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Cuando nació el show

El draft de 1998 fue un trago amargo para la NBA, uno de los muchos
baches que pueden surgir en la historia de una competición tan legendaria. Sin
embargo, un ramillete de jugadores con pedigrí salvó aquella camada tan
discreta.
Mike Bibby,
Jason Williams, Paul Pierce, Dirk Nowitzki y Vince Carter.
Especial
atención
al último espécimen de este quinteto, número cinco del ranking. Con raíces de la vieja escuela, Carter devolvería a la
élite del baloncesto un show que se
creía perdido desde los tiempos de Julius Erving, su ídolo. Él es el apóstol de
los primeros hombres, un tipo peculiar.

Vincent Lamar Carter Jr
nació el 26 de enero de 1977 en Daytona Beach, Florida. Primer hijo de Michelle
y Vince, tuvo que afrontar el adiós de su padre por separación cuando él estaba
en segundo, abrazando con cariño a su padrastro, Harry Robinson. Si la mente de
Carter dibuja la palabra paternal, la imagen de Harry le ha ganado la partida a
Vince padre.

Como tantos otros niños
en aquella época, Vince se quedó maravillado del baloncesto viéndolo por la
pequeña pantalla. En sus años de infancia, se obsesionó con el legado de Julius
Erving, con todo lo que el Doctor J hacía en la pista: mates, movimientos de
película y esa plasticidad única. Según fue creciendo, emular a su ídolo se
convirtió en algo más que un reto, alcanzando una similitud tan absoluta que
sus amigos lo apodaron OVNI.

A pesar de que en casa
veían bien su pasión por el baloncesto, Harry le animó a introducirse en la
música, dándole a Vince diferentes instrumentos como el saxofón, la trompeta o
tambores. Al bueno de Carter le agradaba la música, pero el baloncesto ya había
hecho aterrizado en su corazón sin previo aviso. A los once años consiguió, por
primera vez, tocar el aro con los dedos, tardando sólo un año más en hacer su
primer mate.

En Daytona, Vince
jugaba con sus amigos, y una de sus especialidades empezó a ser el noble arte
de machacar el aro. Sin embargo, los más mayores observaron en Carter las
cualidades propias de un talento por pulir. Inteligente sobre la pista, aquel
muchacho hacía jugar a sus compañeros. Una de las claves para su desarrollo fue
su tío Oliver Lee, estrella universitaria en Marquette que no gozó de fortuna
cuando lo intentó con los Bulls en 1981.

Los padres de Vince
apoyaron su pasión pero le hicieron ver que, sin unos buenos estudios, sus
opciones de entrar en la universidad eran muy bajas. Carter se grabó a fuego
esta idea en su cabeza y no desfalleció hasta lograrlo.

Carter asistió al
Mainland High School, donde fue la estrella en la temporada 1991-92. Su
monstruosa capacidad de salto y sus cualidades sembraban el pánico en el parqué
y dejaban en una situación compleja a los árbitros, que nunca sabían cómo
señalar sus acciones. Vince percibió que tenía un verdadero regalo en su
capacidad de salto, y trabajó duro para desarrollarla. También practicaba
driblar, pasar y tirar con ambas manos. En su segundo año en el instituto,
estirón importante entre medias, Vince promedió 20 puntos por partido.

Charlie Brinkerhoff,
entrenador de Vince, decidió meterle en la pintura para que aprovechara mucho
más sus capacidades sobrenaturales. Terminó el año promediando 25 puntos y 11
rebotes para los Buccaneers, que acabaron 30-2 aquella campaña. Acertó de pleno
el bueno de Charlie.

En su último año en el
instituto, Carter no paró quieto. Mantuvo unos números muy buenos y el poco
tiempo libre del que disponía lo empleaba en la música. Después de dejar a los
Buccaneers en un escalón bastante alto, Carter se decidió por la Universidad de
North Carolina, a pesar de que algunos expertos apuntaban a Florida como
destino final.

La decisión, sobre el
papel, carecía de lógica, pues el sistema de Dean Smith no favorecía el juego
por encima del aro de Vince. Incluso hasta el propio Jordan no explotó cuando
pasó por las manos de Smith, teniendo que esperar a la NBA para hacerlo. Con
todos los grandes nombres que habían pasado por Chapel Hill, el miedo a no
encajar se apoderó de Vince.

Carter se unió a un
equipo que había perdido a sus dos estrellas más brillantes de la temporada
anterior: Jerry Stackhouse y Rasheed Wallace. Un par de estudiantes de segundo
año muy talentosos que habían llegado a la Final
Four
, entrando en el draft de la
NBA.

