«¿Qué responsabilidad tienen los deportistas? Por supuesto que no es una cuestión solo de ellos; creo que todas las personas necesitan levantarse y hacerse oír. Pero está claro que los deportistas tienen mayor alcance, sobre todo ahora, con las redes sociales, donde tanta gente nos sigue. Tenemos medios para hablar, estas plataformas, donde nos prestan atención a cada cosa que decimos. Existe esa influencia. La cuestión es si queremos usarla o no. Todo el mundo lo utiliza por diferentes motivos. Pero en un momento como este, hay que dejar a un lado el ser políticamente correcto y no pensar en si un patrocinador o alguien de una empresa a la que representas te va a llamar la atención por ello. Si eres un ser humano, lo haces, porque esto afecta a todo el mundo. Seas el dueño de una gran empresa, un cartero, o una persona sin hogar, esto te afecta. Y si piensas que vas a perder un patrocinio o respaldo, procede preguntarte con qué clase de personas estás haciendo negocios. ¿Dónde está su moral?» Con estas palabras explicaba Carmelo Anthony el mensaje que lanzó en su cuenta personal de Instagram el 8 de julio de 2016, en el que cual manifestaba la necesidad de hacer algo al respecto de lo que ocurre en su país, donde crece el odio y la intolerancia.
No son buenos tiempos en Estados Unidos. La discriminación racial está en auge y la violencia policial no cesa. Algunos salen a la calle a alzar la voz, a protestar, a exigir dignidad, respeto. Y hoy existe, por fin, compromiso por parte de personajes mediáticos. En el mundo del baloncesto es algo que había quedado atrás. Ni siquiera el mismísimo Michael Jordan se salía de tono porque, según sus propias palabras, allá por los 90, «los republicanos también compran zapatillas». El temor a entrar en política, a mojarse, era mayor que el ánimo de justicia, que el compromiso. Por fortuna las cosas han cambiado. Uno de los que más han luchado porque esto ocurriera es Melo.
Carmelo Anthony nació en Brooklyn. Su padre, Iriarte murió por cáncer de hígado cuando él tenía solamente 2 años. Iriarte, puertorriqueño de nacimiento, fue miembro de los ‘Young Lords’, banda de Nueva York que luchaba contra las desigualdades, llegando a, por ejemplo, asaltar un hospital para entregar el equipo y medicamentos a los más necesitados de los barrios olvidados. Nunca lo conoció, pero Carmelo ha indagado en la figura de su progenitor y leído acerca de su activismo, hasta convertirse en referente. Un tatuaje en la muñeca del alero de los Knicks marca a fuego su influencia.
Pasados 6 años desde la pérdida de su pareja, María, la madre de Carmelo, decidió trasladarse con sus 4 hijos a West Baltimore, a un barrio conocido como ‘La Farmacia’, debido a la alta disponibilidad de drogas en sus calles. El complejo de viviendas donde se alojarían es conocido como las ‘Murder Homes’. Imaginad. ¿Recordáis la serie ‘The Wire’? Pues se trata del mismo escenario.
Lo normal en ese entorno es acabar mal. Los tiroteos son habituales y la violencia el pan de cada día. Los chavales acuden a las esquinas a trapichear desde muy jóvenes; el contacto con el mundo del narcotráfico como algo natural. Carmelo encontró en el baloncesto su vía de escape. Su primer aro, una vieja caja de madera colocada en la fachada de un edificio abandonado. Una pasión y un camino, la pelota naranja.
Ya en la St. Frances Academy coincidió con su primo Tavares Graham, a quien admiraba por su juego y le atribuyó la imagen de hermano mayor, y conoció a una figura importante en su vida: el entrenador Eric Skeeters, al que llamaría siempre su ‘padrino’. Avanzada la secundaria, Tavares empezó a juntarse con la gente equivocada y se introdujo en el mundo de la venta de drogas. Faltaba a la escuela y eran constantes sus enfrentamientos con la policía. El joven Carmelo llegó a ser testigo en más de una ocasión de los golpes que los agentes propinaban a su primo y los amigos de este. ¿Qué se puede esperar de un niño que presencia imágenes como aquella? Cada vez que las sirenas de la policía sonaban, Anthony, como otros tantos, huía sin motivo; solo porque estaba convencido de que esos que llevaban placa eran sus enemigos. No pertenecían al vecindario, se trataba de hombres que iban en contra de los suyos, aquellos que conocía.
