A principios de octubre de 2013, los medios de Bélgica abrían con una importante e imponente noticia: ‘Bakkali ha elegido Bélgica’. Zakaria Bakkali, un joven prodigio de 17 años que acababa de hacer su debut como profesional con el PSV, había dejado a todos impresionados por la adaptabilidad al fútbol profesional. Nacido en Lieja en 1996, pero con ascendencia marroquí, el país del Magreb había contactado con el jugador por si existía alguna posibilidad de que el chico quisiera mudarse de combinado nacional. “Marruecos nunca me ha presionado. He jugado en todas las categorías inferiores con Bélgica y he elegido con el corazón seguir el mismo camino. El seleccionador no me ha prometido nada especial ni un trato de favor”. Siete días después, Marc Wilmots hacía debutar a Bakkali en compromiso oficial, sustituyendo a Mirallas y entrando al lado de Hazard y De Bruyne en un partido de clasificación para el Mundial 2014 ante Gales que los Diablos Rojos ganaban por la mínima, y que terminarían empatando. Bakkali tardaría dos años más en volver a disputar algunos minutos con la absoluta y después de eso jamás levantaría cabeza.
Porque el impacto del belga en la Eredivisie fue de altura. Firmado por el PSV a los 12 años, dejó el Standard de Lieja para hacer toda su formación en el equipo neerlandés. En agosto de 2013, tras impresionar en las categorías inferiores tanto del club como de la selección, Cocu le dio la alternativa con el primer equipo de Eindhoven y el chico, pese a sus 17 años y medio, dio la talla. Un debut esperanzador en la fase de clasificación para Champions League y en Liga que se acabó prolongando con dos exhibiciones más, pues en su tercer partido como profesional marcó su primer tanto, y en el siguiente hizo un hat-trick que le puso en el epicentro del panorama fútbol. “Pocas veces me ha impresionado tanto un jugador de repente como Bakkali. Muy pocas. Un verdadero escándalo” admitía Julio Maldini en su perfil de Twitter. Es cierto que el futbolista belga ya apuntaba maneras en categorías inferiores y que ojeadores de todo el mundo ya tenían su nombre apuntado, pero lo que sorprendió de aquel extremo menudo y escurridizo fue su facilidad para trasladar eso que hacía en categorías inferiores al fútbol profesional a una velocidad inexplicable. No necesitó adaptación.
El problema es que ese impacto fue poco a poco menguando, nada como para tirarse de los pelos y sí más bien siguiendo los cánones de la normalidad, hasta que terminó por desaparecer. Quizás fruto de una infancia difícil, la de ese chico de la calle que vive algo marginado en su barrio criado con sus iguales en guetos de difícil aceptación social, los focos que de pronto tuvo encima le hicieron creerse rey del mundo cuando apenas estaba empezando. Le dijeron que era muy bueno y que lo iba a poder tener todo, y él se lo creyó. Cocú, viendo que el chico se torcía, decidió mandarle al filial para tratar de reconducirle. Y el chico, sabedor de que tenía el teléfono quemado de llamadas de los mejores clubes del mundo, tomó el acto del técnico como una ofensa y aceptó el pulso. Bakkali, que había sido jugador importante en la primera vuelta, apenas dispuso de 39 minutos, repartidos en cuatro partidos, en la segunda. Con su vinculación terminando con el equipo neerlandés en 2015, el jugador decidió rechazar todas las misivas de renovación y en el seno del club quedó claro que nunca iban a poder contar con él. Oveja negra o manzana podrida fueron algunos de los apelativos que la grada comenzó a poner a ese chico que hacía unos meses les había maravillado e ilusionado y ahora sentían les estaba ninguneando.
Por dos millones de euros, el Atlético de Madrid se aseguró su contratación para el verano de 2014. Parecía una incorporación de lujo, con vista al futuro, de un proyecto ilusionante de un Atleti que acababa de ganar la Liga y jugar la final de Champions 40 años después. Y todo parecía ir sobre ruedas cuando una pequeña gran cláusula en el contrato echó para atrás al entorno del jugador belga. Bakkali no iba a firmar por el Atlético de Madrid de Simeone, sino que iba a hacerlo para jugar en el filial con vistas a un futuro ascenso a la plantilla profesional. Tenía sentido que un jugador que no se había conseguido asentar en un equipo de una Liga como la Eredivisie no llegara directamente a uno de los equipos más potentes de Europa para jugar un papel principal, pero el futbolista no lo entendió así y cuando ya estaba casi subido en el avión destino a Madrid frenó la operación.
