Hace casi treinta años que Italia no acudía a una gran cita de selecciones sin que ninguno de los delanteros de su plantel hubiese marcado al menos quince goles en liga durante la temporada previa al torneo. Exactamente desde la Eurocopa de 1988 en la que Gianluca Vialli, con sólo diez tantos en la Sampdoria, fue el máximo goleador de la selección con su club durante el curso.
Immobile (22) antes de Brasil 2014, Di Natale (23 y 29) en la Eurocopa de 2012 y en el Mundial de 2010, Del Piero (21) de cara a la Euro 2008, Toni (31) en la triunfal Copa del Mundo de Alemania en 2006, Totti (20) en Portugal 2004, Vieri (22) en Corea y Japón 2002, Montella (18) antes de la Eurocopa del 2000, otra vez Del Piero (21) antes de Francia ’98, Chiesa (22) durante la temporada anterior a la Eurocopa de 1996 o Baggio y sus 17 tantos previos al fatídico Mundial de USA ‘94 y al jugado en casa en 1990. Ellos fueron los máximos goleadores dentro de las diferentes expediciones italianas durante las temporadas previas a un gran torneo.
La Azzurra siempre ha contado con un delantero que había ofrecido garantías suficientes a lo largo del año. Tanto que desde el 2000, siempre ha habido alguien en la lista con más de una veintena de goles en su haber reciente. No es, para nada, el caso de Francia 2016. De entre los cinco puntas que ha incluido Antonio Conte en su convocatoria, Éder ha sido el hombre con un mejor registro pese a que solamente convirtió uno de sus trece goles en el Inter, por quien firmó en enero, y los otros doce los hizo en la primera parte de la campaña en la Sampdoria. Sin embargo, es Pellè, que ha marcado once con el Southampton, el hombre que mejor ha respondido en la selección durante la época de Conte, con cinco tantos. El resto: doce de Insigne desde la banda, siete de Immobile entre Sevilla y Torino y cinco de Zaza. Suena a bastante poco.
Además del escaso bagaje numérico, la indefinición y falta de asentamiento en la doble punta del dibujo de Conte ha añadido un obstáculo más para que Italia pueda sacar lo mejor de sí misma y afinar y explotar desde la delantera su olfato y rendimiento al máximo. Falta compenetración y minutos de juego juntos entre cualquiera de las posibles combinaciones de parejas atacantes. “La incertidumbre sobre quién va a jugar arriba es un problema para Italia”, afirmaba recientemente Paolo Rossi, alguien que sabe muy bien lo que es sacar a relucir la pólvora italiana en una gran competición.
La falta de un ariete contrastado es, por tanto, una situación atípica para Italia que hace que alguien tan alejado del noble arte de enchufarla dentro del área como Daniele De Rossi sea el futbolista con mejores guarismos de entre todos los que están presentes en Francia con La Nazionale, con Chiellini como segundo en discordia. Una circunstancia ya repetida en el pasado Mundial, puesto que el romanista, con quince tantos en su periplo como internacional, es el máximo goleador de la selección desde el Mundial de 2006. Es decir, el mejor artillero de la última década. Unos números que no se alejan demasiado de los 19 convertidos por Gilardino, quien más ha marcado para los azzurri en el siglo XXI.
Los datos de De Rossi hablan fantásticamente del encomiable carácter que el capitán siempre saca a relucir en su mejor versión cuando se viste la camiseta nacional y que, a buen seguro, volverá a poner en valor, parta o no en la alineación, durante la presente Eurocopa desde el debut ante Bélgica. Sin embargo, que De Rossi sea actualmente el máximo representante de gol en Italia es un hecho preocupante para un conjunto que otrora contaba con nombres como Inzaghi, Vieri o Baggio como seguro de vida y que hoy necesita que cualquiera de sus jugadores, aunque sean defensores, sean capaces en un momento dado de aportar para desequilibrar los partidos.
La crisis de gol que vive Italia es evidente y no eran tan profunda y acuciante desde la segunda parte de los años ochenta, con los Graziani, Rossi o Altobelli ya en declive tras haber levantado la Copa del Mundo en España. Italia pasó entonces 24 años sin volver a ganar un trofeo. Y de momento, sólo han transcurrido diez años desde aquel 2006 en el que el gol tampoco era un problema sino una perfecta y segura solución ahora desvanecida. Una década en la que nadie ha marcado más para la tetracampeona mundial que un centrocampista defensivo como es Daniele De Rossi.