El Clásico se lo llevó el Barça y lo hizo a lo grande. Un 0-4 no es un triunfo más, es una declaración de intenciones. Un golpe encima de la mesa para gritarle al mundo que el Barça de Hansi Flick es una realidad. Fútbol chispeante, metódico y vertical. Terciopelo pasado por la centrifugadora. Un rodillo que tiene un libro de estilo muy definido, con su planteamiento, su desarrollo y su desenlace.
No hay un trío atacante con mejores números en Europa en estos momentos. Hansi Flick ha logrado en dos meses que Lamine Yamal sea un prestidigitador imberbe y con brackets, Raphinha un puñal que cabalga cual potro salvaje y Robert Lewandowski se abraza a la manida frase de “la edad (36) es un estado de ánimo”. Sota, caballo y rey.
Hasta ayer solo había dos certezas: la muerte y los impuestos. Desde hoy hay una tercera: el Barça te va a plantar su defensa a 50 metros de su portería. El fino alambre como forma de vida. Un ‘all in’ de manual. Flick quiere cargarse el tapete y alterar el statu quo con la ‘Banda del Patio’. El vértigo y la inconsciencia de la juventud como leitmotiv para recuperar la gloria perdida.
El fútbol es cambiante, como el tiempo. En Barcelona ya no se ven las nubes negras. El Barça volvió para quedarse. El domingo en la Ciudad Condal amaneció lluvioso y la gente va con el paraguas en la mano, da igual. El seguidor azulgrana alza la cabeza, esboza una sonrisa y tan solo ve un cielo lleno de estrellas