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Fútbol sudamericano

Cuando un partido de fútbol refleja la actualidad de dos naciones

Cesó la horrible noche, con esas palabras inicia la primera estrofa del himno Colombia, una frase que parece contextualizar perfectamente el presente de dicha nación. El último acuerdo de paz logrado por el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), aunado a las históricas tres medallas de oro conseguidas en Río 2016 y -no menos importante porque es lo que nos concierne- el gran presente de los clubes y futbolistas colombianos; nos da a entender de que, sí, por fin cesó la horrible noche en el país «cafetero». En contraparte de este futuro prometedor, otra nación que en décadas anteriores era el paraíso sudamericano, vive la peor crisis alimentaria, económica y humanitaria de su historia: Venezuela. La cuna del Libertador de cinco naciones se encuentra en días donde sus habitantes gritan ¡Muera la opresión!.

Ambos himnos de estos países hermanos sonaron en el estadio Metropolitano de Barranquilla antes de dar inicio a la séptima fecha de las eliminatorias de CONMEBOL, rumbo a Rusia 2018. Los locales, con sus camisetas amarillas, aumentaron la inclemente temperatura costeña en búsqueda de poner fin a una hegemonía venezolana, que no caía en partidos oficiales ante Colombia desde el 17 de noviembre del 2007. La Vinotinto llegó con nuevo comandante, Rafael Dudamel, y una maleta llena de entusiasmo por el comentado invicto de nueve años y la destacada participación en el Copa América Centenario. Sin embargo, sus mentes estaban puestas en Caracas, donde se estaba realizando una multitudinaria marcha de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro.

Decía el profesor Alí Cañas, entrenador y único venezolano en dirigir un partido de una Copa Mundial de la FIFA (Brasil 3-0 Ghana en los 8° de final de Alemania 2006), que los seleccionados de fútbol, con su forma de jugar, son el reflejo de las sociedades a quienes representan. Tal es el caso de la pasión y locura italiana, la precisión inglesa, el orden alemán y la alegría brasileña; estos ejemplos solo por nombrar algunos. Así, vemos como el partido realizado ayer en «La Arenosa» no estuvo lejos de la realidad de dos países fronterizos, pero con ambientes sociales sumamente distantes.

Sería injusto para los vencedores poner este contexto como excusa, esa no es la intención. Bien es cierto que las individualidades y el colectivo tricolor fueron superiores (aún desperdiciando dos penales) y los goles de James Rodríguez y Macnelly Torres alcanzaron para doblegar a los dirigidos por Dudamel. Venezuela no se vio cómoda en cancha. Las asociaciones estuvieron ausentes y lo único rescatable fue la soberbia actuación del cancerbero Dani Hernández. Quizás hicieron falta Luis Manuel Seijas y Alejandro Guerra, jugadores con gran presente y conocedores del fútbol «cafetero» por sus actuaciones en Independiente Santa Fe y Atlético Nacional (este último campeón de la Copa Libertadores), pero lo cierto es que, para los venezolanos, Rusia 2018 se está convirtiendo en un nuevo título de la película Misión Imposible.

Venezolano | Lcdo. en Comunicación Social. Escribo por y para el fútbol. Gestiono @GenoaCFCSphera.

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