Si hay un tipo de futbolista que define a la Serie A de la presente década ese es el jugador de clase media, de rendimiento totalmente fiable y cuya trayectoria hasta su cenit en la élite -ya sea en el mercado interno o de puertas hacia fuera- ha estado basada en golpes de progresión desde equipos modestos de primera o segunda categoría.
No hay más que ver los casos recientes de jugadores como Vrsaljko, Darmian, Glik, Nainggolan, Franco Vázquez, Bonaventura, Belotti, Candreva, Handanovic, Alexis Sánchez, Cavani y tantos otros. Incluso la propia Juventus del gran ciclo ganador aún vigente está marcada por este corte de jugador: véanse los Bonucci, Chiellini, Barzagli, o más recientemente Cuadrado o Dybala.
Grégoire Defrel se enmarca perfectamente en este mismo escenario. Surgió en el modestísimo fútbol regional del área metropolitana sur de París y de allí fue captado por el Parma de forma casual para una prueba de tres días, gracias a la intercesión y a las referencias que proporcionó a su agente su amigo y actual jugador del Leeds, Souleymane Doukara.
El atacante francés, prácticamente desconocido en su país incluso tras su última notable campaña en Sassuolo, llegó a debutar en el Parma en la última jornada de la Serie A 2010/11, pero se fue cedido a Lega Pro con el Foggia para ser comprado por el Cesena en Serie B un curso después. Tras dos temporadas, Defrel regresaría a Serie A para marcar nueve goles con el conjunto romagnolo, convertirse en una de las sensaciones del año entre los más modestos de la élite del Calcio y ya no dejar de jugar en la máxima categoría pese al descenso del equipo bianconero.
Todo lo que Defrel puede aportar a la Roma –que es bastante aunque esté destinado aparentemente a partir asiduamente desde el banquillo– se resume en dos conceptos relacionados: recursos de transición ofensiva y capacidad para sentenciar partidos. Y obviamente la presencia de Eusebio Di Francesco, el entrenador que le dio una nueva dimensión alejándolo definitivamente de la banda para situarlo en el frente del ataque de su canónico 4-3-3 y llevándolo a evolucionar hasta el delantero que es hoy, no hace otra cosa que favorecer su impacto potencial en el conjunto giallorosso y su novedoso aterrizaje en un grande del Calcio.
???? Monchi: «Estoy muy feliz porque finalmente Defrel es un jugador de la #ASRoma. Fichar a Gregoire era una prioridad para nosotros». pic.twitter.com/LIi2965TcC
— AS Roma Español (@ASRomaEspanol) 20 de julio de 2017
Di Francesco es un fervoroso seguidor del 4-3-3 con bandas a pie cambiado y laterales largos que permitan esbozar un fútbol basado en la generación de espacios amplios y en la verticalidad. Una visión que entronca bastante con la versión más habitual de la Roma durante la gestión reciente de Rudi García y de Luciano Spalletti, claramente marcada por un nueve obligado a descender casi al círculo central y con talento para jugar acertada y rápidamente de espaldas para favorecer la incisión de los extremos, los grandes percutores ofensivos del equipo, con Mo Salah como el jugador más definitorio del estilo.
La idea del libreto de Di Francesco es atacar las zonas interiores del espacio entre la zaga y la medular rival y aumentar lo máximo posible dicha área de actuación con la correlación casi perfecta de los movimientos del delantero centro con los de los extremos a pie cambiado de ambas bandas, encargados de trazar constantes diagonales hacia la media luna o acometer junto al lateral el dos contra uno en el costado. Acciones en las que el punta debe saber liberar espacio en el primer caso, y trazar el desmarque correcto, normalmente de dentro a afuera, para generar una ocasión de peligro notorio en el segundo. Jugadas repetidas hasta la saciedad y con éxito por el Sassuolo de Di Francesco y que resultan muy similares a las del juego expuesto por el tridente Salah-Dzeko-El Shaarawy.
En ese mismo sentido, ha habido muy pocos nueves en las dos últimas Serie A que sepan dar esa entrega sutil de espaldas y a muchos metros del arco para inmediatamente después arrancar en un instante fugaz, trazar el desmarque perfecto y ganar el espacio largo con la pericia que lo hace Defrel. Tal vez solo Carlos Bacca se le haya podido comparar en esas lides, aunque el francés ha demostrado ser más sutil en espacios más cortos, también reactivo, oportunista e intuitivo dentro del área; más imaginativo y asociativo en términos generales, y también más frío a la hora de otorgar la pausa necesaria para salirse de la marca hacia la frontal en busca del envío raso que parte hacia atrás desde las bandas.
Además, con especialistas en ganar segundo balones y capaces de ofrecer una actividad muy intensa y elevada en la parcela ancha, como es el caso del especialista por excelencia que es Nainggolan, la Roma 2017/18 seguirá siendo un equipo temible cuando pueda correr, sin necesidad de ejecutar presiones elevadas constantes -permitiendo con ello tener las piernas siempre activas y frescas para verticalizar-, que acorte el campo con una zaga más adelantada que el curso pasado -lo que supondrá seguramente una ligera novedad- y que a su vez haga ancho el rectángulo de juego a través de los laterales, tan importantes para la idea táctica del exfutbolista giallorosso.
Circunstancias que, aunque suplir el grado de versatilidad de pura élite de la que presume el recetario de Luciano Spalletti ante casi cualquier contexto vaya a ser una ardua tarea, permitirán a Di Francesco alternar un estilo más especulativo y contragolpeador cuando enfrente a los equipos más propositivos y dominantes de la parte alta de la tabla, con un lógico cariz mucho más dominante ante rivales teóricamente inferiores en el que los triángulos plagados de automatismos de su innegociable 4-3-3 serán los protagonistas y los encargados de asentar posesiones en la mitad de cancha rival.
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Pese a que como titular fijo en el Sassuolo, Defrel hizo que nadie echase de menos a Zaza en el Mapei Stadium y se erigió como una parte vital de la construcción del juego ofensivo con sus caídas por debajo de zona de tres cuartos y su exquisito juego de espaldas; es precisamente como ‘microondas’ donde parece encajar más el fichaje de Defrel por la Roma.
Su velocidad, la productividad que saca de cada toque de balón por breve que sea, la profundidad y trabajo sin balón que ofrece de manera constante, la riqueza de sus movimientos, la posibilidad de ser situado con encaje positivo tanto como sustituto como acompañante de Dzeko partiendo de segundo punta o como extremo diestro a pie cambiado con amplia libertad de movimientos interiores, y su efectiva capacidad de definición ante los tres palos convierten a Defrel en el revulsivo maravilloso que todo equipo grande que se precie necesita y en un sentenciador de partidos casi perfecto para que Di Francesco enfatice sus virtudes con marcadores cortos a favor tanto como lo ha hecho en las dos últimas campañas en Sassuolo. Cuando un entrenador se lleva consigo a su nuevo y superior equipo a uno de sus antiguos pupilos siempre es por algo, por una razón de peso. Y en el caso de Defrel es por muchos, interesantes y justificados motivos. Y ante todos, uno: el de hacer de una plantilla buena una plantilla aún mejor.
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