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Fútbol Internacional

De jugar una Eurocopa... al narcotráfico

Enero de 2020. Puerto de Amberes, en Bélgica, en el corazón de Europa. Según las estadísticas, el segundo puerto de Europa en cantidad de carga transportada, tras el de Rotterdam, y uno de los 10 que más mercancía recibe y envía en el mundo. Allí, la policía sospecha de unos contenedores que contienen sal marina. Llevan meses, años incluso, investigando una serie de movimientos que no son nada usuales y que vienen desde América. En la operación han colaborado las autoridades belgas y las neerlandesas. Después de mucho tiempo de observación e investigación, deciden intervenir y van a asestar un duro golpe al narcotráfico mundial. Lo que encuentran eriza la piel. 1350kg de cocaína, totalmente dispuesta para ser vendida en el mercado europeo y reportar unas ganancias de unos 80 millones de euros. Todas las cajas de esa sal donde viene escondida la droga tienen un denominador común. En ellas figura un logo. Un tigre negro. Solo hay que tirar de la manta. Quien está detrás es Quincy Promes, delantero de la selección neerlandesa, otrora promesa del fútbol holandés, que lleva años haciendo carrera en Rusia. Desde ese momento, también considerado alto capo del tráfico de drogas. No será su único delito.

Quincy Anton Promes nació en Ámsterdam en los primeros compases de 1992. Su padre jugaba al fútbol en Surinam, antigua colonia neerlandesa. Debido a los vínculos entre ambos países, a finales de los 80, los padres de Promes decidieron emigrar a Países Bajos con el objetivo de jugar al fútbol de manera profesional. Buscaba seguir los pasos de los Rijkaard, Seedorf, Hasselbaink, Davids o Gullit. Allí engendró a su hijo y pronto descubrió que todo el talento que él anhelaba tener realmente lo había recibido su hijo de manera innata.

Promes empezó a jugar al fútbol muy joven, en un club de la capital llamado DCG, cuyo primer equipo se suele debatir entre la séptima y la novena categoría del fútbol del país. Era un chico revoltoso, contestón y escurridizo que pasaba el día jugando al fútbol. Aquello traía de cabeza a su madre, pues a veces incluso se escapaba del colegio para darle al balón. Lo hacía de día y de noche y, los Promes no vivían precisamente en un buen barrio. Tantas horas de calle no podían ser buenas.

Poco duró la experiencia de jugar en aquel equipo local, pues a las puertas de su casa llamó el Ajax de Ámsterdam. Tenía 10 años cuando se puso por primera vez la camiseta del club más laureado del país. Durante su etapa formativa, compartió plantilla con algunos jugadores como Klaassen o Veltman. Incluso, si hubiera aguantado unos meses más, habría sido compañero del danés Eriksen, que llegó al club con 17. Quincy solía ser el líder de sus equipos. Portaba el brazalete. Era quien llevaba la voz cantante. Pero a Quincy le echaron del Ajax a los 16 años, justo en el momento de firmar su contrato juvenil. ¿Cómo era eso posible si el chico era realmente bueno?

“Me echaron por bocazas, porque tenía la lengua muy larga”, llegó a admitir él. Resulta que las compañías que tenía el joven Quincy no eran nada positivas. Solía crear problemas en el vestuario, era un dolor de cabeza para sus entrenadores y tampoco podían lidiar con él en casa. Cuando sus entrenadores hablaban con sus padres, la respuesta siempre era la misma: es incorregible y necesita un escarmiento. Ante esto, y aunque fuese muy evidente su talento para con el balón, el Ajax le anunció que sus valores no entraban en conexión con los que tenía el club y que debía hacer las maletas.

“Lo recuerdo como el peor momento de mi vida. En aquellos días no quería hacer nada y solo lloraba. Le dije a mi padre que iba a dejar de jugar para siempre”. Fue su madre quien le convenció de no tirar la toalla y quien le obligó a seguir estando en forma. Después de unos meses de descanso y de meditar las cosas, a Promes le llegó una propuesta del Harleem, equipo también de la capital y que actualmente ha desaparecido. Aquello suponía dar muchos pasos para atrás, pues su primer equipo tampoco militaba en categorías de fútbol profesional. Promes aceptó y apenas estuvo unos meses. Era realmente bueno para no estar aterrorizando a las mejores defensas del campeonato.

En 2009, con 17 años, el Twente llamó a su puerta. Otra vez volvía a la senda del buen camino. Un futuro profesional tenía sentido. Pero aquel Twente vivía la mejor época de su vida. Ganarían la Eredivisie (la única en sus vitrinas) y serían dos veces subcampeones con futbolistas del calado de Tioté, Bryan Ruiz, Luuk de Jong o Theo Janssen. Por eso, Promes no tenía sitio para dar el salto aún. Su buen hacer en la cantera de su nuevo equipo llamó la atención de la selección, que pronto le convocó para jugar con el equipo Sub19 (también con el Sub20 y el Sub21) y a principios de 2012, con 20 años, haría su debut profesional con el primer equipo, a las órdenes del inglés Steve McClaren. Solo jugó un partido aquella temporada, pero su gran desempeño en la liga de filiales demostró que estaba para mucho más.