Vince, Antawn Jamison y
Ademola Okulaja conectarían inmediatamente, haciendo buenos a otros jugadores
de menor calado como Serge Zwikker, Jeff McInnis y Dante Calabria.

El chico se cargó
rápidamente de confianza. Las defensas enemigas le tenían tomada la matrícula y
le prohibieron hacer el juego tan espectacular que tenía en su libreto.
Frustrado, pidió ayuda a Smith, pero ya era demasiado tarde para enmendar su
primer año, pues Jamison ganó el premio al rookie
del año en la ACC. Los Tar Heels perdieron contra Texas Tech en los regionales
de la NCAA.

Carter decidió quedarse
en el campus durante el verano de 1996 y reforzar su juego. Era un jugador
totalmente diferente antes de empezar su segundo año, había cambiado su juego
ofensivo y reformado sus capacidades defensivas.  

Smith estaba encantado
con la mejora de Vince. Los Tar Heels llegaron a su punto máximo en el momento
adecuado, arrasando y accediendo a la Final
Four
. Vince tuvo un gran papel en algunas victorias como, por ejemplo, ante
Louisville.

El joven equipo de
Carolina se topó con los inexpertos Arizona Wildcats de Miles Simon y Mike
Bibby. Estos les ganaron (66-58), apeando a Carolina de la final, a pesar de la
gran actuación, una vez más, de Vince.

Repitiendo su mantra
del año pasado, Vince permaneció en el campus durante los meses de verano. Uno de
los jugadores que conoció aquel estío fue a la estrella de instituto Tracy
McGrady. Se rumoreaba que T-Mac entraría en el draft si hacía tan sólo un año bueno en la universidad.

La temporada 1997-98
fue la última de Vince en North Carolina. Se sentía listo para la NBA, quería
dar el salto a la cima. Sin embargo, las emociones fueron templadas por la
retirada de Smith. Los jugadores no lo llegaron a saber hasta pasado un tiempo,
pero el coach estaba jugando su
partido más importante, la batalla contra el cáncer que le consumía. Su
asistente Bill Guthridge tomó las riendas y dejó que los jugadores hicieran lo
suyo. Vince y Jamison formaron un tándem de clase mundial, jugando una gran
defensa y ampliando su rango de tiro. Por lo general, el trabajo de Vince era
defender al mejor jugador rival, sin importar la demarcación de este.

De nuevo, otra gran
fase regular les valió de impulso para hacer bien las cosas y alcanzar la Final Four por segundo año consecutivo.
Los Tar Heels se vieron sobrepasados por Utah (66-59), quienes en la final
entregarían la cuchara ante Kentucky.

La derrota dejó un mal
sabor en Carter. La frustración por querer darle a North Carolina un título le
hizo replantearse su salto a la NBA, un cuarto año estaba de nuevo entre sus
opciones. Finalmente, cuando vio que Jamison se declaró elegible para el draft, sus dudas se fueron por el
sumidero. En contra de lo que podría esperar, sus padres y su círculo más
íntimo estuvieron de acuerdo en su idea de ir a la NBA. Era su hora.

Sólo Michael Olowokandi,
Mike Bibby, Raef LaFrentz y el propio Jamison fueron elegidos antes que Carter
en el draft. Los Golden State
Warriors poseían la cuarta elección y estaban en el mercado para pescar un
interior de gran nivel. La elección era entre Jamison y Carter. Al final, se
decidieron por Vince. Los Raptors, cuya elección venía a continuación, sentían
que Vince era un jugador superior a Jamison. Greg Grunwald, general manager de Toronto, sabía que
los Warriors estaban cortos de dinero en efectivo, así que mandaron a Jamison
más medio millón de dólares a la Bahía a cambio de Vince. La felicidad
sobrepasó a Vince quien, cosas del destino, jugaría junto a McGrady, el tipo al
que se encontró cuando se quedó en el campus aquel lejano verano, tras haber
sido drafteado el año anterior.

Los Raptors eran el
equipo perfecto para Vince. Se unió a Charles Oakley y Kevin Willis, dos
veteranos, y a Doug Christie y Dee Brown. Butch Carter, hermano de la estrella
del fútbol americano Cris Carter, era el entrenador del equipo. La espera se
hizo larga, pues coincidió con año de lockout
y su temporada no comenzó hasta enero. 

Aprovechó los
entrenamientos para coger galones y asumir conceptos de la mano de Oakley y
Willis, quienes mostraron especial interés en enseñar al novato. Su primer
partido en la NBA fue ante los Celtics, anotando 16 puntos y ayudando a la
victoria. La cosa pintaba bien, pues en marzo de aquella temporada lograron el
primer mes ganador en la historia de Toronto. Tal fue su temporada, que fue
nombrado rookie del año con 113 votos
de 118 posibles. ¿Sus credenciales? 18.3 puntos y 5.7 rebotes de media. Sin
embargo, su marca personal iba ligada a su juego por encima del aro, a sus
tremendos mates. Los playoffs,
finalmente, no llegaron aquel año.

