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Eibar

Despertar del sueño

La trayectoria del Eibar en los cinco primeros años de su historia en Primera se resumen en trabajo bien hecho, fruto de una confianza depositada en un gran entrenador como Mendilibar, y en un bloque que, sin contar con estrellas, es capaz de intimidar a cualquier rival. El conjunto armero, famoso por sus excelentes primeras vueltas, nunca ha visto peligrar la categoría salvo en el primer año, cuando acabó antepenúltimo en la tabla pero le salvó el descenso administrativo del Elche.

Y hasta esa misma temporada nos remontamos, pues ni siquiera entonces el conjunto azulgrana se encontraba tan cerca del descenso como ahora a estas alturas. El Eibar se situaba entonces a cinco puntos de distancia, después de asombrar a propios y extraños en el primer tramo de competición. Al término de las primeras 19 jornadas marchaba octavo con 27 puntos, mismo casillero ocho partidos después. Solo ganó dos partidos en toda la segunda vuelta y su retorno a Segunda División era un hecho. La decisión de La Liga de enviar al club ilicitano en su lugar fue recibido con gozo en la ciudad vasca, pero también como una señal de que las cosas debían cambiar drásticamente.

La revolución fue total, desde el banquillo hasta el mismísimo presidente. Tras la turbulenta despedida de Gaizka Garitano, Aranzabal contrató a Mendilibar antes de dimitir y dejar su puesto a Amaia Gorostiza, consejera del club desde 2014. Su labor ha sido tan espectacular que este mismo año ha sido elegida entre las 25 mujeres más influyentes en el mundo del deporte, y es que no solo ha consolidado al Éibar en Primera División con uno de los presupuestos más bajos, sino que ha saneado las cuentas y ha invertido en instalaciones de primer nivel, consciente de que el club se encuentra en el mejor momento de su historia y que no dejar un legado sería un acto de lo más irresponsable.

Toda celebración es efímera, y cinco años después del ascenso, la estabilidad se tambalea más que nunca en el equipo armero, a sólo dos puntos del descenso tras 27 jornadas disputadas. Para que nos hagamos una idea, la pasada campaña estaba a diez, la anterior a 19 y la anterior a 21. Una sola victoria en siete partidos, incluido el último ante la Real Sociedad en un Ipurúa fantasmal, han dejado las peores sensaciones antes del parón indefinido a causa del coronavirus. Su siguiente visita era nada menos que en el Santiago Bernabéu.

Pese a las dolorosas bajas en el mercado estival, como viene siendo costumbre (Joan Jordán, Rubén Peña o Cucurella en este caso), el Eibar parecía el mismo de siempre, capaz de asestar grandes derrotas a rivales como Sevilla (3-2), Villarreal (2-1) o incluso Atlético de Madrid (2-0); y de mantener un férreo estilo de juego que le ha dado réditos desde la llegada de Mendilibar. Sin embargo, la mala racha de resultados ha propiciado una situación nada habitual, con el equipo con la soga al cuello y necesitado de puntos. O lo que es lo mismo, vivir cada partido con la ansiedad de verse abajo y no salir del pozo. 

Este parón podría servir como una catarsis, pero precisamente se puede volver en contra en la reanudación, sobre todo si se escoge la opción del calendario comprimido y los partidos a puerta cerrada. El Eibar estaría obligado a disputar partidos cada poco tiempo (puede que cada 48 o 72 horas), siendo uno de los más perjudicados de La Liga por su alta media de edad (con casi 30 años es la más alta de los 42 equipos profesionales) y no contaría con el respaldo de su afición, que suele convertir Ipurúa en un pequeño infierno para sus rivales.

Algo bueno se puede sacar dentro de esta crisis sanitaria, y es que el Eibar no tiene planes de realizar ningún ERTE, pues según Mundo Deportivo es el segundo club de Primera con más dinero en caja (43,34 millones) y no debe afrontar ninguna deuda (contrasta por ejemplo con el Atlético, que debe más de 500 millones). Además, parece que los más de 200 trabajadores del club están a salvo, de ahí que haya donado al servicio vasco de salud los test de coronavirus facilitados por La Liga.

En el alambre por primera vez en un lustro en lo deportivo, la directiva ha hecho los deberes en los despachos y sabe que, tarde o temprano, llegará el momento en que se despierten de este sueño. Toca atrasarlo lo máximo posible.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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