Soy un gran fan de los viejos rockeros, debo reconocerlo. Siempre me han llamado la atención aquellos deportistas que han aguantado durante muchos años rindiendo a gran nivel en el deporte que más les gusta. Sea cual sea ese deporte, ya que la pasión que demuestran por hacer lo que les motiva supera todo lo demás. Muchos ejemplos hay de ellos, desde Tim Duncan, que ha dejado este año huérfanos a los San Antonio Spurs; a los Valerón, Totti, etc.
Recién iniciada la NBA, me gustaría pararme a hablar de uno de estos viejos rockeros que, pese a su edad, 36 primaveras, continúa dando que hablar en las canchas: Jamal Crawford. No tiene el cartel o el nombre de otros jugadores, es menos mediático, pero no así menos talentoso. Porque creo que esa es la clave de este jugador, el talento. En un deporte donde predominan los grandes atletas con poderosos físicos, Crawford destaca por tener un elemento que no abunda.
Crawford es un escolta que tiene un instinto asesino para el ataque. Capaz de anotar de diversas formas, ya sea corta, media o larga distancia. Posee un buen manejo de balón y, sin ser rápido, es capaz de zafarse de sus defensores. Además, tiene la curiosa habilidad de conseguir jugadas de cuatro puntos, el que más en la historia de la liga. Gracias a su inteligencia, sabe manejar su cuerpo de forma que provoca diversas faltas y le permite escabullirse, aunque no tenga la potencia necesaria para hacer grandes penetraciones. Si bien es cierto que la defensa no es lo suyo, pocos jugadores tienen el talento ofensivo que maneja Crawford.
Lleva 16 temporadas en la NBA, que se dice pronto, con más de 1000 partidos jugados de liga regular. Un jugador que, además, lleva la regularidad por bandera, sea cual sea su rol. O bien de titular, o bien de saliendo desde el banquillo, cumple. Promedia 15.5 puntos en sus años NBA, pero lo más interesante es que, con la edad, no pierde nivel. La temporada pasada, sin ir más lejos, fue nombrado mejor Sexto Hombre de la liga norteamericana, por tercera vez en su carrera. La experiencia le ha brindado nuevas herramientas con las que enfrentarse a jugadores mucho más preparados que él atléticamente y consigue siempre ser un factor diferencial para su equipo.
En el ocaso de su carrera, desde 2012 forma parte del equipo más ganador en el que ha estado, Los Angeles Clippers. Excepto por su periodo en Atlanta, Crawford solo ha disputado los Play Off de la NBA jugando en el equipo de Chris Paul y Blake Griffin. Como sexto hombre, su misión es liderar a los jugadores que salen del banquillo, así como a los titulares en los momentos complicados. Porque gracias a su calidad y experiencia, es un jugador con el que contar en los momentos difíciles que surgen durante la temporada.
Además, este curso coincidirá con otro viejo rockero de la liga norteamericana: Paul Pierce. El experimentado alero está ante la última opción de conseguir otro anillo en la liga, enrolándose a un equipo que siempre aspira pero que nunca llega. El aterrizaje en Los Ángeles de Pierce, junto a la de otros como Raymond Felton o Brandon Bass, servirá para quitarles minutos a las estrellas del equipo y que puedan llegar sanos y frescos al final de la temporada, algo que no ocurrió frente a Portland durante los Play Off pasados. La calidad y veteranía de jugadores como Crawford o Pierce será esencial para ayudar al equipo en los momentos complicados, así como para dar ese salto definitivo que le falta al equipo para convertirse en un aspirante real para luchar por el título.