Sin Cristiano, con Morata en estado de gracia y una leyenda del fútbol en el banquillo, Andrea Pirlo, la Juventus espera esta noche al FC Barcelona en un flamante Juventus Stadium, que como Cristiano, tampoco escapa a la terrible pandemia que vivimos a nivel mundial y estará vacío.
El Juventus Stadium fue fundamental para devolver a la Juve su ángel. La Vecchia volvió a ser Signora en su nuevo hogar tras dos décadas en Delle Alpi. Al pie de las montañas, cerca del abuelito de Heidi, la Juve fue menos fiera. Conquistó una Champions en 1996 y disputó dos finales más, pero al aura que tuvo en el viejo Comunale solo se recuperó en un Juventus Stadium, que hoy espera vacío que pase pronto un virus que está cambiando el mundo.
En el Comunale se presentó el Barça un frío y ya lejano 17 de marzo de 1986. Disputaba la vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa, tras imponerse uno a cero en el Camp Nou con el gol de Julio Alberto en la ida. Julio fue uno de los mejores laterales izquierdos del fútbol europeo en la década de los 80 y su gol está en el imaginario azulgrana al nivel de los tres de Pichi Alonso, en la vuelta de la semifinal ante el Goteborg.
Solo un portero de nombre casi impronunciable, Helmuth Duckadam, apagó los sueños de Julio, Pichi y toda una generación de barcelonistas una noche sevillana de la primavera del 86 ante el Steaua, donde aquel ejército de buenos futbolistas, poco conocidos hasta entonces, se llevó la Orejona destino a Bucarest.
Pero dos meses antes, en un Comunale que impresionaba en la tele, siempre lleno de humo y al calor de 60.000 bianconeros que rugían en las noches europeas turinesas, el Barça salió con vida. Era la Juve de Trappatoni en el banquillo con Michel Platini, el mejor futbolista francés de la historia, al mando de las operaciones.
Ahora que el Barça vive en un estado de agitación constante, con Bartomeu recién dimitido, inmerso en una confrontación sobre el estilo y en un debate sobre si hay que jugar con nueve de verdad, que no lo tiene, o falso, merece la pena recordar que aquella noche el nueve de la Juve fue un tal Michael Laudrup, y el héroe inesperado un escocés, que llegó al Barça para sustituir a Maradona y llegó a jugar un año en el B, cuando a Schuster le levantaron el castigo tras abandonar el Pizjuán en la maldita final de Sevilla. Esa noche el inglés, como Bernardo se refiere a Venables, le mandó a la ducha antes de tiempo y él se duchó y pilló un taxi para ver los penaltis en el hotel.
El gol de Archibald de cabeza, en una posición inverosímil y a pase de Víctor, heló al viejo Comunale y catapultó al Barça hacia semifinales. El empate de Platini no sirvió para nada y el Barça, sin Schuster aquella noche, y con un gran Ramón María Calderé, sacó billete destino la gloria, aunque ésta se retrasó 6 años y llegaría de la mano de un rubio neerlandés, hoy sentado cerca de Pirlo. Koeman y Pirlo. ¿Quién se atreve a ponerse de portero?
Han pasado 34 años y el fútbol y la vida han cambiado mucho. Además de la baja de Cristiano, el Platini de entonces, hoy la Juve no podrá contar Chiellini, Bonucci y tiene la duda de De Ligt. Los Cabrini, Scirea y Brio del 86. El Barça llega midiendo la felicidad de Messi, sin Presidente y con la esperanza puesta en un chico de 17 años, llamado Ansu Fati, que pondrá boca abajo el Camp Nou cuando la gente pueda volver. El fútbol sin gente duele, esa gente que aterraba en el Comunale y que ha hecho del Juventus Stadium un escenario incomparable pese a su juventud. Juve y Barça, Barça y Juve. Disfruten.
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