Marcos Hernández Elena | Durante los últimos años el Sky comenzaba a ganar el Tour en el momento en el que hacía pública su escuadra para la ronda gala. Su enorme presupuesto les permite contratar a primeros espadas, que en otros equipos serian jefes de filas, como escuderos de su líder. El equipo británico es una máquina perfectamente engrasada que funciona con una superioridad insultante sobre el resto de equipos a la hora de conseguir sus objetivos.
Aunque quizás este año la supremacía no haya sido tan clara lo que es indudable es que el Sky es un EQUIPO, sí, así, en mayúsculas. Cada engranaje que conforma la máquina ha tenido clara en este Tour la función a cumplir, en un año en el que su líder no ha sido tan superior a sus rivales como en los anteriores. Henao y ‘The Mikels’ (Landa y Nieve) para la montaña; Rowe y Knees en el llano; y unos todoterrenos como Kiryenka y Kwiatkowski, a lo que se une un líder solido como Chris Froome conforman un batallón de soldados dispuestos a todo con el fin de que su líder sea vestido de amarillo a los pies del Arco de Triunfo.
Desde la edición fratricida de 2012, ganada por Bradley Wiggins, ante los ataques del por entonces gregario Chris Froome, el Sky ha impuesto su tiranía año tras año, Tour tras Tour, sin que ningún otro equipo haya podido hacerle sombra. Durante estos 5 años el Sky ha respondido sin ningún apuro a todos los ataques de cualquier adversario que tuviera la mínima posibilidad de importunar el generalmente dulce liderato de los británicos, por pequeña que pareciese.
Tour de Francia de 2012. Wiggins primero y Froome segundo (Getty Images)
La lección de “catenaccio ciclista” que imparte el equipo británico, controlando todo lo que ocurre durante la carrera de manera apabullante tiene como efecto secundario el tedioso letargo en el que entra la carrera. Se trata de una manera de correr muy efectiva pero nada apasionante para el aficionado. El modo que tiene la escuadra blanquinegra de comandar el pelotón ante los ataques de cualquier corredor no solo frustra a los aficionados si no también al resto de equipos. Los corredores tienen la sensación de fracaso incluso antes de intentar cualquier ataque que rompa la calma tensa con la que se vive en el pelotón.
Con esta manera de correr comandada por el Sky el ciclismo moderno entra en un círculo vicioso perjudicial para el deporte. Con el control de un equipo no hay ataques. Sin ataques no hay espectáculo. Sin espectáculo no hay emoción. Sin emoción los aficionados se aburren, apagan la tele y el ciclismo deja de ser interesante.
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