28 de noviembre, una tarde soleada y otoñal que terció en fría cuando cayó el sol y en oscura cuando a mediados de la primera mitad caía Tiago Mendes lesionado gravemente. El resultado fue una fractura de tibia que, a día de hoy, sigue sin tener el alta médica a pesar de entrenar con el primer equipo. El ancla, el veterano, el mejor jugador de los primeros meses de competición, el metrónomo del Atlético decía un hasta luego.
El efecto dominó de esa lesión desencadenó dos movimientos principales, uno a corto plazo, Koke comenzó a acompañar a Gabi en el centro y la vacante que quedaba la ocupó brillantemente Saúl Ñíguez, actor secundario de lujo hasta aquel momento, que no dejó de aprovechar la confianza de Simeone.
Desde noviembre hasta esta noche, el canterano ha ido creciendo partido a partido, mostrando diferentes facetas que se intuía que podía tener y dejando recursos técnicos y tácticos impensables en un chico que apenas supera la veintena. De aquel chico que disputó, como un flan, la vuelta de los cuartos de final de la Champions League del curso pasado a la exhibición ofrecida esta noche, en unas semifinales de Champions League, ante el Bayern Múnich donde no solo destacó por su gran gol, también ayudó en la salida de balón larga donde su emparejamiento con Bernat – Alaba dio ventaja en varias ocasiones a la delantera atlética. Forzó faltas, amarillas, se asoció para dar salida por derecha y defendió como uno más dentro de la falange diseñada por Simeone donde todos conocen su función, ¡hasta Griezmann robó balones dentro del área rojiblanca!. Un partido de 10 que no pudo acabar tras sufrir un golpe que le impedía rendir al 100%.
La otra causa que desencadenó aquel efecto dominó fue el reemplazo de Tiago, el Atlético perdía a su faro y la llegada de Kranevitter no era suficiente para el Cholo. En los primeros días de enero se confirmó la llegada vía Vigo de Augusto Fernández, muy verde en los primeros partidos, pero cuyo partido liguero en el Camp Nou sirvió como punto de inflexión por dos motivos. El primero, y más grave, su lesión en los ligamentos de la rodilla, el segundo, porque se vió en esa primera mitad antes de la lesión, al mediocentro que pedía Simeone, preciso, hábil, rápido e inteligente. Tras su milagrosa y pronta recuperación, el nuevo ancla rojiblanco fue ganando galones y minutos acompañando a un Gabi más desencadenado en su labor de acoso y derribo al contrario.
¿Y cómo no vamos a querer a Augusto? ¿Le han visto?, corte de pelo clásico, botas negras y medias bajadas. Un artista del fútbol clásico que además estuvo imperial en las coberturas a Lewandowski cuando al gigante polaco le daba por convertir los balones en largo en controles de cara para la segunda línea bávara. Colosal en las ayudas a los interiores / laterales que ocupaban los huecos dejados por Filipe cuando salía a tapar a Coman / Douglas. Sublime en la intensidad y en la atención en los balones dentro del área. Extrañamente calmado cuando pasaban los minutos, la histeria se apoderaba del Calderón y supo poner la pausa y el acierto para sobreponerse de la primera línea de presión del Bayern Múnich.
Aquella noche de noviembre, que se pintó de negro, tuvo dos efectos, que cinco meses después hemos visto sus resultados en Saúl y en Augusto Fernández, las dos piedras que más brillaron en el coliseo del Vicente Calderón