Tomás GARCÍA – Un adiós agridulce, de esos que te dejan con la sensación de que no era el momento de la despedida. Cayeron frente a Argentina, un rival al que nunca antes habían conseguido vencer y que sobre el papel era clara favorita, simplemente porque tenía al mejor jugador del mundo. Pero tras un partido notable en el que bien pudieron salir vencedores, una maldita pérdida en el minuto 118 de la prórroga dio paso a una conducción de vértigo de Messi y al gol de Di María que les condenó inmediatamente a la pena de muerte. Y su protagonista, Lichtsteiner nos dejaba una imagen de impotencia claro, contra las redes de la portería y malogrando su suerte a sabiendas de lo decisiva que había sido su acción. Esa es la radiografía del momento en el que Suiza sabía que se iba a ir de Brasil.
Antes de ese momento habíamos visto a un Benaglio estelar, parándolo todo ante los Messi, Di María, Higuaín, Palacio y hasta Rojo, a un equipo tramado a la perfección y haciendo gala de la solidez que habían mostrado en los meses previos y que Hitzfield quería lucir, con un Inler imperial y hasta un Djourou acertado en casi todas sus acciones. Habíamos visto a un Shaqiri crecido en el escenario, que ejerció de líder tal y como se esperaba, aunque esta vez sin la colaboración de Drmi?, que tuvo un día aciago. En definitiva, hasta ese momento habíamos visto a una Suiza que se creía y que efectivamente pudo ganar la eliminatoria.
Tras la jugada maldita Suiza se repuso y pese a que el crono marcaba que faltaban solo dos minutos, el cuadro helvético volvió a ver como su suerte se estrellaba contra el poste derecho en un cabezazo de Demaili y luego contra la barrera en un último disparo de falta al borde del área. Suerte agotada, fin del juego, los suizos se iban del Mundial de la manera más dura posible, cuando todos se creyeron que podían ganar a la albiceleste y con un repentino jarro de agua fría.
Pero Suiza se marcha con la cabeza alta, cumpliendo el objetivo de los octavos de final tras ganar a Ecuador y Honduras en la fase de grupos y pese a la derrota ante una Francia sublime aquel día. Se va de Brasil mostrando su mejor cara, compitiendo por estar en cuartos de final y dejando claro que esta generación tiene potencial para volver con más fuerza en 2018, poniendo en el escaparate a jugadores como Shaqiri o Ricardo Rodríguez, que han confirmado los mejores augurios sobre ellos y han sido, con diferencia los mejores de su selección. Veteranos como Inler, Lichsteiner o Benaglio, que posiblemente estuviesen ante su último partido mundialista, también han cuajado un torneo excepcional y el relevo para el futuro es esperanzador con Sommer o Widmer esperando su turno.
El fútbol helvético debe cargarse de optimismo, la juventud de su columna vertebral hace pensar, no solo que llegarán a Rusia 2018, sino que lo harán en el que quizás sea su mejor momento.
Al que no veremos más será a Hitzfield, que ayer acababa una larga y exitosa carrera en los banquillos y lo hacía mostrando el compromiso que le caracteriza, y es que horas antes del partido había perdido a su hermano tras una larga enfermedad y sin embargo él quiso estar ahí, en su última batalla. A partir de mañana se podrá despedir de su hermano, pero nosotros debemos despedirlo hoy a él y agradecerle todo su trabajo. Hasta siempre Ottmar.
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