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Deporte con estilo (Cap. VI): Malabares lingüísticos

El periodismo deportivo suele comportarse con la agilidad y el automatismo suficientes como para dar todos los días una respuesta lingüística creativa a la consecución de resultados inesperados, declaraciones altisonantes en ruedas de prensa, jugadas polémicas o goles que merecen ser descritos con adjetivos en grado superlativo.

Fiel a la histórica búsqueda de la originalidad en sus propuestas, el lenguaje del deporte constituye en la actualidad uno de los más avanzados laboratorios de experimentación del idioma. No solo actúa como terreno de avanzadilla para la Academia al engendrar continuamente palabras, significados y construcciones sintácticas nuevas que en algunos casos luego se considerarán para su incorporación al diccionario; también representa uno de los campos de estudio más apreciados por los filólogos por su carácter ecléctico y universal, por su capacidad para aglutinar en su discurso vocablos procedentes de ámbitos dispares y por su eficacia comunicativa: cualquier ciudadano, independientemente de su condición, comprende cualquier concepto o situación si se la explican con expresiones deportivas.

Las razones por las que el periodismo deportivo se ha erigido como una de las fuentes principales de neologismos en español tiene que ver directamente con la libertad estilística que caracteriza a esta área informativa, que utiliza todos los recursos posibles para dotar de diferenciación a sus contenidos, causar impacto y llamar la atención del público. Y es que el lenguaje deportivo, tal como señalaba Fernando Lázaro Carreter, “no se limita a comunicar, sino también a excitar y conmover, obedece a una retórica peculiar, que exige, como componente fundamental de su eficacia, un cierto grado de desvío respecto del estándar común”.

Pero el lenguaje deportivo no solo ensancha el idioma, también lo convierte en un medio para hacer al periodismo mucho más atractivo y entretenido. Es información, pero también tiene una vertiente lúdica. Con el propósito de causar sensación y atrapar la atención del receptor, este tipo de periodismo recurre habitualmente a la destreza y al humor para forjar llamativos juegos de palabras, especialmente para componer los titulares que abren portadas y crónicas de los partidos más destacados del día.

Sin ir más lejos, el pasado fin de semana la sonora derrota del Barça en el Nuevo Estadio de Los Cármenes fue inspiradora y trajo consigo el surgimiento de nuevas voces, como “tataclismo” (portada de Mundo Deportivo) o “messing” (la estrella argentina “vuelve a inhibirse en otro partido clave” de su equipo, indicaba el diario Marca en su crónica), así como de titulares, más o menos previsibles, anclados en dobles sentidos: “Al Barça le explotó una Granada” (Olé).

Una gran parte de estos malabares lingüísticos consisten en alterar una palabra esperada y conocida dentro de una frase hecha, dicho popular o referente cultural (película, canción, artista o grupo de música) por otra diferente: “Tócala otra vez Raúl” (el exdelantero madridista volvía a la Champions con el Schalke 04), “Hasta que el gol los separe” o “El dúo sacapuntos” (así se denominó a jugadores del Racing de Santander Zigic y Munitis, uno alto y otro bajo, que hacían recordar el físico de la pareja de humoristas llamada ‘Dúo Sacapuntas’).

En ocasiones, la modificación que da pie al juego de palabras se produce al quitar o añadir una sola letra para transformar el sentido de la frase: “Pep Shop Boys” (en referencia al F.C. Barcelona de Pep Guardiola) o “Los Tall Blacks” (denominación que recibe la selección de baloncesto de Nueva Zelanda, forjada a partir del sobrenombre con que se conoce mundialmente a la selección neozelandesa de rugby, los All Blacks).

Otra forma de construir este tipo de juegos de palabras es cruzar dos voces para dar luz a una nueva: “Spaña” (titular en la previa de la participación de un español, Fernando Alonso, el Gran Premio de Bélgica”, en el circuito de Spa), “Riverdugo” (en alusión a un jugador de Boca Juniors, que fue decisivo en el Superclásico argentino y evitó el triunfo de River Plate) o “Alemanita” (España goleó a Eslovaquia por  5-1 en partido clasificatorio para el Mundial de fútbol, que se disputaría un año después en Alemania).

También es muy habitual emplear palabras y expresiones parónimas para crear titulares sorprendentes que, intencionadamente, se pueden leer siempre de dos formas diferentes. En estos casos, la anfibología se erige como protagonista: “Puerta a la gloria” (Antonio Puerta marcó el tanto de la victoria que clasificó al Sevilla F.C. a la final de la Copa de la UEFA en 2006), “Un Barça de patio de colegio” (jugó muy mal y perdió en la cancha de Estudiantes, también conocido como “el equipo colegial”), “Iván… dos” (Iván Gutiérrez lograba la segunda medalla española en los Campeonatos del Mundo de ciclismo), “Nou al Camp (portada de El 9 el día de la presentación del fichaje de Neymar por el Barça) o “Amb vaselina” (primera también del referido diario catalán, con la sutileza en el empleo de la preposición: el gol de Alexis ante el Madrid fue “de” vaselina, y también “con” ella).

La capacidad para innovar y hallar maneras diferentes de expresar unos resultados, unas situaciones en el juego o unos estados de ánimo de los protagonistas parece no tener límites en el periodismo deportivo. Por ello, sus crónicas también suponen una oportunidad para la recreación y el divertimiento. No traten de buscar siempre una explicación racional a todo y déjense llevar, que las combinaciones aquí son infinitas.

Sevilla. Periodista y profesor universitario. Periodismo, lenguaje y deporte.

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