Loco era y es un apasionado del aspecto táctico, de la presión hombre a hombre. Sus ideas no siempre fueron fácilmente asimiladas por los jugadores, pero como persona lúcida y estudiosa del fútbol, nunca dudó de que el plan que pretendía llevar a cabo era el más eficaz para alcanzar el objetivo. Y a base de psicología y método, acababa por transmitirlo. Como declararía Posse sobre su etapa en Vélez: «Nos llevó un campeonato entero saber lo que quería y convencernos de que eso era provechoso para el equipo».
Bielsa exigía en 1998 lo mismo que llevaba demandando desde el inicio de la década y que pide a día de hoy. Se trata de un juego intenso, tan veloz que a veces parece perder la consciencia y volverse mecánico hasta el límite de la precipitación. Un ritmo que asfixia al oponente e intentan percutirle por las bandas, con hombres bien abiertos a pierna buena. Sus futbolistas se despliegan por el campo de cal a cal y el esférico tiene que subir tantas veces por un costado como por el opuesto. Y el delantero centro, junto al llegador, tienen que procurárselas para marcar los balones servidos desde la lateral. Así lo hizo en Espanyol y meses después en Argentina, a la que clasificó de manera sobresaliente para el Mundial de Corea y Japón 2002 y, tras el fiasco en el mismo, acabó por posicionarla subcampeona de la Copa América 2004 y campeona de los Juegos Olímpicos de Atenas ese mismo año.
La experiencia catalana de Marcelo Bielsa se alargó hasta la sexta jornada liguera, y su alineación de confianza sería la siguiente:
Toni/ Cristóbal-Pochettino-Helguera/ Villa-Galca-Pacheta/ Posse-Benítez-Quique Martín/ Esnáider
La veteranía de Brnovic y Arteaga, dos centrocampistas imprescindibles años atrás, quedó al margen. El sistema solo tenía cabida para futbolistas que rozaran la treintena en la defensa, siendo así que los ex integrantes del Dream Team Cristobal y Nando y el polifacético Pacheta fueron los únicos «veteranos» que dispusieron de minutos con el argentino. Sin contarlos a ellos, el once tenía una media de 25 años.
Pacheta era el jugador más atípico del sistema, una pieza tan extraña como clave. En estático partía desde el lateral izquierdo para incorporarse inmediatamente al centro del campo y dar inicio a la jugada junto a Galca. Su participación ofensiva no acababa ahí, sino que su ir y venir era continuo, aprovechando su exquisita técnica y su mejor lectura táctica para hacerlo a veces por dentro y otras por el exterior. Pese a ello, el sistema era dañado por su costado, dado que el modelo exigía demasiado físico y los repliegues defensivos no conseguían ajustarse cada jugada. La heterodoxia posicional del mecanismo se reflejaba en esa zona más que en cualquier otra, y los entrenadores rivales no tardaron en percatarse de ello.
La línea de tres atrasada era fija. Cristóbal mantenía la posición en el carril derecho, dejando el ataque a Villa delante de él y principalmente a Martín Posse, el mediapunta más eléctrico. El paraguayo Benítez se movía por el centro, entre líneas y detrás del nueve, pero no siendo un enganche al uso, un diez, sino más bien un apoyo en la presión y una pieza de incorporación continua al área. En ocasiones, Federico Domínguez entraba para armar una retaguardia de cuatro efectivos, sustituyendo a Galca o al propio Pacheta y prescindiéndose así del interior izquierdo.
Pese a que el estreno fue exitoso, derrotándose por dos goles a uno al Tenerife en casa, la suerte fue esquiva en varios partidos y el balance final dio negativo. Contra el Atlético, en la fecha tercera, el conjunto blanquiazul dio un recital ofensivo, pero las ocasiones falladas no permitieron que se pasase del 1-1. La siguiente fue aún peor, el equipo volvió a dominar, esta vez en Riazor, pero la expulsión de Villa a media hora del final imposibilitó el gol, y el Depor acabó marcando en el 82´ para llevarse el encuentro.
Tres derrotas, contra Mallorca, Deportivo y Valladolid, y dos empates contra Atlético de Madrid y Villarreal, acabaron en un prematuro cese. Sánchez Llibre, que pese al acuerdo final seguía descontento con Bielsa, aprovechó la caída contra el Valladolid en Zorrilla por 2-1 para despedir al entrenador tras la sexta jornada, un 13 de octubre.
El equipo fue dado a otro argentino, Miguel Ángel Brindisi. Con él todo volvió a normalizarse, adoptando un tradicional 4-3-3, transformándose en uno más, y consiguiendo acabar la Liga en una exitosa séptima posición.
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