Jordan Henderson llegó al Liverpool en el verano de 2011 creando, quizás, unas expectativas excesivas para un jugador que realmente había dado muestras de un gran potencial en muy contadas ocasiones. La cifra de su traspaso no le ayudó en absoluto, ya que Kenny Daglish lo fichó por unos 18 millones de euros. En su primera temporada (o temporadas) en el Liverpool su rol no quedó en ningún momento determinado. Brendan lo desplazaba del mediocentro a la banda y de la banda a la mediapunta como si realmente su polivalencia fuese suficiente para rendir a buen nivel en tantas posiciones. En ese período, Jordan parecía un jugador destinado a pasar sin pena ni gloria por el césped de Anfield. No aportaba nada especial ni por su calidad, ni por su llegada, ni por ninguna cualidad por la que hacerse hueco en un club, que a pesar de no estar pasando su mejor momento deportivo, seguía, y seguirá, siendo un club enorme (porque eso se mide por otros criterios).
En el verano de 2013, tras dos discretas temporadas en el club red, su marcha de la entidad parecía un hecho, ya que se le pretendía incluir en un traspaso por el que el Liverpool adquiriría los servicios de Clint Dempsey. Por una cosa o por otra esto no sucedió y llego la temporada 2013/2014. Sí, aquella del resbalón de Gerrard, aquella de los 31 goles de Suárez, de Sturridge, de Sterling… y de Jordan Henderson. Porque Jordan, sin hacer mucho ruido, realizó un trabajo excepcional durante todo el curso acompañando a Stevie y siendo su escudero. Porque Steven era el que brillaba, era el que tiraba del equipo, era el que salía en las portadas, pero Jordan siempre estaba ahí, aportando ese trabajo que no se ve pero que tanto importa.
La temporada terminó, Suárez se marchó y la siguiente, la 14/15 fue una de esas temporadas denominadas de transición, en la que el club vagó durante todo el curso sin una idea clara, sin un fin en sí mismo y que solo se recordará por ser la última temporada de Steven Gerrard. Esta, y muchas otras cosas, llevaron al club a echar a un entrenador que casi logra traer el título de liga a un club que lo añora desde hace ya muchos, demasiados años.
Henderson y Jurgen Klopp | Alex Livesey/Getty Images
Pero el que esperaba al otro lado no era alguien cualquiera, era Jürgen Klopp, un entrenador con carisma, con palmarés, y sobre todo, y como él mismo dijo, con la idea de transformar a seguidores en creyentes. Llego Jürgen, en una temporada en la que ya no estaba Steven Gerrard y en la que la cabeza visible del equipo en el césped no estaba clara. Y ahí apareció Jordan Henderson. Hay que reconocer que Jordan no es Steven, pero ¿quién puede compararse con un jugador que ha sido durante una década la reencarnación de una ciudad entera? Y algo más difícil, coger su testigo. Ahí apareció Jordan. Hay que reconocer que Brendan ya dio a Jordan la capitanía en verano, pero una cosa es tener el brazalete de capitán y otra, muy distinta, es ser capitán.
Y Jordan, con Jürgen, pasó de lo primero a lo segundo. Pasó a ser un jugador pasional, combativo y visceral. Pasó a ser el primero en la línea de batalla, el primero en defender a un compañero, y es que el brazalete que tiene en su brazo así lo exigía. Bajo un planteamiento muy Dortmund de Jürgen Klopp con ese 4-2-3-1 tan definido del alemán, Jordan ocupaba un puesto en el doble pivote similar a lo que realizaba en esa magnifica temporada 13/14, con la única diferencia de que ahora sí que era el quien debía mandar en esa pareja.
Pero Jürgen buscó otro giro de tuerca en el rol de este jugador en el equipo, decidió en el verano de 2016 cambiar la posición del jugador. Decidió hacer un equipo ultraofensivo (o eso fue en el primer tramo de temporada) en el que solo hubiese un mediocentro puro, un mediocentro posicional que fuese el ancla y el iniciador de las jugadas del equipo, Jordan Henderson. El inicio de la temporada dio la razón a Klopp y los resultados del equipo así lo demuestran. Fue comandante, capitán y todo cargo que se os ocurra, pero sobre todo, fue el alma de un equipo que era un torbellino absoluto. Una serie de lesiones le han privado de toda la continuidad que debería tener un jugador que es pieza fundamental de su equipo. Pero parece que ya está de vuelta para el momento más importante de la temporada. Y es que Klopp y el equipo lo necesitan más que nunca.