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El Atleti defensivo de Simeone

Vive anquilosado Simeone en la etiqueta de entrenador defensivo sin recursos más allá que echar el cerrojazo. Poco importa ya el sistema que utilice o los jugadores atacantes fuera de posición de los que dispone. A nadie le interesa que el Atlético fuera hace dos campañas el equipo que más ocasiones claras de gol generaba en LaLiga (tercero en Europa tras Bayern Múnich y PSG) y que el curso pasado lo jugara con un interior como Koke como pivote defensivo. Y, evidentemente, tampoco surge efecto que este nuevo Atlético se base en la acumulación de delanteros arriba, en medio, y abajo, con carrileros como Carrasco y Llorente o con Lemar y Joao probando como mediocentros.

Simeone, que en su primera aventura en Argentina era considerado un técnico ultraofensivo, tildado incluso de kamikaze por el conglomerado de delanteros que llegó a juntar en River Plate, donde coincidían sobre el césped Alexis Sánchez, Falcao, Buonanotte y el Loco Abreu (y a veces el Burrito Ortega), va a ser siempre un entrenador defensivo para la opinión pública. Sin importar los datos que lo vayan a desmentir como las ocasiones de gol generadas, la posesión en campo contrario o la disposición de los jugadores sobre el césped. Él mismo intentaba explicar esa mutación que viene sufriendo el estilo desde 2019 hace unos días en una entrevista con Olé. “Cuando llegamos al Atleti, el único mecanismo para luchar con aquellos que eran mucho mejores que nosotros era ese sistema, ahora que lo tenemos más igualado podemos buscar otros caminos”.

Hace solo unos días, Alisson sostenía el premio al Mejor Jugador del Partido en el Metropolitano mientras aseguraba que el Liverpool había ganado al Atlético pese a que los de Simeone habían puesto el autobús. Ni por un instante se detuvo a pensar que ese galardón individual atendía, por ejemplo, a que sin sus cuatro paradas en manos a mano, el Liverpool se podía haber ido de vuelta al Mersey con una manita como poco, o a que, salvo los primeros 15 minutos, el Atleti fue infinitamente superior a su equipo e incluso no fue inferior cuando se quedó con 10. O que mientras él estaba parando balones que iban dentro, Oblak no había tenido nada de trabajo porque las tres que tuvo el Liverpool entre palos fueron para adentro.

Y no, este Atlético no es defensivo, ni puede serlo, por un simple detalle: no tiene jugadores para ello. O mejor dicho: no sabe defender. Este equipo ya no puede encerrarse atrás como temporadas anteriores y no sentir ni cosquillas porque es muy vulnerable. Y cuando lo ha hecho, o cuando sus rivales han sido tan altamente superiores que le han metido atrás, el Atlético ha terminado pegándose un tiro en el pie y regalando los partidos. Lo sabe Giroud, por ejemplo, que dibujó de chilena uno de los goles de su carrera gracias a un despeje defectuoso. Lo sabe también Keita, que obró hace unos días una maravilla desde fuera del área por otra concesión rojiblanca. Lo sabe Carrasco, que sufre atrás lejos de su posición natural. Lo sabe Lodi, que ha perdido el sitio por su irregularidad. Lo sabe Trippier, al que el Tottenham, entonces subcampeón de Europa, puso en la lista de transferibles porque había hecho una temporada (en línea de 4) en la que había repartido más regalos que Santa Claus. Lo saben Hermoso y Felipe, que quieren hacer más cosas de las que deben y están lejos de su mejor nivel. En incluso Savic y Giménez, imperiales hace unos meses, y que han empezado el curso con el pie cambiado. Hasta Oblak parece humano.

Con la suficiencia ofensiva que tiene este Atlético hoy, uno echa la mirada atrás y es inevitable no pensar que con la telaraña que sí era capaz de tejer el equipo atrás hace unas temporadas, esta Liga sería casi un paseo militar, juntándose un equipo de récords de Zamora con uno capaz de meter al menos un gol por partido que darían como resultado una ecuación sencilla. Victoria casi siempre.

Que el curso pasado Simeone decidiera cambiar el sistema de cuatro defensas por uno de cinco no atendía más que a una situación: el Atleti atrás era un flan. Con Trippier desbordado como lateral, con Lodi haciendo lo mismo en el otro perfil y con Giménez como un novato en un perfil zurdo que desconoce. Solo el gran nivel de Savic y de Oblak en aquellas primeras jornadas salvaron a un Atlético que sacó quizás más puntos de los que podía haber merecido. Pero el técnico argentino, sabedor de que no siempre iba a salir de cara esa ruleta rusa, encontró mayor equilibrio incrustando a Hermoso atrás, lo que potenció a Trippier y Carrasco, sacó a Giménez de una posición en la que estaba haciendo aguas y permitió que el Atlético dejara de generar regalos constantes a sus rivales.

Esta campaña, de alguna manera, algo se ha desajustado un poco más. Le llegada de Griezmann, el buen momento de Joao, la confianza en Correa, la omnipresencia de un importante Lemar, la imposibilidad de sentar a Luis Suárez y la meritocracia de Llorente provocan que Simeone tenga un quebradero de cabeza porque tiene a su disposición demasiado arsenal ofensivo para tan pocas posiciones. El equipo ha ido mutando entre el 3-5-2 y el 4-4-2 para intentar encontrar acomodo a todos, pero de momento no han llegado ni el éxito ni el equilibrio. Este Atlético aún no ha encontrado la consistencia ni es capaz de dominar y controlar los partidos completos. Alterna tramos de muy buen juego con otros de indisposición total. Lo positivo: sigue arriba. Y tiene gen ganador. Se ha acostumbrado a remontar partidos que otros años parecían imposibles. Si no tarda demasiado en encontrar su equipo ideal, el equipo debe estar arriba.

Imagen de cabecera: David Ramos/Getty Images

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