Sarajevo había perdido su color. La guerra había oscurecido la ciudad. El sonido de la música se había cambiado por el de las bombas, y los edificios amanecían cada día con nuevas heridas en forma de bala.
En la ciudad parecía que ya no quedaba esperanza, pero habría un pequeño lugar donde la guerra no existiría, un lugar donde la gente volvía a ser feliz y donde el fútbol era el protagonista.
Este lugar fue creado por un hombre que amaba su ciudad y que dejó su bienestar a un lado para ayudar cuando más lo necesitaban.
Los más pequeños eran los que más corrían peligro en la guerra, necesitaban ayuda y nuestro protagonista se la dio. Su nombre es Predrag Pasic y solo podemos hablar de él como uno de los grandes héroes que nos ha dado el mundo del fútbol.
Pasic era un gran futbolista, destacó siempre en el terreno de juego y pudo tener una gran carrera, pero renunció a ella por una personalidad donde los valores eran más importantes que el dinero. En medio del caos Pasic decidió montar una escuela de fútbol donde los niños de Sarajevo podían evadirse de la guerra por medio del fútbol. Allí pasaban horas y horas jugando y aprendiendo valores.
Mientras sus padres se enfrentaban día a día, aquellos niños se respetaban gracias a un balón. Allí daba igual que practicaras el catolicismo o el islam, que tuvieras una ideología u otra, allí todos eran iguales. Por aquella escuela pasaron grandes jugadores como Edin Dzeko, pero esto al final fue lo de menos.
Pasic nos dio una lección de vida, de valores, de solidaridad y de cómo el fútbol puede y debe ayudar a cambiar el mundo con un balón, que en aquellos días sonó más fuerte que las bombas.
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