Esto supuso que Bakkali se quedara en el PSV con la misma cabezonería de negarse a ampliar su vinculación con el club, que por su parte decidió mandarle al filial primero y apartarle después. Bakkali había sido un sueño de apenas una decena de partidos y ahora se había convertido en un problema que alejaba a los clubes más importantes cuando conocían un poco las controversias de su entorno. Gratis, eso sí, seguía siendo una opción apetecible e interesante. El Sevilla buscó su contratación todo el año, pero fue el Valencia de Lim el que se llevó al futbolista. Y el belga repitió aciertos y errores del pasado. Su inicio de temporada fue esperanzador. Alternó titularidad con suplencias y su papel parecía aún más como revulsivo. Quedarse fuera de la lista de Champions, pues una lesión del portero Ryan provocó que el Valencia tuviera que prescindir de la ficha del belga para inscribir otro portero, minó un poco su moral y su nivel comenzó a decaer en el ecuador de la temporada hasta que una lesión le metió en el pozo.
Una pubalgia que ya había padecido con anterioridad regresó más acentuada dejándole ocho meses fuera de combate. La inestabilidad del Valencia tampoco ayudó. Nuno, Voro, Neville y Ayestarán fue el carrusel de entrenadores que vivió el futbolista en su primera temporada. Y si bien para Nuno había contado y Voro también había confiado en el jugador, cuando regresó de su lesión se encontró con que Ayestarán no apostaba tanto por su fútbol y con que el baile de técnicos no había terminado. Porque la temporada siguiente comenzó con Ayestarán, continuó con Voro como interino, la siguió Prandelli y la volvió a terminar Voro. Un caos nada idóneo para rescatar a un jugador que necesitaba confianza y estabilidad para intentar volver por sus fueros.
Bakkali tenía destellos, no era constante, y no aguantaba los 90 minutos. De vez en cuando, una genialidad daba un rayo de esperanza, pero fue insuficiente para que en la 2017-2018 Marcelino le diera un lugar en la plantilla. Necesitado de minutos, se marchó cedido al Deportivo de la Coruña, donde no llegó a contar con la confianza absoluta de Pepe Mel, pasando de la titularidad al banquillo y yendo de más a menos durante la temporada. Con el término de aquella campaña, ya habían pasado cinco años desde aquel inicio fulgurante del belga en el PSV que le había hecho ser el centro de todas las miradas y las expectativas no podían ser peores. Bakkali no había explotado y cada vez estaba más cerca de no hacerlo nunca. Marcelino admitió que no iba a contar con él pese a que aún tenía un par de años de contrato y Bakkali buscó reencontrarse en casa, en el fútbol belga, de la mano del Anderlecht.
En Bélgica afronta ya su cuarta temporada y no parece levantar cabeza. Si bien en su primer año volvió a tener partidos de calidad e incluso se rumoreó con su posible retorno a la selección, cosa improbable debido al alto nivel de la competencia en su puesto, unos problemas de rodilla le impidieron terminar la temporada y le afectaron en la siguiente. Desde abril de 2019 hasta abril de 2021, Bakkali solo pudo jugar 180 minutos repartidos en seis partidos. Cuando reapareció, en el final de la pasada temporada, lo hizo como jugador del Beerschot, donde había llegado en enero. Entre medias, aunque se achacaba su ausencia prolongada a los problemas físicos, Kompany, técnico del Anderletcht salió al paso para declarar que el jugador, que sí había estado lesionado antes e incluso había pasado por quirófano, estaba en perfecto estado y simplemente el club había decidido apartarle como mejor opción para todas las partes.
Poco o nada se sabe del jugador en la actual campaña. Inédito, no ha debutado. Se sabe que Bakkali es jugador del Anderlecht porque así lo afirma su jugoso contrato de casi dos millones de euros al año, pero el futbolista ha desaparecido. No aparece como jugador del club en su web oficial y se ha olvidado de sus redes sociales personales. Lo último que se sabe es que en septiembre intentaron rescindirle el contrato y el futbolista se negó y que desde la directiva se trabaja a marchas forzadas para intentar encontrarle acomodo más pronto que tarde. En octubre, reapareció por sorpresa en un partido amistoso del equipo Sub21, pero desde entonces, nada se sabe de aquel jugador que sin la mayoría de edad asombró al fútbol y hoy, más de ocho años después, ha sido incapaz de recuperar el nivel que dio siendo un niño.
Imagen de cabecera: Getty Images
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