Dos momentos marcarían al joven Melo de por vida. Uno, a los 14 años de edad, cuando fue atracado a punta de pistola mientras regresaba a su casa desde la escuela. El otro, ya con 15; un disparo por la espalda se llevaría a su primo para siempre. Tavares, ese hermano mayor, esa espejo en el que mirarse. Carmelo entonces se refugió en Skeeters. Y cuando este le dijo que debía tomar una determinación sobre qué quería hacer con su vida, la respuesta del muchacho fue: «No puedo ser como Tavares. No puedo ser así». Un buen chico en un barrio difícil y la disyuntiva entre el bien y el mal siempre presente. Abrir los ojos cuando un allegado los cierra eternamente. Y Carmelo tomó la decisión: prometió a su madre y a Skeeters que iba a alejarse de la vida de la calle y las pandillas.
«El baloncesto salvó la vida de Carmelo». Mike Daniel, entrenador de Carmelo en el Towson Catholic High School, instituto al que Anthony asistiría hasta su último año, así lo afirma. «Siempre estaba entrenando, tratando de mejorar, por lo que no tenía tiempo para estar en la calle, a pesar de que todo estaba presente desde que salía de la puerta de su casa. Lo veía todos los días. Pero él prefería entrenar».
La siguiente estación lo llevaría a Syracuse, universidad a la que en su primer año llevaría al título NCAA. Uno de sus ex entrenadores asegura que la clave es que su vida estuviese ordenada. Necesitaba que fuera de la pista todo fuese bien para que no le afectase sobre la misma. Su madurez, impropia de un chaval de su edad, le hacía sin quererlo un líder natural. Y luego, la NBA. Pero antes, todo lo relatado anteriormente. El punto de partida para el Anthony comprometido.
La historia de Carmelo con el activismo social no comenzó con buen pie. En 2004 apareció en un vídeo donde se amenazaba con violencia a cualquier persona que ayudara a la policía a desarrollar su trabajo, puesto que para él no eran de fiar. El terror vivido en su barrio respaldaba su postura. Más tarde, admitiría que su participación había sido un error, y que no es con violencia como deben arreglarse las cosas. Varió su estrategia, sin dejar de manifestar su parecer y sin que cesara su actividad.
En los últimos tiempos se le ha visto asomar cada vez que una injusticia tomaba cuerpo. En abril de 2015, por ejemplo, participó en la marcha de protesta por la muerte de Freddie Gray, quien falleció después de sufrir una lesión de columna mientras era custodiado por la policía. Y recientemente, a principios de julio de 2016, la noticia de los asesinatos de 5 agentes por parte de Miqueas Xavier Johnson, en un mitin pacífico en Dallas en los que se reprochaban los homicidios de la policía de Sterling (Luisiana) y Castilla (Minnesota), desembocó en una idea que materializaría apenas una semana después. La noche del 13 de julio se celebraban los premios ESPYS, entregados por la cadena ESPN. Habló con los ejecutivos de la cadena, explicándoles que quería pronunciar un discurso, y llamó a sus amigos LeBron James, Dwyane Wade y Chris Paul para que participasen en el mismo. «No podemos ignorar la realidad de la situación actual de los Estados Unidos. Los acontecimientos de la última semana han puesto de relieve la injusticia, la desconfianza y la ira que inundan a tantos de nosotros. El sistema está roto. Los problemas no son nuevos. La violencia no es nueva. Y la discriminación racial definitivamente no es nueva. Existe la urgencia de cambio, ya que esto parece estar en el punto álgido».
