Corría el minuto 57 cuando el cuarto árbitro ordenó un doble cambio que sorprendió a prácticamente todo el mundo. El Atlético caía 0-2 en casa ante el Valencia y del campo salían João Félix y Lemar para dar entrada a Felipe y Cunha. Sonado fue el momento en el que la tablilla mostraba el 7 por el 18. Un delantero por un defensa que, además, vive unos meses a un bajísimo nivel. El respetable comenzó a pitar y hay versiones para todo, de las de imaginarse uno mismo o de las que cuentan los propios testigos. Hubo pitos para el portugués, hubo pitos para el cambio. Y donde hay gente, que además es del Atleti, que pensó que realmente Simeone quería lo peor para su equipo, el argentino miró por otro lado. El cambio, que hombre por hombre fue defensivo, sobre el césped no lo fue. Sirvió para adelantar y liberar a Carrasco, que a la postre fue el mejor, y permitió la entrada de un Felipe que en área contraria es muy peligroso para media hora de juego que quedaba en la que el Valencia se iba a encerrar y en la que los centros a balón parado iban a llover a raudales. ¿Se había vuelto loco el Cholo?
Sobrepasado esta campaña por momentos, el argentino tiró de algo que ya le había funcionado años atrás. Concretamente en la jornada 11 de la temporada 2017-2018, en Riazor. Corría el minuto 80, el Atlético empataba contra el Deportivo sin goles y Griezmann empezaba a estar cuestionado. Había pasado todo el verano coqueteando con el Manchester United, en el primer partido de Liga se había autoexpulsado (le cayeron dos partidos) y parecía tener la cabeza en otra cosa. Entonces, pese a tener a Vietto y Torres en el banquillo, y solo a Gameiro como atacante sobre el césped, Simeone retiró al francés para dar entrada a Giménez. Insólito. O eso parecía. Aquello permitió adelantar la posición a Thomas, que en el descuento anotó, de falta, el único gol del partido.
Con el sopetón del cambio de João Félix por Felipe, pocos se percataron que en ese mismo instante también había saltado al campo Matheus Cunha. Ni siquiera el Valencia. Cinco minutos después, el Atlético ya había recortado distancias. ¿El gol? En un balón parado, Felipe se anticipa a toda la defensa che, salta a por una pelota a la que no llega por milímetros y el balón le cae al propio Cunha que solo tiene que tocarla a placer. Con media hora por delante, la remontada era cuestión de tiempo. Porque el Valencia se encerró, pero nunca supo defender el resultado, en parte ayudado por esas carencias de plantilla que Bordalás no deja de proclamar en cada conferencia exigiendo unos fichajes que no llegan. Y en esas, Carrasco se desencadenó. Su partido ya estaba siendo bueno anclado en el carril, pero la entrada de Felipe y un movimiento que colocó a De Paul como falso lateral derecho permitió que el belga firmara una última media hora como no se le recuerda.
No sabremos nunca qué sucedió en China, pero el Carrasco que se fue inmaduro, protestón, egoísta y enfadica ha vuelto un año y medio después siendo generoso, profesional y el mejor socio de todos con y sin balón. Si el Atlético, en esos negocios extraños que tiene con el señor Wanda, quiere seguir sacando rédito más allá del económico, no estaría nada mal que tuviera al Dalian Yifang como club afiliado al que ceder jugadores poco hechos que necesiten unos mesecitos de mili.
Mención aparte merece Correa, otra vez, a quien en Valencia temen porque siempre exhibe su magia cuando tiene enfrente al murciélago. El segundo lo hizo él de oportunista y el tercero se lo inventó de puro potrero. Regate, taconcito y asistencia a Cunha. Con el doble de mérito, si tenemos en cuenta que solo 10 segundos antes había perdido el balón intentando ese mismo taconazo. Pero el pase de espuela le llegó a Cunha, revolucionadísimo en la media hora que jugó y con ganas de agradar en cada metro del césped, el brasileño no se lo pensó y su centro, o su chut, porque solo él sabe qué fue eso, le cayó a placer a Hermoso. El central había salido en la foto de los dos goles del Valencia y ahora, como lateral, que fue de lo que actuó en la segunda mitad, se había reivindicado dando al Atleti el gol de la victoria en el 93. Solo dos minutos antes, los tres puntos eran del Valencia, pero la sensación era que, de haber necesitado un cuarto gol, el Atlético lo habría logrado. Carrasco, Cunha, Correa. El tridente que cambió el partido ¿La CCC?
El Valencia se descompuso y hasta Griezmann (lesionado, nadie sabe muy bien de dónde salió) saltó a celebrar una remontada que demostró que la plantilla rojiblanca, aunque horas antes nos habían contado lo opuesto, no está rota. O al menos lo disimula bien. La sustitución salió bien. Ahora es el Atlético el que tiene que cambiar. La actitud no ha sido la mejor esta temporada y el propio Giménez quiso dejar claro que quizás la plantilla se ha relajado una vez conseguido el campeonato del año pasado y esa pueda ser una de las causas de que la temporada esté siendo más difícil de lo imaginado. Simeone, cuando más criticado estaba, jugó fuerte un envite y le salió inmejorable. El Atlético le devolvió al Valencia la remontada de Mestalla y Simeone repitió la jugada que casi nadie entendió y que ya le había salido un lustro atrás. Los ojos llorosos con los que volvía al banquillo y las palabras que dejó en rueda de prensa son las de un hombre que ama lo que hace por estar en el sitio en el que siempre ha querido estar. Y el Metropolitano, por cierto, le recordó desde el minuto uno que le ama igual que lo hacía el Calderón.
Imagen de cabecera: Getty Images
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