Hay jugadores que están destinados a hacer goles toda la vida. Tendrán rachas, como todos, pero el que perfora porterías en juveniles de la misma forma que lo acaba haciendo en Primera División es porque tiene un don. El de estar siempre ahí.
Otra cosa es convertirse en un ariete de primer nivel. En el ‘9’ por el que suspiran los grandes de Europa. El que lucha por la bota de oro y acaba decidiendo Mundiales. Ese club selecto está al alcance de unos pocos elegidos. Y hace unos años las previsiones de Rafa Mir iban encaminadas a formar parte de él. Cuando militaba en el Valencia, el murciano era considerado el delantero más prometedor no solo de la cantera che, también de todo el país. Antes de su fichaje por el Wolves en invierno, Mir, ya ejerciendo como capitán en el Valencia Mestalla, anotó 15 goles en 18 partidos que llamaron la atención hasta del mismísimo Real Madrid. El club blanco lo quiso a petición de Solari para el Castilla pero, como siempre, el Valencia se negó en rotundo. Acabó en la Championship inglesa, en un equipo cuyo técnico, Nuno Espírito Santo, le había hecho debutar hace dos años nada menos que en la Champions League.
«Nuno jugó una gran parte de mi decisión de venir aquí. Wolves es un gran proyecto y es un desafío emocionante ser parte de él (…) «El tipo de fútbol que se juega en Inglaterra es muy bueno para mí como jugador. Me conviene y creo que, con el entrenamiento, podría aportar algunas cosas buenas al equipo», dijo a su llegada. Aquella decisión, valiente por donde se mire, acabó volviéndose en contra de Rafa Mir, que vio frenada su meteórica progresión. Solo disputó los dos primeros partidos del torneo, apenas media hora en total, y otros dos más en FA Cup. Unas molestias le lastraron desde el principio y cualquier atacante (Cavaleiro, Diogo Jota, Hélder Costa o Benik Afobe) acabó por delante de él.
Llegó el verano y Mir se marchó cedido a Las Palmas en busca de minutos. Fue su primera experiencia en la Segunda División española, categoría que le daría más réditos en el futuro. Una temporada agridulce después, volvió a ser cedido en Inglaterra, esta vez en el Nottingham Forest. 13 partidos y ningún gol después fue prestado por tercera ocasión, esta vez a un Huesca candidato al ascenso a Primera. Necesitado de un goleador, y Mir necesitado de goles, el matrimonio resultó ser perfecto. El murciano marcó nueve goles en 18 partidos (siete en los últimos 11) y fue clave para ganar el título y ascender como campeón. Su doblete ante el Numancia selló el sueño de regresar a Primera División tan solo un año después.
“Después de estar allí, valoro mucho lo que tenemos aquí”. Lo que puede cambiar la valoración de un jugador en apenas un mes y medio. Mir pasó de un duro estancamiento en las islas a ser uno de los grandes artífices del ascenso de su equipo. Llegó en plenitud al tramo final de temporada tras el confinamiento, y aquellas previsiones que auguraban un delantero a nivel Selección volvían a ser palpables. Su planta (1.91), su brillante trayectoria en categorías inferiores, la calidad curtida en el fútbol sala (llegó a jugar en el Pozo), su paso por La Masía y Paterna, su participación en el Europeo sub-21 donde España fue campeona, y ahora su rendimiento en el Huesca (el mejor promedio goleador de la historia del club) provocaron un aluvión de ofertas en verano. ¡Hasta 30!
El club aragonés consiguió retenerle con el beneplácito del Wolves, y Rafa Mir tomó una decisión, esta vez sí, muy acertada. Quedarse en El Alcoraz con clubes de Europa League interesados fue de una madurez que hasta hoy le lleva por buen camino. El murciano iba a ser titular por primera vez en un equipo de Primera División. No fue fácil al principio, desde luego. Mir no marcó su primer gol hasta la sexta jornada, pero como dice Van Nistelrooy: “Los goles son como el kétchup. A veces no salen por mucho que lo intentes, y luego vienen todos de golpe”. Mir necesitó 12 tiros a puerta para marcar su primer gol en la máxima categoría del fútbol español (por entonces, el cuarto jugador de la Liga con más remates), cinco de ellos ante el Valladolid. Roberto le frenó hasta que logró batirle con un excelente golpeo en un mano a mano. El Huesca perdía 0-2 y logró rascar un empate de la mano de Mir y su nuevo compañero, Sandro Ramírez.
Tenía razón Van Nistelrooy, porque tras aquel gol llegó otro ante la Real Sociedad y otro ante el Éibar, que valió también un punto. «Sabía que tarde o temprano iba a llegar el gol. En los primeros cuatro partidos no tuve ocasiones, pero ante el Elche tuve más. Estoy tranquilo y contento de estar aquí. Los goles refuerzan, pero hay que pensar en lo colectivo», declaró el goleador murciano, consciente de que su equipo no ha conseguido sumar una sola victoria en las nueve jornadas disputadas.
Con el anhelo de ese primer triunfo confía el Huesca en Rafa Mir, que se ha beneficiado en buena medida de la lesión de Okazaki para dejar la banda y volver a la punta de ataque, donde se saca más provecho de su instinto y su capacidad para el remate. Un auténtico bombardero (23 disparos) que ya ha cogido carrerilla y espera seguir perforando porterías, como hacía en Javalí Nuevo, como ha hecho toda la vida. Como hacen los buenos delanteros.
Imagen de cabecera: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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