En 20 días estaremos viendo ese Mundial que hemos estado criticando tanto. Es lo que hay: vivimos en un mundo lleno de contradicciones. No he hablado con ningún futbolista profesional, pero seguro que la sensación mayoritaria de los que van a ser seleccionados por sus países es muy clara: ahora uno no se puede arriesgar si siente molestias. Cualquier pinchazo te deja sin poder comparecer a la cita mundialista de cada cuatro años, pudiendo tirar por tierra tu única opción de jugar un torneo así. Infantino, hace unos meses, en nombre de los deportistas, reclamó más Mundiales en menos tiempo. Seguro que no lo decía por el dinero que podía ganar. Él siempre se preocupa por los demás.
Este es uno de los momentos más inusuales de la historia de este deporte. Alguno, como el mencionado en el primer párrafo, nos comentará que es muy bello ser transgresor de vez en cuando. Y utilizará esa palabra porque es moderno y muy resiliente. ¿Qué necesidad había en jugar allí? Sabían que reventar las normas del juego iba a provocar muchos dolores de cabeza. Parece bastante evidente que los gestores de las entidades de la élite andan preocupados por la sobrecarga de partidos para acoplar la que era la competición más bella del mundo. Ellos pagan el sueldo a los jugadores, pero seguro que comprenden la complejidad de la tesitura.
Evidentemente, en cada gran torneo ha habido y habrá bajas de postín, pero en estas dos semanas pueden multiplicarse el número de futbolistas con lesiones. Cabe recordar que muchos conjuntos ya están en fases decisivas de los grandes torneos, ya que perder un envite te puede alejar muchísimo del objetivo. En España e Inglaterra, por ejemplo, despistarse un par de encuentros en lo alto de la tabla te lastra para el resto del curso.
No sé qué pensarán los demás, pero para mí este es uno de los momentos menos ilusionantes desde que tengo uso de razón. Seguro que veré partidos, pero no será igual que aquellas citas que te mantenían pegado al televisor durante horas. De hecho, creo que si los partidos se jugaran de madrugada, horario perfecto para los panenkitas que tienen otras obligaciones laborales, optaría por dormir plácidamente. Mi único deseo es que de aquí al 20 de noviembre nadie se rompa. Que se arregle el fútbol ya lo veo improbable.
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