Cierto es que quizás el salto de una liga de reservas a uno de los mejores equipos del campeonato era demasiado grande, como también que el técnico británico no era muy dado a dar oportunidades a los jóvenes. Por ello, en verano de 2012, el Go Ahead Eagles, un equipo de segunda holandesa, pidió su cesión. El técnico de aquel club era un imberbe Erik Ten Hag, que iniciaba su primera experiencia en solitario. Con anterioridad, Ten Hag había sido entrenador del propio Twente en categorías inferiores y, aunque no había coincidido con Promes, antiguos colegas le habían dado informes magníficos de él.

Lo que hizo Promes en aquel curso aún se recuerda en el club. Jugando como mediapunta marcó 17 goles y repartió 11 asistencias en 40 partidos y llevó al club a ascender a la máxima categoría. Promes se había hecho mayor en el mundo del fútbol en solo 12 meses. Solo cuatro años antes, su madre había tenido que convencerle y empeñarse en que no se retirara, que aún tenía futuro. Tenía razón. Había vida más allá del Ajax.

La temporada siguiente fue la de su confirmación. Desplazado a banda derecha, pues la mediapunta del equipo era propiedad de Tadic, Promes vivió un sueño. Marcó 11 goles, repartió 8 asistencias y vio cómo el Twente peleaba por el campeonato hasta casi el final. Para echar más leña al fuego, Van Gaal se había enamorado de su juego, le había hecho debutar con la selección y no dudó en incluirle en la lista de 30 jugadores que integraron la primera convocatoria del Mundial 2014 en Brasil, donde se presuponía que Países Bajos haría un gran papel después de haber sido subcampeona cuatros años antes.

Pero aquel verano supuso un punto de inflexión en su carrera. Quizás para mal. Van Gaal le dejó fuera de la nómina definitiva. La decisión fue algo controvertida, sobre todo porque en su lugar acudió Jeremaine Lens, que no había hecho una buena temporada en el fútbol ucraniano. Durante el torneo, además, sorprendió una noticia: Promes había sido vendido al Spartak de Moscú. Entonces, se rumoreaba con su salida a la Premier League, aunque los equipos más interesados eran la Juventus y el Valencia, pero fue el equipo de la capital rusa el que se anticipó a todos y pagó 15 millones de euros para hacerse con los servicios de Promes. El jugador no quería ir allí, pero la situación económica del Twente era tan delicada que ante semejante oferta no pudo decir que no. A Promes, por su parte, la montaña de dinero puesta en su contrato terminó por convencerle.

Aquellos cuatro años que pasó en Rusia fueron los mejores de su carrera. Promes ganó en dos ocasiones el MVP de la Liga, fue dos veces máximo asistente e, incluso, en una campaña, logró también ser el máximo anotador. Era un fijo en las convocatorias de Países Bajos, solía ser titular y lo tenía todo para ser una estrella. Lo malo es que Holanda se había quedado fuera tanto de la Euro 2016 como del Mundial siguiente y él, jugando en un escenario alejado como el ruso, estaba fuera del foco de los primeros equipos.

O quizás no tanto. Porque en 2017 Van Gaal requirió su fichaje. El técnico que le había llevado a la absoluta entonces dirigía al Manchester United y había reclamado la firma de uno de los suyos. No fue el único, ya que a Klopp, entrenador del Liverpool, le llegaron a sonsacar en rueda de prensa que el de Promes era uno de los nombres que tenía en mente para reforzar su ataque y mezclar con Salah, Mané y Firmino en un equipo que acabaría conquistando la Premier League y la Champions para volver a la élite. Ninguno, en cambio, llegó a las elevadas cifras que pedía el Spartak por el fichaje del neerlandés.

En verano de 2018, el Sevilla puso 21 millones de euros encima de la mesa para firmar a ese talento que había hecho 100 goles (entre goles y asistencias) en cuatro años en Rusia. No era un Sevilla cualquiera. Los hispalenses vivían quizás su mejor etapa histórica, después de alcanzar los cuartos de final de Champions League ese mismo año y de haber ganado en los cursos anteriores tres Europa League casi consecutivas. Firmaba, además, a un personaje algo emblemático en su país, después de que un videoclip que había grabado con su inseparable amigo Depay ocupara los puestos cabeceros de canciones más escuchadas del país.