La temporada 1999-00 fue
la cima de Vince. Los Raptors adquirieron a jugadores experimentados como Dell
Curry y Antonio Davis, alcanzando un asombroso récord de 45-37 a lomos de su
saltimbanqui. Vince estuvo sensacional, anotando 30 puntos o más en varias
ocasiones y un máximo de 51 en un promedio de 25.7. McGrady, mientras tanto,
aprovechaba los espacios de Vince para anotar, dejando a Curry solo para
aniquilar desde más allá del arco.

La lógica se impuso, y
Carter, con casi dos millones de votos, asistió al All-Star de aquella temporada,
ganando el concurso de mates. Los Raptors se enfrentaron a los Knicks en
primera ronda de playoffs, siendo
barridos al ver como Vince, con una muy mala serie en el porcentaje de tiro,
dejaba a los Raptors heridos de muerte.

Aquel verano saltó la
noticia de las negociaciones de McGrady con Orlando y las ganas de este de
patear a Vince, aunque finalmente las aguas se calmaron. Eso no frenó la marcha
de Tracy a los Magic, donde pasaría las cuatro siguientes temporadas.

Las cosas mejoraron
durante el verano cuando Vince remplazó a Tom Gugliotta en el equipo olímpico
estadounidense que trataría de ganar el oro en Sidney. En la concentración
entabló amistad con Steve Smith, quien le dijo que se dejase de mates y pusiera
énfasis en los pequeños detalles que deciden partidos.

El último partido de la
primera fase juntó sobre el parqué a Estados Unidos y Francia, encuentro que
los americanos ganaron con comodidad (106-94). Sin embargo, la historia se
escribió aquel día. En la secuencia más repetida en la vida de Carter, Vince
agarró la pelota con 54-69 en el marcador y se fue contra Frederic Weis. El center francés trató de pararlo, pero
éste se elevó hasta la barbilla de Weis, machacando de forma asombrosa y
dejando, posiblemente, uno de los mejores mates de la historia del baloncesto.
El oro cosechado, días más tarde, el 1 de octubre, en una nueva victoria de
EE.UU. ante Francia (85-75), cerró unas semanas perfectas para nuestro chico en
Australia.

Sin mucho descanso,
Vince comenzó la temporada 2000-01, en la cual los Raptors se hicieron con
Corliss Williamson y el veterano Mark Jackson. Aquella temporada alcanzaron las
semifinales del Este, donde cayeron en siete partidos ante los 76ers de
Iverson, tras haber superado previamente 3-2 a los Knicks en el primer envite.

Tras no conseguir pasar
esa barrera de las semifinales, Vince se marchó a los Nets en 2004. Allí
estaría hasta 2009, donde, por desgracia, tampoco lograría pasar de las
fatídicas semifinales del Este en ninguna campaña. La temporada siguiente
jugaría en los Magic, vigentes subcampeones de la NBA. En la única temporada de
Carter en Orlando, lograría llegar a las finales del Este, pero caería en seis
partidos ante Boston, a la postre subcampeón.

Su particular Eneida le
llevó a Phoenix, franquicia en la que ni tan siquiera jugaría playoffs aquella temporada. Con Dallas
en la cima del mundo, un veterano Vince se unió al equipo texano en busca del
ansiado anillo que tampoco alcanzó.

Su juego ya era
decadente, y sus mates increíbles un preciado objeto de coleccionista, pero
Vince conservaba todo su corazón. Poseedor de un ADN tremendo, jugó en Memphis
hasta la temporada 2016-17. Con cuatro décadas de vida a sus espaldas, se unió
a los Kings para un último baile.

La historia de Vinsanity es la de un prodigio sin
recompensa. Pero, ¿qué es una recompensa en el deporte de élite? ¿Un anillo? Un
pedazo de metal cuyo enorme valor económico se empequeñece al lado del
sentimental. No, Carter tiene un regalo mayor. Forma parte del imaginario colectivo
de toda una generación, una camada que vio en él la llegada del nuevo siglo, la
bisagra que evitó la pérdida total del show
que alumbró las décadas anteriores. Creyó erróneamente en algunos tramos de su
vida que los mates serían únicamente su legado, pero su actitud, su buen hacer
y sus ganas de crecer aún rozando la senectud han sido los avales de este
superhéroe terrenal. Respeto.

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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