La crítica se ha cebado en excesivas ocasiones con su
estilo. Sus equipos gozan de señas de identidad reconocibles. Prácticamente
todas son comunes en cada conjunto que dirige, aunque algunas especialmente
innegociables. Sacrificio, compromiso, esfuerzo, solidaridad y esfuerzo. Sobre
ellas se edifican bloques reconocibles como lo fueron su Alcorcón y su Alavés.
A los vitorianos los ascendió a Primera contra todo pronóstico, en una hazaña
de la que gran parte de responsabilidad recae sobre sus hombros. No tuvo como
premio la continuidad en Primera, mas no se rindió y lo volvió a ejecutar. Cogió
las riendas de un Getafe a la deriva la pasada temporada, y convirtió a un
equipo que coqueteaba con el descenso en aquel conjunto que lograba el retorno
a la máxima categoría. Ángel Torres sí lo premió y José Bordalás responde a la
confianza con trabajo y resultados. Así es él. Ese es su código. El Código
Bordalás.
Es la carrera de Bordalás un ejemplo de sapiencia y
dedicación, de conocimientos aplicados al juego para terminar convirtiéndose en
un técnico de reconocido prestigio en la categoría de plata. De aquellos que dotan
a sus equipos, independientemente de sus características, de empaque. Capaz de
elevar su competitividad a la máxima potencia y llevar la convicción en sus
ideas al corazón de cada uno de sus jugadores. Es así como se explica el
rendimiento del Getafe en la presente temporada. De algún modo, logra grabar a
fuego su sello en sus plantillas. Consecuencia directa de tal comunión, el
éxito.
El nivel de exigencia es máximo y la respuesta de sus
jugadores se representa a un nivel equivalente. Por ello y consecuencia de la
intensidad exigida, se ha tildado a los equipos de Bordalás de agresivos,
empleándose, en opinión de algunos, al límite del reglamento y de los códigos éticos
del fútbol. Se les ha catalogado de violentos.
Encuentros como el que planteó el Getafe en el Camp Nou
derriban la teoría de la violencia, derrocan las acusaciones que habitualmente recaen
sobre los conjuntos dirigidos por un técnico que convierte a sus conjuntos en
equipos de autor. Ensalzan el mérito de su labor y muestran al mundo un estilo
propio. Ese que puede gustar más o menos a la hinchada rival, pero que dibuja
en los corazones de sus aficionados una sonrisa de orgullo infinita. La que
provoca un equipo con alma que se la deja en cada minuto
de sus encuentros sobre el césped. Sin excepción, hasta quedar sin aliento. Ese
es, sin atisbo de duda, el ‘Codigo Bordalas’. Y su mérito es incalculable.
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