Tuvo que ser en Noruega donde nunca se había jugado una final europea, donde Sevilla y Real Madrid se dieran cita para disputarse la Supercopa de Europa. Equipos que fueron grandes meses atrás y hasta el día de hoy han visto como sus rostros han cambiado con el paso del verano. Del lado sevillano, ni Emery, ni Gameiro ni Banega habían decidido permanecer. Todo lo contrario, una revolución bajo el calor. Con la llegada de Sampaoli, un sinfín de jugadores nacidos en Sudamérica han desembarcado en tierras sevillanas. En el bando madridista, ninguna llegada había ilusionado lo suficientemente para generar una mínima expectación. No llegó De Gea ni Pogba ni tampoco lo hicieron a tiempo ni Ronaldo ni Bale para disputar la final.
Comenzó la final con 7 españoles en el once del Madrid y 3 en el Sevilla. Mucho tiempo había pasado desde que el Madrid copara de tantos españoles su once inicial. Partido muy táctico en el primer tiempo, donde uno y otro se respetaron, salvo los poco errores que cometieron una y otra defensa. El Madrid golpeó primero cuando Asensio recibió cerca de la frontal, se orientó y anotó su primer gol con la camiseta blanca. Un misil a la derecha de Sergio Rico, imparable para cualquiera. Nada pudo hacer el meta sevillano más que ser un mero espectador más al servicio de la calidad del jugador que se ha ganado la confianza de Zidane. No duró mucho la alegría de los blancos. El Mudo habló y silenció a los blancos. Golpeó tras previo toque de Vitolo abajo y raso a lo que Casilla nada pudo hacer. Fue ligeramente superior el Madrid con balón pero no lo suficiente para irse por delante en el marcador. El Sevilla no se rendía y cogía mucho aire para la segunda mitad.
En la segunda mitad más de lo mismo hasta la acción que decantaría gran parte del encuentro. Sergio Ramos falló en su área y derribó a Vitolo. Konoplyanka que había entrado por Vietto, sería el encargado de desigualar el marcador en favor de los hispalenses. A la derecha de Casilla, como los 14 intentos atrás que fueron gol. El lado maldito del portero y la vía de escape para el lanzador. Desde aquella acción, el Sevilla se creció. Había conseguido lo más difícil, no rendirse y remontar en el marcador. Además, controló la situación y no se puso nervioso con el balón lo que al Madrid tampoco pareció molestarle demasiado. Entraron James, Modric y Benzema con la intención de hacer mejorar el juego de los blancos. No hubo respuesta sobre el campo. Desde el 2-1 hasta casi el final, inoperantes tanta en una como otra área. Sólo que el reloj corría y el Sevilla dormía con el balón igual de cómodo que sobre el colchón.
Marcaba el reloj el minuto 92, y casi sin quererlo llegó la hora. Su momento, cuando sale de su hábitat y avisa a su alrededor. La hora del cuco maldito, el momento de Sergio Ramos. Ese instante de sanar errores y solucionar el entramado. De que todo aquel que vista de blanco, rinda pleitesía al número cuatro. A centro de Lucas se abrió el camino, ahí estaba el de Camas, solo y bajo una aurora, listo para enviar el balón al fondo de la portería y salvar al Madrid de las peores de sus pesadillas. Lisboa, Marrakech, Milán y Trondheim. La historia del Real bajo la cabeza del cuatro. El cuco maldito y su cuerda siempre avisan cuando más lo necesita. Avanza, avisa y salva vidas.
Con esta acción llegó el partido a la prórroga. Poco tiempo hasta que Kolo acabará expulsado tras derribar a Lucas en una internada por la derecha. Mucho cambió de lo visto en la segunda mitad, desde aquí al final. El Madrid en superioridad, buscaría solucionar el partido por la vía rápida y no tener que decidirlo en la lotería de los penalties. Sergio Rico y Nico Pareja quien había realizado un partido espectacular salvaguardaron los muebles de un Sevilla herido de guerra pero con demasiadas vidas.
Casi al final, cuando el Sevilla ya pensaba en la lotería y donde se igualaba la contienda, Carvajal demostró la esencia. La de la cantera, la que te enseñan en Valdebebas y la que hace grande la camiseta del Madrid. El equipo que para morir necesita dos golpes, se levantó del primero y atestó el segundo a su rival. Fue Carvajal a lo Cafú desde el franco derecho hasta el sector central, in crescendo, aumentado la velocidad y sin casi oposición rival. Una vez llegado al área, se perfiló y con el exterior batió a Sergio Rico.
En los minutos donde las puertas se cierran y las defensas se protegen, el Madrid despega, carga vidas y pisa fuerte hacia adelante. Cuando tiemblan las piernas, busca hacer sangre. Y hoy en Trondheim, el cuco maldito en su papel y la esencia que se le concibió a este equipo al nacer, dieron un título que pareció no importar cuando se iba por detrás en el marcador pero que suma uno más para las vitrinas del Real. Para matar al Madrid hace falta verles llorar.
@PipeOlcina17 | 1995. Periodismo. Peor sería tener que trabajar, que decía en un cartel de la redacción del Times.
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