Pero Promes nunca cuajó en Sevilla. Llegó casi el último día de mercado, con la temporada empezada y en un curso muy convulso en el que pasaron varios técnicos por el banquillo. Pero también, quizás porque tenía la cabeza en otro sitio ya. Y es que, llega un momento en el que el fútbol pasa a ser secundario en esta historia. Fue precisamente en 2018 cuando comenzaron las escuchas. Como si de un personaje de The Wire se tratara, el teléfono de Promes había sido pinchado por la policía. Alguien, un confidente con contactos en el mundo del crimen, había alertado a las autoridades de que Promes no era trigo limpio. Su vuelta a Europa tras jugar en Rusia podía facilitar, en cierta medida, que si Promes tenía negocios turbios en el viejo continente, estos se acelerasen. El caso es que en las escuchas la policía descubrió que Promes tenía una doble cara. Por las mañanas iba a entrenar y por las tardes era un delincuente. Entre algunos episodios, se supo que había apuñalado a su primo en la pierna y que había amenazado con matarlo.

En esas escuchas, Promes no se escondía en absoluto. No es que tuviera constancia de lo que venía en aquellos barcos y en aquellos cargamentos, sino que se erigía como el capo. “Mis muchachos ya viajan de camino a Amberes”, rezaba un mensaje. “Todo lo que esperamos viene en dos lotes”, añadía. “Espero que ninguno de los lotes se pierda, porque mi ganancia se reduciría a la mitad”, comentaba. Las autoridades ya iban un paso por delante.

De manera paralela, Promes dejó el Sevilla y volvió al Ajax 12 meses después de llegar a España. El Milan había entrado en la carrera por su incorporación y otra vez había sonado para el Manchester United y Liverpool. Pero Promes decidió volver al Ajax. Desde Países Bajos, seguramente, podría organizar mejor esas actividades secundarias que tenía entre manos. Aunque su mensaje fue más romántico: “Una vez ajaccied, siempre ajaccied”. Acababa de rechazar al mejor equipo del momento.

Nada más aterrizar en la capital neerlandesa, los propios directivos del Ajax le dieron un tirón de orejas. Le habían echado una vez y no dudarían en hacerlo de nuevo, aunque ahora lo tenían más complicado después de haber pagado casi 20 millones de euros por su fichaje. El Ajax había tenido a sueldo durante años a dos detectives de policía para que aleccionaran a los chicos de su cantera sobre las malas compañías y tenían muchos contactos no solo en las pandillas de chavales, sino también en los grupos criminales de la zona. Ambos habían pasado informes al club en los que se advertía que Promes no estaba acercándose a buenas compañías. Entre ellas, había sido visto con JoeyAK, un rapero sentenciado a seis años de prisión por tráfico de drogas y delitos con armas de fuego. También con el hermano de Jason L, otro rapero, y gánster, que en esos momentos estaba condenado a 18 años de cárcel por homicidio.

Por su parte, la policía seguía reuniendo pruebas en su contra en la que bautizaron como Operación Porto. En su investigación, descubrieron que Promes le había pagado 250.000 euros a un capo de la droga llamado Wortel para entrar en un negocio que le acabó reportando seis millones de euros de beneficio. Wortel negó la vinculación con el futbolista, aunque su teléfono y sus conversaciones no decían lo mismo. Wortel, también llamado W como nombre en clave para las autoridades, ha sido siempre el principal sospechoso del asesinato del futbolista Kelvin Maynard, en lo que se cree que fue un ajuste de cuentas también relacionado con la droga.

Y en enero de 2020, aquel cargamento de cocaína que venía de Brasil fue interceptado en el puerto de Amberes. Venían dos lotes diferentes. En ambos figuraba el dibujo de un tigre en color negro. Un diseño parecido, realizado con una Q y una P, resulta ser el logo de Quincy Promes en sus redes sociales y en ciertas tiradas de ropa que ha puesto a la venta. La policía nunca tuvo dudas. En los mensajes interceptados, Promes aseguraba que sus muchachos habían perdido un lote. Resulta que uno de los dos lotes finalmente se había caído al agua. Todo encajaba, pero el proceso era lento.

Mientras se analizaba todo esto, la policía se presentó a finales de 2020 en su casa para arrestarle. ¿El motivo? El intento de asesinato de su primo, que lo había denunciado. El interrogatorio fue un camino de espinas. La fiscalía tenía que tener mucho cuidado, pues no podían revelar tener pruebas de su propio móvil para no afectar a esa otra operación. Promes se declaró inocente, pero se le puso la mosca detrás de la oreja cuando, meses después, en la resolución del caso, la fiscalía quiso hacer ver que tenían pruebas nuevas: las grabaciones. El Ajax, que le vio las orejas al lobo también, se lo quiso quitar de encima y en verano de 2021 Promes regresó, casi huyendo, a Rusia. En esta ocasión, el Spartak pagó casi 10 millones de euros. Antes, eso sí, disputó la Eurocopa, retrasada un año por la pandemia.

