Este verano conocí Brujas. Anticipadamente, sabía que no me dejaría indiferente. Estar allí confirma cualquier expectativa para enamorarse de un lugar. La ciudad parece extraída de un cuento. Sus calles adoquinadas, canales y la arquitectura de sus edificios crean un escenario incomparable que evoca a otra época. Si te gusta el fútbol, también tiene su peso lo que se respira desde las dos alturas del estadio Jan Breydel. El romanticismo ahora alcanza también al balompié belga porque, afortunadamente, el guion de la Champions League siempre contiene algún capítulo cautivador. El Brujas asimila estos días haber hecho historia en la selecta competición europea, llegando a octavos por primera vez y con un presupuesto mucho más bajo que el de la aristocracia del viejo continente.
Pocos pensaban que, a falta de dos jornadas de la fase de grupos, el Brujas ya estaría con los pies en la primera ronda eliminatoria. Más todavía, teniendo en cuenta a sus compañeros de grupo; Atlético de Madrid, Bayern Leverkusen y Porto. Sin embargo, el equipo belga ha dado un golpe encima de la mesa en un momento bastante impensable. Tras la marcha de Philippe Clement en el mes de enero para dirigir al Mónaco y la de Alfred Schreuder, en verano, para ser el nuevo técnico del Ajax tras la salida de ten Hag hacia la Premier, los dirigentes del Brujas decidieron darle las llaves de casa a Carl Hoefkens para que, en la que es su cuarta temporada en el club, tuviera su primera experiencia como primer entrenador.
Además de apostar por un técnico principiante en los mandos, el Brujas perdió, entre otros, al joven Charles De Ketelaere, una joya belga a disposición de Roberto Martínez y por la que apostó el Milan en el pasado mercado de fichajes. Sin embargo, entre sus incorporaciones, destacó rápidamente la figura de Ferran Jutglà. El catalán no ha podido tener mejor adaptación e inicio. Un jugador que expresa electricidad en cada uno de sus movimientos, con una mente ágil ante el tiempo y espacio, que genera ventajas y produce números propios que certifican su gran talento. Alejado de la ciudad condal, el delantero está viviendo una situación idílica, la de una explosión que parecía resistirse. A muchos kilómetros de su Sant Julià de Vilatorta natal, las gradas del Jan Breydel, entre música electrónica y cerveza, corean su nombre.
Tras la recuperación de Noa Lang, que se lesionó a escasos minutos de pisar el césped frente al Kortrijk y se ha perdido gran parte de lo que llevamos de temporada, el técnico belga recupera un gran efectivo. La conexión ofensiva que está demostrando Sowa tras finalizar su cesión al AZ Alkmaar, el peligro de Skov Olsen, la seguridad de Mignolet, las ilusiones en Onyedika, las medias bajadas de Nielsen, el nombre propio de Ferran Jutglà o la veteranía de Hans Vanaken, a quien la Blue Army pidió que no se marchara con un tifo el pasado verano, entre otros. Carl dispone de argumentos para seguir confeccionando su primera temporada como dueño del banquillo.
La vida parece exigirnos encontrar el momento adecuado para muchas cosas, como si éste existiera. El anuncio del entrenador, la explosión de Jutglà tras ser vendido por el FC Barcelona o la única portería imbatida en Champions. Quizá todo ha ocurrido en el momento menos pensado. Mientras damos vueltas, vivimos en un tiempo inexistente. Hoefkens tiene un secreto para resguardar a los suyos: “El mensaje que les di a mis jugadores es que no piensen en el futuro”. Nadie augura qué vendrá, porque viven en ese presente que muchos malgastan. Lo que han escrito ya es un relato indeleble, un cuento que ya posee su propia hazaña.
Imagen de cabecera: Club Brujas