Semanas después, marcharía a Río de Janeiro con la selección nacional para la disputa de los Juegos Olímpicos. El 15 de agosto, en un acto improvisado, Carmelo se dirigió a Santa Marta, uno de los barrios más pobres de la ciudad. 8.000 personas que viven en una colina que recuerda a las películas ‘Ciudad de Dios’ o ‘Tropa de Élite’. Sin casi presencia policial, sin guardaespaldas, y mientras los habitantes fumaban hierba o los camellos movían su material, paseó hasta llegar a una cancha de baloncesto y se puso a lanzar con los vecinos. Pronto los lugareños lo reconocieron, como el jugador de la NBA, y como uno más de los suyos. «Crecí en mi propia favela en Baltimore. Sé lo que se siente en esta lucha, y quiero que la gente sea consciente de que hay pobreza real aquí. Solo quise acercarme para que estas personas sepan que no están solas». Un sabio dijo una vez que el mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión. Los compañeros de Anthony tomaron nota: «Carmelo nos enseñó a todos lo que significa utilizar tu posición para influir en el mundo. Él nos enseñó que tenemos que defender lo que creemos y que los deportistas debemos involucrarnos en los problemas sociales que nos afectan. Creo que hay que tener en cuenta el impacto que ha tenido en Carmelo también en atletas de otros deportes», pronunció Kyrie Irving. “El mundo está lleno de problemas, y Carmelo se dijo que debía hacer algo. Mostró a otros atletas que es bueno ser visibles y es bueno para expresar sus puntos de vista”. Manifiesta Jerry Colangelo.
«Cada vez que ocurre alguna tragedia, la gente se apresura a compartir sus opiniones en Twitter o Instagram. Yo he decidido no publicar hasta no tener toda la información. Y una vez obtenida, decir algo diferente que el resto. Elegí hablar, sin hashtags, con el corazón acerca de lo que está pasando. Elegí pedir a mis compañeros salir a ejercer presión sobre los responsables para que esto deje de suceder. No sé qué viene después. No tengo la respuesta. Pero lo que sí está en mi mano es traer conciencia, mantener viva la discusión sobre estos hechos. No podemos continuar con esta rueda de tragedias. ¿Cómo hacer el cambio? Si todo el mundo se centra en su propia comunidad, haremos progresos. No es posible resolver todos los problemas al mismo tiempo. Debemos empezar por nosotros. Hacernos fuertes. Y luego, que exista respeto mutuo. Entre personas. Entre los agentes de policía y la gente de las calles. A los deportistas, a la gente conocida, nos toca ser ejemplo. En los últimos años el miedo a que hablen mal de ti por hablar de política creció. Pero esto va más allá de la política. No es política tomar partido y manifestar lo que uno cree. Los equipos y el sistema nos incita a mantenernos al margen de la política, de la religión, de esta cosa o de aquella otra. Pero en determinados momentos tienes que apartar todo eso para ser simplemente un ser humano. Y ese momento es ahora. Todos somos iguales, todos nosotros. No importa dónde estés en el mundo. Todos queremos las mismas cosas. Todos queremos llevarnos bien y vivir en paz». Palabra de Carmelo.
Un famoso cantante de rap de principios de los 90, seguramente el más grande de todos los tiempos, afirmó una vez: «no soy yo quien va a cambiar el mundo, pero encenderé la llama en el cerebro de quien sí va a hacerlo». Puede que Carmelo esté encendiendo la conciencia de sus compañeros, de jugadores de baloncesto y deportistas en general. Cada vez son más comunes los gestos de desacuerdo con lo que se vive en este mundo. Ya sea en el mundo del deporte estadounidense (cuando suena el himno nacional en un partido, por poner un ejemplo), o en las calles (donde las protestas pacíficas se suceden cada vez que un acto de violencia azota el país). Y cada vez es más común escuchar a las estrellas expresar su opinión o ayudar a la causa. También Michael Jordan, a quien como dijimos al principio del artículo se le ha tachado de poco implicado, ha saltado a la palestra para declarar su disconformidad. Algo está cambiando en la manera de actuar de las grandes figuras. Y seguramente, Carmelo Anthony, el chico que creció en Baltimore, tiene mucho que ver con ello.
Tenerife. Estudié sociología aunque siempre he estado vinculado al mundo de la comunicación, sobre todo haciendo radio. Deporte en general y baloncesto más a fondo.
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