El proceso contra su primo fue largo. Duró hasta marzo de 2023 y, mientras se formulaba la acusación y se resolvía el caso, la selección se vio obligada a apartarle por decisión de Van Gaal, que no podía tener a un futbolista investigado en su plantilla. Promes fue condenado a 18 meses de prisión, mientras que, de manera paralela se concluía la investigación a gran escala contra el narcotráfico y se consideraba que él era uno de los capos de una mafia. Pero había un gran problema. Promes ya no era alcanzable. Vivía a todo tren en Rusia. La fiscalía pedía nueve años de cárcel, pero Promes nunca apareció. Igual que había hecho con el caso de su primo, iba a actuar con el caso de la droga. “Mi profesión es más importante y no me permite acudir a las vistas de los juicios”, se escudó, con ayuda de su abogado.

Estaba huido, fugado, no quería saber nada de la justicia, porque sabía que si ponía un pie en Europa sería detenido y porque lo acabaron condenando a seis años de prisión por tráfico de droga a gran escala. El veredicto definitivo llegó en 2024, concretamente en febrero. Pero aprovechando el conflicto entre Rusia y Ucrania y que Europa no quería molestar demasiado a Rusia en esos tiempos, a Promes no le pasó nada. Países Bajos ordenó su arresto y la Interpol envió una orden de captura contra él, pero nadie en Rusia movió un dedo. La fiscalía neerlandesa confiscó nueve casas y varios coches que Promes aún tenía en el país y congeló todas sus cuentas, aunque no pudo hacer demasiado, pues casi todo lo tenía ya en Rusia, en el exterior.

Solo un mes después, mientras el Spartak disfrutaba de un stage en Emiratos Árabes Unidos por el parón invernal, Promes fue retenido en el aeropuerto. Según las autoridades del país, se le acusaba de haber provocado un día antes un pequeño accidente de tráfico en el que solo hubo daños materiales y haberse dado a la fuga. Así, la plantilla al completo del Spartak voló de regreso a Rusia, pero su estrella quedó encerrada en Dubai. Promes fue puesto en libertad al día siguiente, aunque se le requirió en el país durante dos semanas más, pues debería esperar su audiencia y su sentencia en un juicio rápido, que se acabó saldando con una pequeña multa.

Cuando estaba dispuesto a volar, nuevamente fue detenido, atendiendo a una petición de las autoridades neerlandesas por los cargos que tenía en Países Bajos. Promes pasó dos meses en prisión. Rusia reclamó a Dubai que se lo devolviera, pero también Países Bajos. En Moscú, no cumpliría condena. Además, su contrato con el club estaba a punto de agotarse y, aunque lo querían renovar, su situación no era idónea para ello. Países Bajos lo único que quería es que cumpliera su condena.

Y, en esas, Emiratos Árabes Unidos lo volvió a dejar en libertad. Al no tener tratado de extradición con Países Bajos, nadie podía hacer cumplir la ley neerlandesa. Meses después, Promes se unió al FC United, un equipo que juega en la segunda división del país. 10 días antes de su detención en el país árabe, en Holanda se había informado que dos productoras habían comprado los derechos para llevar a cabo una serie que contara la vida del futbolista. Quincy: Life as a baller era el título. Pretendía ser un drama basado en hechos reales, que se iba a apoyar en testimonios y documentos policiales, pero representado por actores. Jaap Schneider, que logró la fama en Holanda con Smeris, una magnífica serie policiaca que precisamente narra los quehaceres de la policía infiltrada en la mafia neerlandesa, quedó a cargo de un proyecto que se programó para ver la luz en 2025. No sería su primer proyecto sobre fútbol, ya que a sus espaldas tiene documentales sobre Cruyff, Blind o el Feyenoord. Aunque nada se oficializó, se dio por hecho que Netflix se iba a adueñar del proyecto.

Hoy, Quincy Promes sigue jugando al fútbol. Lo hace en Dubai. Acaba de cumplir 33 años y, desde septiembre, es jugador en un equipo cuyos compañeros jamás podrían jugar en Europa como profesionales. Promes sabe que no puede poner un pie en su casa. Ni siquiera en Europa. De hecho, salir de los Emiratos le supondría una detención casi segura. Aquel que una vez fue una estrella en Rusia y una de las ilusiones del fútbol neerlandés, hoy tiene que conformarse con jugar en un campeonato menor y con medir muy bien cada paso que dé. Países Bajos sigue luchando para lograr su extradición para encerrarle. Y la Interpol sigue teniéndole en su lista de personas más buscadas de manera mundial.

Periodista | Profesor | Deporte en general y fútbol en particular | 📚Escribí 'Atleti, historia de un despertar' | A veces hago hilos 🧵

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