Una cámara de televisión captó la imagen de Dani Benítez despotricando sobre el árbitro en el descanso. En sus palabras y sus gestos, la tensión de un futbolista comprometido con su equipo y ambicioso en sus metas profesionales. Era el 23 de mayo de 2010 y el Granada CF ascendía a Segunda división a pesar de caer por 1-0 en el estadio de Santo Domingo ante el Alcorcón.
Benítez había sido la estrella del equipo, había despuntado en una plantilla que desde hacía muchos años no tenía un equilibrio ni una proyección parecidas. Para nadie pasó desapercibido ese talento en la banda rojiblanca. Sin embargo, una frase se repetía entre quienes le seguían más de cerca: ‘si tuviera buena cabeza…’
Desde el principio se mostró díscolo. Y eso no le impidió superarse en su segunda temporada como rojiblanco. Mejoró su registro goleador y hasta se temió en tierras andaluzas que algún club de mayor entidad le arrebatara a su joya. En el equipo sabían de su valor. No era raro verle protegido por sus propios compañeros de vestuario. Su juventud y sus circunstancias así lo pedían. Dani siempre miró al cielo en sus celebraciones sobre el césped. Dedicó a su madre, fallecida de cáncer, cada uno de sus logros futbolísticos. Es más, utiliza su apellido materno. Era una muerte para la que reconoció no estar preparado. Antes de cada partido, Dani visita el cementerio de Granada para sentirse en paz. Antonia no descansa en ese camposanto, pero es el más cercano que tiene el jugador para recargar las pilas.
A eso se unió después la distancia con su primer hijo, nacido en 2010. La separación con su madre había puesto tierra y mar de por medio y eso también caló en el jugador. A Dani le vimos utilizar una nariz de payaso cuando marcaba gol, buscaba “sacar unas sonrisas”, decía. Probablemente, la suya, la primera.
Repercusión sobre el césped
Esa cierta inmadurez que le caracteriza empezó a pasarle factura sobre el terreno de juego. Más irregular, más problemático… Expulsiones inexplicables en momentos en que su equipo le necesitaba empezaron a impacientar a la afición.
Dani pareció cavar su tumba deportiva con aquel botellazo a Clos Gómez en Los Cármenes en la penúltima jornada de la Liga 2011/12, frente al Real Madrid, jugándose la permanencia. Tres meses de sanción por una niñería. A su vuelta, las lesiones no le respetaron demasiado y la afición rojiblanca daba una de cal y otra de arena a su hijo pródigo. Había perdido su sitio y costaba ver ese talento que había seducido a tantos…
Dani Benítez en un Granada vs Athletic | Getty Images
El mismo presidente del Granada reconoció, al destaparse la noticia del presunto positivo por cocaína del jugador, que el club le había ayudado mucho en lo personal en estos años. Para casi nadie era ajeno que Dani no llevaba una vida ejemplar fuera del terreno de juego. Es más, Quique Pina admitió que, aunque no tenían notificación oficial del resultado del test antidoping, lo daban “por hecho”.
Cuentan que es un joven aficionado al póker y metido a empresario de la noche. Parecía haberse asentado con una nueva pareja y una nueva paternidad, según recoge Rafael Lamelas en el diario Ideal. Sin embargo, Dani no parece haber asimilado esa responsabilidad que requiere un futbolista para estar en la élite.
Todas las circunstancias cuentan, como el hecho de que, tal y como él mismo aseguró, no llegara a sacarse el graduado escolar. En un acto solidario reconoció que, tras dejar los estudios con 14 años para dedicarse al fútbol, en la actualidad estaría trabajando como camarero o albañil si no fuese futbolista.
Pero llama la atención que, en ese mismo acto, tal y como publicaba también el diario Ideal en 2011, se refiriera al tema de la droga delante de un auditorio lleno de niños: “Yo he sido joven, he sido muy fiestero y he estado en un mundo que no era bueno. Tengo amigos enganchados a la droga y otros que están enterrados, muertos, por esa ‘mierda’. Puedes parecer muy ‘guay’ ante los colegas por hacer determinadas cosas, pero la verdad es que no os las recomiendo. Tenéis que ser listos”.
Y a él mismo le ha faltado aplicarse sus propios consejos. Su presidente dejaba caer en Al primer toque, de Onda Cero, que el jugador tenía ‘adicciones’ y que necesitaba ayuda personal. No ha sido por falta de oportunidades por parte del club y de sus aficionados. Pero la cabeza de Benítez no ha estado centrada en el fútbol. Y parece que ahora, cuando se enfrenta a una posible inhabilitación de dos años, se ha terminado su crédito.
Ha tenido que pedir perdón demasiadas veces y ha sido blanco fácil de las críticas por su comportamiento, ya no sólo fuera del césped, sino llevado al rectángulo de juego. Esa ambición futbolística de sus primeros compases en el Granada ha desaparecido. Y la última imagen que nos pasa ahora por la mente es esa entrada inexplicable sobre Nono que le costó la expulsión a los 16 minutos de entrar a jugar contra el Betis.
No estaba a gusto. Incluso en el mercado de invierno se habló de una posible salida del futbolista. De confirmarse el positivo en el control antidopaje, el Granada despedirá al jugador. Más allá de la repercusión futbolística, es difícil saber cómo la cabeza de Dani puede afrontar un error así. Esto no es como fallar dos penaltis ante el Celta jugándose el ascenso a Primera. Si hubiera tenido buena cabeza…
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