NICO MEDIAVILLA | Corresponsal en Argentina | Tuvieron que pasar trece años. Trece años para que el campeonato de Primera División volviera a las vitrinas de Racing. El escenario era un Cilindro de Avellaneda donde no cabía un alma. La hinchada estuvo impecable (salvo algunos altercados a la hora de entrar al estadio). Yo podría contarle a usted, hincha de Racing o del fútbol en general, que el gol de Ricardo Centurión en el minuto 4 del segundo tiempo le otorgaba este título a la Academia. Le podría contar que con este resultado era completamente intrascendente que River Plate le ganara a Quilmes por 0 – 1 (buen gol de Carlos Sánchez). Podría incluso hacerle una crónica detallada de ambos partidos para que usted se recreara en el trabajo, con su familia o en sus estudios frente a los hinchas de otros clubes. Pero no va a ser el caso…
Vayamos un poquito más atrás en el tiempo, concretamente al año 2001, año en el que Racing ganó probablemente el campeonato más festejado de su historia (ya que el anterior fue en 1966). Recordará que en esa escuadra gloriosa dirigida por “Mostaza” Merlo, atajaba Gustavo Campagnuolo, que en el once inicial solía tener jugadores de peso como Úbeda, Estévez o Bastía y si recuerda un poco más, en la delantera posaba con el número 11 un pibe de 22 años, flaquito, con un hermano en el eterno rival, olfato goleador y de nombre Diego Milito.
A ese joven delantero, como a todos los jugadores prometedores, le toco dar el salto a Europa. Génova fue casa en dos ocasiones y en la Liguria fue amado. Zaragoza lo acogió tres temporadas y se ganó el corazón de los maños. Se hizo eterno en el Inter ganando un Scudetto, dos Coppas de Italia, una Supercoppa italiana, la prestigiosa Champions League y posteriormente el Mundial de Clubes. Representó a la selección nacional en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 y en las Copas América de Venezuela 2007 y Argentina 2011.
Pero de repente se hizo mayor y le tocó tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Decía Félix Grande primero, y cantó Joaquín Sabina después, aquello de que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, pero Diego no le hizo caso. Con opciones de ir a la MLS o a destinos más exóticos para conseguir una jugosa “jubilación” decidió volver al club de sus amores y retornarlo a la gloria. Al fin y al cabo él sabía cómo hacerlo.
Hace trece años yo todavía iba al colegio, medía bastante menos de lo que mido ahora, mi complexión era casi esquelética y mis máximas aspiraciones era aprobar todo (incluso física y química, la cual odiaba) simplemente para salir hasta más tarde el fin de semana o para optar a un mejor regalo en Navidad. Trece años para usted o para mí es muchísimo tiempo, pero no para él.
El delantero flaquito volvió y con él trajo la fórmula del éxito. Capitaneó al equipo para llevarlo a lo más alto de la tabla. Fue posiblemente el jugador del campeonato y se ganó el título de Prócer en el corazón de cada hincha.
Por esto mismo Usted debe inflar el pecho doblemente: por el campeonato conseguido y por tener el honor de que todavía existan ese tipo de jugadores que rechaza ofertas multimillonarias por volver a sentir la sensación de entrar una vez más al Cilindro de Avellaneda para llenarlo de gloria.
¡Felicidades, Racing Club!
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