Cada vez que digo en público que creo en los Warriors como candidatos, parece que tengo que justificarme por soltar una afirmación tan rotunda con semejante descaro y atrevimiento. El equipo de la bahía está sufriendo los efectos secundarios de la devoción colectiva que vivió hace unos años: la fugacidad y el reemplazo. Aquellos aficionados que se subieron al barco del equipo de las sonrisas y del juego bonito, se han mudado a Los Angeles para hacer lo propio con los Lakers.
En la línea de los Warriors vive su líder, Stephen Curry. Sabe que tiene asuntos pendientes que atender esta temporada, que todos los aficionados le observan mientras se preguntan si regresará al nivel que nos tenía acostumbrados. Como si una estrella como él tuviese que recuperar todo el crédito que ya tenía ganado.
Desde que llegó a la NBA, Curry ha tenido que demostrar una y otra vez que se equivocaban con él. «Muy por debajo del estándar de la NBA en cuanto a explosividad y atletismo” o “no es un base en el que un equipo de la NBA pueda confiar», fueron algunas de las duras críticas que se escucharon durante los primeros años de su carrera. Tuvo que llegar a los más alto para dejar de estar en estado de controversia.
Estar bajo la lupa no es algo nuevo para él. Igual que sucede hoy en día, a principios de la temporada 2014/15, cuando ganó su trofeo MVP, nadie creía en él. Aquellos Warriors eran un buen equipo de playoffs, un conjunto capaz de dar alguna sorpresa pero avocado a las primeras rondas. A unos días de comenzar la temporada 2020/21, y después de la lesión de Klay Thompson, todos los expertos pronostican lo mismo que pronosticaban en 2014.
El hecho de ser la única baza ofensiva del equipo y que la gente no cuente con el equipo como candidato al título debería ser motivo de motivación suficiente para Stephen. Un año de desaparecidos ha bastado para que les borrasen del mapa pero, como ha hecho otras veces, Curry está listo para demostrar que todos están equivocados de nuevo.
Imagen de cabecera: Ezra Shaw/Getty Images